Por: Aldo Herrera

Los amorosos, un poema de Plabo Neruda, me servirá para decir que hay cosas en el pasado musical que poco, a veces, entienden los jóvenes; los amores, la música romántica, directa al corazón, aquella que con acordes y voces de tenores o no, nos transportan por las viejas calles, los centros nocturnos hoy inexistentes, que poco se tocan en estaciones de radio comerciales. Son canciones, dirían muchos, para ‘viejitos’. ¿Cuántos hoy enamoran con esas composiciones?, melodías que describen los amores y desamores con música de piano, guitarra y acompañamientos que pueden sonar a ‘viejo’.

Cuántas calles se han pisado sin conocer a Agustín Lara, Toña La Negra, Nelson Ned, Armando Manzanero. O han disfrutado la breve cintura de su compañera, esposa, novia, amiga, sobre una duela o suelo pulido con la magia de un momento único, íntimo, al compás de Ray Coniff.

Deleitarse con la mano de la bella acompañante en el hombro y suavemente su cabeza en los hombres de quien supuestamente dirige el baile breve, infinito. Cuando en realidad ellas enamoran con su andar, su abrazo corto, su perfume, su vestir, su cabellera blonda o lisa, corta o larga y despiertan los más dulces sueños.

Todo ello acompañados de letras que hicieron que algunos padres o abuelos desafiaran las ‘buenas costumbres’ de la época para llevar  sus amadas a un instante mágico de encuentro, roce y deseo.

Como poseer un amanecer, una aurora, una estrella. Deslizar, suavemente, por el talle, la espalda o simplemente dar pasos breves, entallados, deliciosos, con melodías capaces de llevar a momentos de amor profundo o el más descarnado desamor.

Con Pedro Vargas interpretando de fondo, Eydie Gorme o Carlos Gardel. Como en la cinta Perfume de mujer, simplemente deslizándose sobre el piso con maestría para ejecutar un tango o simplemente una balada.

Ello es como deslizarse suave entre los versos de Los Amorosos de Neruda:

Los amorosos callan. 

El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Canciones de recuerdos, dulces o amargos, que al compás de Humo en tus ojos o El Mar, pueden llevar no sólo al encuentro de dos que se aman luego de una boda. Melodías que cuentan historias y rompen la lejanía al contacto de dos que disfrutan la música y su acompañante.

Que hablan de deseo…

México era otro de noche. Tomar asiento, pedir un trago. Bailar. Desde la óptica masculina admirar los vestidos largos, cortos, con gran escote o sin él, la maestría de los ejecutantes. Eran noches de bohemia o gusto por voces que en muchos casos forman parte de la historia.

Bienvenido Granda, Lucho Gatica o Julio Jaramillo eran los desamores. La Sonora Matancera y la Sonora Santanera acompañaban ambos extremos.

Se puede ir de la intimidad de Vargas con un sonido suave, empolvado, el que dibuja con melodías y letras sentimientos y memorias sobre un fondo blanco y negro, hasta el agudo y delicioso sonido de las trompetas y timbales.

Para esos recuerdos y deseando despertar un gusto por esa música ‘para viejitos’ entregamos a ustedes no recomendaciones, simplemente una muestra de melodías que como Caminito, pueden llevaros a esos placeres que pueden estar en cualquier sala en momentos de encuentro y placer.

Como diría Silvio Rodríguez, “Aunque no esté de moda”.