Por: César Cuervo

El futbol da sorpresas y la de Portugal al derrotar a Francia en la final de la Eurocopa disputada en su casa es una de ellas. Hace 12 años, la selección portuguesa llegó a la final de la justa continental como local ante una Grecia que se instaló en esas instancias de manera sorpresiva y con un estilo de juego defensivo que sorprendió al mundo. En aquella ocasión, los griegos dieron la sorpresa al derrotar 1-0 a los locales, quienes tenían una de las mejores generaciones de su historia, un joven Cristiano Ronaldo ya figuraba a la edad de 18 años.

En aquel partido, la selección griega se dedicó a nulificar los intentos de marcar por parte de los atacantes portugueses durante todo el partido. Grecia terminó coronándose campeona de Europa ante la sorpresa de propios y extraños, además de la clara decepción de Portugal. Hoy, el mismo CR7 y todo Portugal recibieron aquello que se les fue negado injustamente hace 12 años, tal vez, de la misma forma injusta con la que perdieron ese partido, pero lo lograron

La gloria se les negó hace 12 años, sin embargo, hoy son campeones de Europa en el momento menos pensado y en donde nadie creía en ellos. Lo de Portugal para nada es un tributo al juego ofensivo y de buen futbol, hoy los ibéricos se coronaron con orden defensivo y con contundencia al ataque. Lo de “CR7” es admirable, hace 12 años terminó con lágrimas de tristeza en los ojos y hoy culminó con lágrimas de alegría pese a no estar en la cancha con sus compañeros.

Cristiano Ronaldo demostró hoy su personalidad, el liderazgo que ofrece sobre sus compañeros pese a no estar presente en el terreno de juego. Ronaldo hoy no sudó la camiseta al correr tras el balón, pero si pegó los gritos necesarios desde la banca para apoyar a sus compañeros cuando ellos más lo necesitaban. El día de hoy, aunque no haya jugado 97 minutos, Cristiano tuvo un papel protagónico en la cancha del Stade de France.

12 años después de aquella tragedia de Lisboa, Portugal y Cristiano Ronaldo recuperan lo que por decreto era suyo de la misma forma en la que los griegos se los quitaron en aquella noche.