Por Omar Marroquín

Los días de descanso, el salario “digno”, la jornada laboral de ocho horas y las prestaciones sociales que, supuestamente gozan todos los mexicanos, no siempre han existido. Por eso, un día como hoy, pero de hace más de un siglo, un grupo de obreros desafió una orden directa de Porfirio Díaz, en ese entonces presidente de México, cuyas consecuencias sembraron una de las semillas que germinarían la Revolución Mexicana. Se trataba de la huelga de Río Blanco.

En diciembre de 1906, alrededor de seis mil obreros textiles de Tlaxcala, Puebla y Veracruz se declararon en huelga con el propósito de derogar el nuevo reglamento impuesto por los empresarios, el cual estipulaba una jornada laboral de 6 de la mañana a 8 de la noche, es decir, 12 horas corridas con sólo 45 minutos para comer; prohibición de visitas y pago de los útiles que rompieran. Para frenar la creciente organización del movimiento obrero en la región, los dueños industriales realizaron un paro patronal (lock-out) el 24 de diciembre en toda la zona industrial.

Ante el sorpresivo paro patronal, los obreros solicitaron la intervención de Porfirio Díaz, quién favoreció a los empresarios al no satisfacer las demandas de los trabajadores y ordenó la reanudación de labores en las fábricas el 7 de enero de 1907. Sin embargo, ese día los obreros de una fábrica de tejidos en Río Blanco, Veracruz, rechazaron la resolución del presidente.

Aproximadamente dos mil obreros se amotinaron frente a la fábrica, le lanzaron piedras e intentaron quemarla, pero la policía montada lo impidió. Ante el caos ocasionado por los obreros veracruzanos en Río Blanco, soldados del 13º batallón de infantería dispararon contra la multitud que huyó a Nogales y a Santa Rosa, donde paralizaron el servicio de tranvías, cortaron los cables de energía eléctrica, saquearon las casas de particulares acaudalados y quemaron la tienda de raya propiedad de Víctor Garcín, quien además era el dueño de otros dos almacenes en lo que hoy es Ciudad Mendoza, Veracruz.

De regreso a Río Blanco los amotinados fueron interceptados por más fuerzas federales que dispararon contra hombres, mujeres y niños. No existe un registro exacto, pero se estima que entre 400 y 800 obreros fueron asesinados.

Los sucesos de Río Blanco son conocidos en los libros de historia de la Secretaría de Educación Pública (SEP) como la huelga de Río Blanco, sin embargo, contrario a lo que se cree, en esa localidad los industriales fueron quienes cerraron la fábrica y no los trabajadores. Los obreros que sí habían declarado la huelga pertenecían a fábricas textiles de de Tlaxcala y Puebla, quienes no llegaron a acuerdos satisfactorios con sus patrones. La rebelión que tuvo lugar en Río Blanco respondía a la inconformidad con el decreto de Porfirio Díaz y el paro patronal que afectó a todos los obreros textiles de la zona.

Una vez restablecido el orden por las fuerzas militares, el gobierno de Porfirio Díaz ofreció un gran banquete a los empresarios extranjeros propietarios de las fábricas en compensación por la rebelión obrera, pero la semilla de la revolución mexicana ya había sido plantada.

Fuente: González Navarro, Moisés, La huelga de Río Blanco, El Colegio de México (Colmex).