Arnulfo Roque Huerta-Diario de un profesorPor Arnulfo Roque Huerta

Una de las más grandes satisfacciones que te da el trabajo docente es ver a los educandos felices y entusiastas, pero sobre todo poder ver en su rostro una sincera y natural sonrisa (hasta te contagian); por lo contrario cuando vemos a los chicos angustiados, decepcionados, tristes, lastimados, también nosotros sufrimos con ellos (aunque algunos profesores ni cuenta se dan o no les importa).

Brenda era dueña de una de esas contagiosas expresiones, cada día recibía a sus profesores (incluido yo) con una gran sonrisa que enmarcaba su infantil rostro, no había mañana que no saludara a cada persona con la que se cruzara y le obsequiara ese característico gesto; pero en una clase de tantas con su grupo, las cosas no marchaban bien, lo noté al entrar y ver en sus ojos la ausencia de alegría, de hecho se le notaban unas horrible ojeras que me hacían pensar que no había dormido.

La situación se agravó y ahora Brenda lloraba al despertarse, lloraba durante clases, lloraba en el comedor, lloraba todo el día y gran parte de la noche, muchos confundieron ese llanto con algo pasajero, con la nostalgia que sentía al recordar su hogar, algunos decidieron ignorarla y otros tantos reprenderla tomando esto como un acto para llamar la atención, pero ¿Qué había detrás de este cambio repentino?, ¿Qué había mudado su sonrisa por llanto? Cuando me atreví a preguntarle descubrí lo que la tenía así: era “nada”, pero una nada muy peligrosa.

“Nada”, esa fue su respuesta; aclaro que no fue una respuesta evasiva sino una reflexión, pues al tratar de explicar su situación se dio cuenta que no había forma de darse a entender; solamente una noche se disponía a dormir e hizo recuento de todas las cosas lindas que la rodeaban, de sus momentos felices, de sus personas importantes, de su prometedor futuro, de sus planes y de todo lo feliz que era… enseguida le vino una extraña sensación que llegó sin avisarle y comenzó a consumirla. Pensó en la posibilidad de que todo lo importante en su vida, aquello que la rodeaba y la hacía sentirse tan afortunada simplemente se acabara, se consumiera, se esfumara. Pero todo estaba donde tenía que estar, aun lo tenía todo, entonces lo que en realidad le preocupaba era nada.

Esa nada se mete donde no le invitan (al menos no intencionalmente), consume a las personas, acaba con sus planes, destruye sus sueños y termina con muchas vidas; esa nada tiene un nombre y se llama MIEDO, el cual es una sensación de angustia, de inminente peligro, sensación muy difícil de controlar. Aunque a veces nace por haber vivido una situación traumática, la mayoría de las ocasiones surge de la imaginación y es infundado por otra u otras personas. El miedo es el inicio de la frustración, le gusta convertirse en depresión y siempre viene acompañado del fracaso.

En nuestra sociedad el miedo es implantado desde que se es muy pequeño, los papás buscan la manera de espantar a los hijos para que se duerman temprano, inventando monstruos o fantasmas inexistentes (el coco es el más famoso), cuando lloran en la calle se les asusta con la idea de regalarlo a una desconocida familia (aunque muchas veces la otra familia se ve mejor), cuando crecen se les espanta con secuestro que aunque son probables no tienen por qué ser una ley.

En los colegios los profesores infunden miedos a través de discursos trillados como bajarles puntos, reprobarlos, darles algún reporte, se les asusta con llamar a sus padres y hablar lo peor de ellos, se les amenaza con mandarlos a extraordinarios; los alumnos pierden la confianza y les da miedo participar pues no quieren ser exhibidos por el profesor dictador y “sabelotodo”, no se alegran al ver llegar al responsable de enseñarles, sino temen que el docente llegue a desquitar sus frustraciones con ellos.

La sociedad misma se llena de miedo por salir a la calle y pensar que puede ser asaltada, subir al transporte público es ahora un acto de valentía pues la gente viaja cuidándose de todo y de todos, contestar una llamada desconocida es la ruleta rusa pues se puede tratar de una llamada de extorsión.

Las religiones mantienen con miedo a la gente hablándoles de castigos divinos, de un supuesto purgatorio, del infierno mismo, de un sinfín de historias truculentas y sin sustentos, las cuales han servido para convertir un buen refugio en el primer lugar para señalar e infundir un mayor temor.

Ciertamente en la actualidad nos encontramos con muchas cosas que nos mantienen alerta y con cierta precaución, pero no tiene que limitarnos a vivir con miedo pues vivir así no es vivir. Los padres tenemos la obligación de enseñar a nuestros hijos a enfrentarse a las situaciones que se presentan como obstáculos, de hacerlos dormir con la confianza de que el día de mañana vendrá con mejores oportunidades, que no hay mejor familia en la que pudieran estar que con la que viven, que no serán regalados a nadie pues son muy importantes para nosotros, que nadie los secuestrará pues siempre estaremos atentos a ellos.

Los profesores debemos darles las herramientas necesarias para vencer sus temores a las materias complicadas y enseñarles que con dedicación y esfuerzo se puede alcanzar el éxito, que no vivimos en un mundo de reprobados o reportados, sino de chicos entendidos y en proceso de aprendizaje y aunque los profesores no lo sabemos todo, estamos dispuestos a aprender para poder tener respuestas a sus dudas y que somos dignos de confianza y seguridad.

Como sociedad tenemos la obligación de cuidarnos entre nosotros, de disipar el miedo a través de la cortesía, saludando a las personas, dejar de lado el individualismo y la envidia. Tenemos la obligación de formar ciudadanos educados, con valores y principios para acabar con delincuentes en potencia.

Las religiones tienen que dejar de hablar de castigos y penitencias, enseñando más sobre la vida y el amor, hablar menos sobre el fin de los tiempos y enseñar sobre el inicio de tiempos mejores (conste que religión y Dios no es lo mismo).

El considerado más grande escritor de historias de miedo Stephen King escribió: “Los monstruos son reales y los fantasmas son reales también. Viven dentro de nosotros y a veces ellos ganan.”

Pero yo digo, nosotros tenemos todo para vencer la nada, vivamos confiados que nuestros planes y proyectos siempre serán exitosos y que lo que lleguemos a perder siempre será porque viene algo mejor en camino.