Arnulfo Roque HuertaPor Arnulfo Roque Huerta

Verlas llegar corriendo con la boca y las manos manchadas de un tono magenta o violáceo era en verdad curioso, se veía que disfrutaban del fruto de los árboles que formaban parte del colegio; en sus sonrisas había algo mágico, una satisfacción indescriptible, aún las chicas que pudieran encontrarse tristes, al consumir el fruto recuperaban su felicidad; para mí era algo inexplicable no lo entendía, como era que una baya tan diminuta (de uno a tres centímetros) tuviera ese efecto. Lo que para mí era una simple mora, para ellas representaba una verdadera delicia.

Como todo buen investigador (por no decir curioso) decidí probar aquellas moras, tal vez hubiera algo especial en el sabor que no se encontraba en otros lados; la verdad no era un fruto que llamara la atención a mi paladar, pero las bayas de esta escuela parecían tener algo especial. No fue fácil conseguirlas pues las chicas tenían prohibido tomarlas sin autorización, la regla era: “si come una, comen todas” o bien “si no comen todas no come ninguna”; eso me parecía un poco raro, pero quise creer que esa regla no aplicaba a profesores, entonces conseguí el pequeño fruto (no pregunten cómo por favor) y cual niño con el dulce prometido degusté de las pequeñas moras.

La verdad no me parecieron tan geniales como creí que serían, pero al mirar a las alumnas con sus compañeras trabajando en los árboles comprendí que el sabor no era cuestión del paladar, sino de la satisfacción de compartir entre ellas del fruto… pero no de un árbol sino de su trabajo; así es, entre todas conseguían que los árboles se llenaran de dulces moras, cada una de esas chicas trabajaba fuerte y con mucho entusiasmo, cuidaban de los troncos cuando estaban completamente vacíos, seguras de que darían su fruto a su tiempo, quitaban la hierba que robaba los nutrientes del suelo y los regaban para que no les faltara el agua.

Lo mejor de todo era verlas trabajando en armonía, platicaban, reían, jugaban, en ocasiones competían para ver quién hacía más rápido el trabajo. Estar ahí era realmente divertido para ellas, al mirarlas veía que eran similares a las moras creciendo juntas, pues tal vez una pequeña baya no generar un gran sabor a quien la consume, pero todo un racimo es el verdadero deleite; de la misma forma una sola niña no podría conseguir que los árboles fructificaran, pero todas juntas conseguían que las ramas se llenarán y que no solo alcanzara para todas sino que además hubiese en abundancia.

En literatura el árbol es analogía de un sinfín de conceptos, pero a mí me gusta verlos como analogía del ser humano y así lo veo en mis alumnos, son pequeñas semillas que deben ser sembradas en tierra fértil, no solamente lanzadas a montones y a ver cuál logra crecer. Es tomar cada una de esas semillas y colocarlas en el lugar adecuado; es regarlas, el agua representa la vida, muchos alumnos requieren vivir y saber por qué vivir, del mismo modo habrá que quitar la hierbas que roban los nutrientes, esto representa lo que les impide salir adelante, arranquémoslo y finalmente veámoslos dar frutos, pero no solo para que sobrevivan sino para que sobre y abunde en su vida.

La madera del árbol de moras es muy flexible y fácil de trabajar pero cuando se corta produce una sabia lechosa que lo protege, pues daña las hojas de las sierras con que lo corta; esta sabia es muy difícil de eliminar de las manos y de la ropa. Quien moldea a un joven estudiante conseguirá grandes logros de este y satisfacciones para sí mismo, pero quien corta su propósito le será difícil mantener las manos limpias.

El pensador alemán Friedrich Nietzsche decía: “Todo el que disfruta cree que lo que importa del árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. He aquí la diferencia entre los que creen y los que disfrutan”. Hoy muchos creen que pueden dar frutos pero pocos llegan a disfrutar de ellos; los padres de familia y los maestros tenemos en nuestras manos una semilla con frutos potenciales, si la cuidamos bien esas semillas darán frutos y los mismo frutos darán aún más semillas, que derivarán en mejores individuos llenos de valores y principios, los cuales educarán como ellos fueron educados logrando así un mejor país.