Por: Redacción/

Durante más de 40 años “he laborado en esta universidad, donde he pasado más tiempo dentro que fuera, por lo que he visto los tabiques reales y metafóricos con los que se ha construido y debo decir que la sonrisa con la que ingresé ha perdurado hasta el presente”, declaró la doctora Elionor Bartra y Muriá al agradecer el reconocimiento que le hizo la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) al nombrarla Profesora Distinguida.

La académica de la Unidad Xochimilco desde 1977 fundó en ese entonces, junto con otros colegas, el Área de Investigación Mujer, Identidad y Poder, y en fechas recientes el Doctorado en Estudios Feministas, por lo que es reconocida su labor en las esferas de la estética y el feminismo, así como por sus propuestas sobre desarrollo de metodologías de indagación.

“La teoría en ese campo de estudio ha hecho uso de herramientas y métodos ajenos a sus contextos y subjetividades específicas”, afirmó en entrevista la docente del Departamento de Política y Cultura de la UAM, que para ella “siempre ha sido un espacio de creación”.

Como “integrante de una clase media ilustrada y muy politizada” e hija de padres exiliados de la Guerra Civil Española “tuve una posición privilegiada, no económicamente, pero sí en términos de capital cultural” y “la opresión, en tanto mujer, no me llegó en carne propia directamente, sino por la vía intelectual, racional y de conciencia política, por lo que temprano, como estudiante, me involucré en esta corriente en Francia”.

La experiencia “me fascinó” porque en aquellos años había una idea distorsionada del sufragismo como una tendencia de mujeres vestidas de negro, amargadas y viejas, y entonces “me quedé magnetizada por el dinamismo, la alegría y la crítica constante a la situación en la que vivíamos y, claro, fue un despertar rápido pero también lúdico, pues no era para nada la concepción que ahora se tiene de él”.

De regreso a México ingresó al movimiento feminista mexicano y participó en la creación de Liberación de la Mujer, donde ha permanecido, procurando desarrollar un trabajo académico vinculado al activismo.

“El feminismo en el país se ha modificado mucho en cuatro décadas”: al principio era el despertar, la efervescencia y algo lúdico de cara a la calle, “pese a que no éramos más de 30 personas gritando y haciendo escándalo”, pero ahora que se habla de la tercera ola de esa corriente “pienso que se trata de una continuidad de lo que empezó en los años 70 del siglo pasado y no creo que haya habido una ruptura como para justificar una etapa distinta” por completo, si se considera que en aquel momento la lucha era por la despenalización del aborto y contra la violación y las mujeres golpeadas.

“Eso ha ido evolucionando y aunque siga pendiente la despenalización de la interrupción del embarazo en el país, con excepción de la Ciudad de México, no es la principal bandera ya que hay una más relevante: la violencia, manifestada en su máxima expresión en el feminicidio”.

Ese problema es “la preocupación número uno” para ese sector de la población y se refleja en la enorme cantidad de tesis realizadas en torno al tema, que requiere ser visibilizado y combatido, lo cual ha sido una tarea de mucha gente, incluso en esta casa de estudios mediante programas, entre ellos el denominado Cuerpos que importan.

Las explicaciones para este fenómeno abundan, “pero creo que responde a una especie de revanchismo contra el auge del movimiento y sobre todo contra el avance de mayores libertades que han ido adquiriendo las mujeres”, además de las necesidades de salir, porque quienes van a la maquila en el norte del país no lo hacen para alcanzar libertades o por una postura feminista, sino porque deben laborar en el espacio público, por tradición un sitio de varones, “entonces es una invasión del mundo público de los hombres”.

El feminicidio es una forma brutal de parar el progreso de las mujeres –“tal como se detuvo con una matanza a los estudiantes en Tlatelolco en 1968”– y pretende contenerlas “en seco con la muerte”, como evidencia la situación de violencia generalizada en la que está inserta la dificultad específica de ellas, pero a pesar de esto y de calificativos como “feminazi” usado en todos lados, incluida la academia, las luchas continúan y van cada vez más lejos.

Otro papel significativo es el de las mujeres en la política formal, “una preocupación del feminismo” porque ese ámbito “cambia vidas” y es fundamental entrar en él, aunque el dilema es “cómo hacerlo”.

Apasionada del arte popular, la docente comentó que “desde mi interés feminista trato de conjuntar ambas inquietudes para ver qué hacen las mujeres en México y entender qué nos están diciendo con su arte”.