• La pandemia ha ocasionado estrés y resistencia al cambio debido a la incertidumbre por lo que puede pasar; saber identificar, manejar y canalizar las emociones ayuda a disminuirlo.

Por: Redacción/

La pandemia por COVID-19 ha generado estrés debido a cierta resistencia al cambio ocasionado por la incertidumbre y pérdida de nuestra zona de confort, consideró la maestra Erika Janett Chávez Gutiérrez, académica de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Si bien el estrés es un conjunto de relaciones particulares entre la persona y la situación que enfrenta, lo “más importante es cómo manejar ese cambio para que no nos afecte”, indicó al presentar el trabajo realizado junto con la doctora María Isabel Correa López, de la misma sede universitaria, y la maestra Alma Patricia Aduna Mondragón de la Unidad Azcapotzalco.

En el 3er Foro de Conferencias de Administración y Organizaciones y 2do Coloquio virtual del Departamento de Economía, señaló que “cuando los humanos como seres sociales nos enfrentamos a una situación desconocida nos comportamos de cierta forma, derivada de lo que estamos viviendo y de la preocupación constante provocada por el desconocimiento de qué va a pasar”.

Por ende, “debemos empezar a cambiar la idea de que salir de la zona de confort implica una pérdida para concebirla como un proceso de evolución, una oportunidad para hacer las cosas de manera diferente, sobre todo ahora cuando todavía existe incertidumbre, aunque no la que prevalecía cuando empezó la pandemia”.

Sin embargo, “nos enfrentamos a un cambio muy abrupto que como seres que pertenecemos a una sociedad debe ajustarse a las características que se vayan dando por adopción, crisis o evolución, pues ante este escenario hay diferentes reacciones como la negación de la realidad o una resistencia que puede ser manifestada de manera inmediata o tiempo después”.

También está presente un acomodo inercial que se va dando por la simple adaptación o también puede haber un cambio planeado como cuando el semáforo epidemiológico transitó hacia otro color.

El estrés generado a raíz de las medidas que se han tenido que adoptar por la emergencia sanitaria –como el uso de cubrebocas, el lavado de manos constante, el uso de gel antibacterial y la sana distancia– incidieron en los individuos, en las familias y a nivel social y se suman a la incertidumbre laboral y los nuevos roles a desempeñar.

“Puede reflejarse en síntomas fisiológicos como el deterioro de la apariencia física, cansancio, fatiga crónica, infecciones respiratorias recurrentes, dolores de espalda o signos de depresión que propician emociones de tedio o apatía, falta de afecto, desesperanza, cinismo o resentimiento, que pueden llevar a accidentes, consumo de cafeína, alcohol o drogas”.

La académica de la Unidad Iztapalapa anotó que el saber identificar, manejar y canalizar las emociones ayuda a disminuir el estrés, pero también es importante tener en cuenta que la forma en que cada persona enfrente el cambio afectará a la sociedad en general y a las organizaciones en las que cada una participa y convive.

“Podemos hacer diez mil estudios, pero no hay una fórmula mágica que nos garantice que el cambio no nos va a afectar de manera negativa, lo que vamos generando son técnicas para que estos efectos negativos disminuyan”, finalizó.