Por: Melisa Carrillo Rojas

Al día de hoy, pareciera que el éxito obtenido por Rogers Waters y David Gilmour, ha enterrado a la figura que hizo posible toda la magia psicodélica que caracterizó a Pink Floyd.

De Syd Barrett se sabe que inspiró algunas de las canciones más emblemáticas del grupo, como “Wish You Were Here” y “Shine On Your Crazy Diamond”, cuyo título incluso está compuesto por las iníciales de su nombre.

Pero de la leyenda de Syd, apenas queda algo.

Fue un 6 de enero de 1946, cuando el genio Roger Keith Barrett, llegó a este mundo. Un chico  que desde sus primeros años demostró aptitudes musicales y literarias, y cuya personalidad quedó marcada por el prematuro fallecimiento de su padre.

El apodo de Sid, lo tenía desde su infancia, cuando imitaba al comediante Sid James, y posteriormente, debido a un bajista de jazz de su ciudad natal, llamado Sid Barrett. Roger tomó el nombre pero cambió la “i” por una “y” para evitar confusiones.

Syd, Waters y Gilmour se conocieron a temprana edad, y ejercieron la batuta de la banda en diferentes momentos, sin embargo fue Syd quien le dio el nombre a la agrupación, homenajeando a Pink Anderson y Floyd Council, dos cantantes de blues del estado de Georgia.

El joven Syd se convirtió en una figura relevante en su ciudad natal, en la primera mitad de la década de los 60s, cuando colaboraba con bandas de blues y jazz.

Posteriormente, en su estancia dentro de Pink Floyd, aportaría innovaciones como efectos de sonido en las presentaciones, y su radiante guitarra de círculos de espejos.

El ingenio de Syd, llevó a la banda a un éxito prematuro con su primer álbum, The Piper at the Gates of Dawn, compuesto en mayor parte por él mismo. Desde entonces, a la vez que su sonido espacial y psicodélico atraía seguidores, Syd pasaba una mayor parte del tiempo viajando  por medio del LSD.

Empezó así la decadencia de un genio. El prematuro éxito que obtuvo con piezas como “See Emily Play” “Arnold Layne” y “Astronomy Domine”, fue reemplazado por una personalidad impredecible, comportamientos inapropiados en las presentaciones, y una inminente pérdida de control.

La banda tuvo que enfrentarse a una encrucijada, ya que la cancelación de las presentaciones era cada vez más común, y las acciones de su líder eran impredecibles. Por lo que optaron por mantener a Barrett como compositor e integrante de la banda tras bambalinas, hasta que la situación fue insostenible.

Tiempo después de que la banda lo hiciera a un lado, Barrett logró sacar tres discos más en solitario, con la ayuda de Gilmour y diversos productores. Pero en la única presentación que se realizó en ese entonces, Syd se retiró poco después del inicio. Aparentemente ese sería el fin de la leyenda.

Los problemas que el músico tenía con las drogas, agravaron la esquizofrenia que lo atormentaba, y Syd Barrett abandonó los escenarios para recluirse en casa de sus padres.

No obstante, la influencia de Barrett en la banda nunca terminó. Éxitos como “Brain Damage” y “Eclipse”, están inspirados en el líder fundador, y el sentido innovador que inició Keith, acompañó a la banda hasta el momento de su separación.

A pesar de que Barrett continuó recibiendo regalías por derechos de autor y el éxito de Pink Floyd, fue empujado a firmar un contrato que lo desligaba con la banda y sus trabajos futuros.

En 2006, ante la sorpresa de la banda y el resto del mundo, Syd Barrett falleció  debido a un cáncer.

El caso de Syd es lamentable, un genio y visionario que perdió todo; su banda, sus amigos, su obra, e incluso a sí mismo; mientras viajaba a galaxias lejanas que lo apartaban cada vez más de la realidad.

Sin embargo, su música permanece al día de hoy, y acompaña, (como acompañaba al propio Syd), a todas las almas que transitan en este viaje, y que en algún momento se han sentido tan perdidos o atormentados como él.