Autor: Arnulfo Roque Huerta

Para Pérez la escuela no ha sido nada sencilla, volvió a ella después de dos años de ausencia. La había dejado por su falta de aptitudes para cursar el segundo año de secundaria, trabajó un tiempo con la intención de no ser un bueno para nada; pasado el tiempo se dio cuenta que trabajar requiere de esfuerzo, y desgaste físico, por lo cual creyó prudente volver a engrosaras la matrícula estudiantil volviendo al grado escolar en que se había quedado pero ahora contando con dieciséis años cumplidos.

El tiempo alejado de la escuela acrecentó las carencias de conocimiento en el chico, los pocos conocimientos adquiridos tiempo atrás ahora eran insuficientes, por lo mismo sus calificaciones fueron iguales o peores que antes de tomarse aquel largo descanso; esto lo llevó a frustrarse, por lo cual decidió no esforzarse más esperando que los profesores pudieran obsequiarle cuando menos un seis que le permita llegar a tercer grado y bajo la misma tónica poder concluir su educación secundaria.

Claro que puede dar más de sí, que si quisiera lograría atender, entender y aprender, pero su ánimo no se lo permite pues se siente menos que cualquier otro, le avergüenza ser el mayor en edad y el de menor calificación; sus compañeros son poco empáticos lo que no le ayuda a motivarse sino por el contrario se comporta mal para ocultar su falta de conocimiento, prefiere no preguntar para que no se le tache de tonto, desea que los demás chicos lo cataloguen de rebelde antes que de ignorante.

Pérez es un chico grande, robusto y mal encarado pero su aspecto físico no tiene nada que ver con lo que hay en su interior pues aunque pocos se dan cuenta, su naturaleza está llena de nobleza y bondad; lo sé porque lo he visto tratar a los más pequeños con respeto, me he percatado que en ocasiones hace como que no escucha algún insulto para no tener que responder de igual forma, nunca hace alarde de fuerza siendo que la tiene, evita lastimar aun cuando se juega pesado con él.

Al ver a este muchacho pienso en todos los chicos que como él fueron catalogados por su físico por su estilo de vida, medito en cómo la sociedad los orilló a ser lo que en realidad no querían, en aquellos que hoy se encuentran en las calles o peor aún en las cárceles, después de haber buscado un empleo pero por su apariencia les fue imposible encajar en una colectividad que etiqueta y discrimina, quienes al verse sin empleo y con problemas para subsistir se vieron orillados a delinquir sin quedarles otra opción.

Y es que en realidad nunca pensamos en la vida que llevan estos jóvenes que no son tan agraciados, que carecen de buena estrella, no nos damos cuenta que toda su vida han sido hechos a un lado por el clásico simpático que le cae bien a todos; hemos creído que son insensibles por el simple hecho de tener un rostro ambiguo que no denota felicidad, son culpados de acciones malas que no realizaron sencillamente porque parecen haberlo hecho, la chica que suele gustarles siempre está lejos de su alcance por el estereotipo de belleza que éstas suelen tener.

Un día leí una obra del escritor Mexicano Juan Rubén Romero, titulada: “La vida inútil de Pito Pérez”, novela picaresca donde se relata la vida de un hombre, llena de desventuras y decepciones lo cual lo llevó a ser inútil a la sociedad que reclamaba de él algo que nunca le facilitó. Hoy reflexiono en todos “los Pérez” que hemos creado por no darles la oportunidad de mostrarse, por no intentar descubrir un talento que muy probablemente estén ocultando para no ser objeto de burla, llevándolos a la frustración e inutilidad.

La palabra útil tiene un significado grandioso: “dar fruto”, “producir”, “ser provechoso”. La vida de nadie puede ser inútil, pues tenemos el diseño perfecto para ser útiles, para generar, para hacer crecer la sociedad, aunque es verdad que no todos tenemos las mismas cualidades, los mismos talentos o las mismas capacidades, todos hemos sido dotados de dones únicos que siendo explotados correctamente dan fruto al ciento por uno, pero para ello es necesario no desacreditar a nadie, que todos tengan las mismas oportunidades y que entendamos que está en nuestras manos hacer la vida útil del chico Pérez.

Les dejo esta frase de Pito Pérez para la reflexión: “Dije mis palabras y otros las hicieron correr por suyas; hice algún bien, y otros recibieron el premio. No pocas veces sufrí castigo por delitos ajenos. Tuve amigos que me buscaron en sus días de hambre, y me desconocieron en sus horas de abundancia.”