Por: Melisa Carrillo Rojas

El día de ayer, a la una de la tarde, tuvo lugar un evento que se ha vuelto una tradición en el estado de Puebla, me refiero a Sinfonía Vapor, un concierto al aire libre que se lleva a cabo desde hace 12 años en el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos.

Foto: Mugs / Fernando Nava

Foto: Mugs / Fernando Nava

El programa fue interpretado por la Filarmónica 5 de mayo, bajo la dirección de Fernando Lozano, la Banda de Música de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de Puebla, con Abraham Ibáñez Acevedo como director, así como la participación especial de la locomotora de vapor OdeM2.

El concierto fue dedicado a la memoria del señor Emilio Sacristán Roy, economista y fundador de la Asociación Mexicana de Ferrocarriles (AMF), quién realizó un importante trabajo en la promoción del ferrocarril como medio de transporte y fue uno de los impulsores de la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México en 1995.

En el evento estuvo presente la familia de Emilio Sacristán, Lorenzo Becerril de la Fototeca de Puebla, y Teresa Márquez Martínez, directora del Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero.

El programa comenzó con Obertura de “La urraca ladrona” de Gioacchino Rossini, compositor italiano conocido por sus óperas cómicas.

Foto: Mugs / Fernando Nava

Foto: Mugs / Fernando Nava

La pieza inicia con un retumbe de tambores y una entrada majestuosa que pareciera anunciar a un rey. Posteriormente, a partir del jugueteo de los violines, un estruendo repleto de energía y fuerza invade el ambiente. Pareciera que nos adentramos en un viaje maravilloso, en el que casi podemos ver a la urraca haciendo de las suyas mientras es perseguida.

La siguiente melodía Dios nunca muere, pertenece al músico oaxaqueño Macedonio Alcalá. Se trata de un vals con evidente sonido oaxaqueño, que nos remonta a las fiestas y ferias del estado.

Posteriormente, se interpretó Las cuatro estaciones (Aguascalientes, San Luis Potosí, Puebla y Veracruz) de Arturo Márquez, un reconocido músico sonorense, cuyas obras hoy forman parte del repertorio universal de la música latinoamericana.

La composición describe a las locomotoras de los cuatro estados, mediante un ritmo constante como el andar de un tren. A lo largo de la pieza se escuchan guiños al ferrocarril, a tal punto que no estás seguro de donde provienen ciertos sonidos, si de la orquesta o del silbato de un tren.

Foto: Mugs / Fernando Nava

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La ejecución de los músicos nos lleva a disfrutar por un recorrido en ferrocarril, desde el momento en el que la máquina arranca, su lento andar al salir de la estación, y el constante aumento de velocidad que la caracteriza. El sonido de la máquina de vapor se desvanece poco a poco, anunciándonos su distanciamiento hasta que no podemos oírla más.

A continuación, los instrumentistas nos obsequiaron con el Danzón N° 2, también de Márquez, pieza con tientes románticos que va subiendo poco a poco, hasta un punto en el que el ambiente se envuelve en una fiesta estruendosa y llena de energía. Indudablemente fue una de las piezas con mayor fuerza y que el público disfruto ampliamente.

Foto: Mugs / Fernando Nava

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Para cerrar con broche de oro, se interpretó Sinfonía Vapor, pieza que da nombre al concierto y la favorita de niños y adultos. Se trata de una partitura de Melesio Morales, quien fuera protegido de Antonio Escandón, uno de los primeros impulsores de la locomotora en el país.

Foto: Mugs / Fernando Nava

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Escandón planeaba por 1869 la inauguración del ramal ferroviario de Puebla-Apizaco, el primero que uniría dos ciudades importantes de México. Por lo que su músico favorito y amigo de la familia Melesio Morales, se propuso componer una pieza festiva y descriptiva que luciera en la ceremonia de inauguración, la cual se llevó a cabo el 16 de septiembre de 1869 en Teatro Guerrero de la ciudad de Puebla, en presencia del presidente Benito Juárez.

Sinfonía Vapor es una obra novedosa y singular, compuesta para tocarse al aire libre y en un lugar inusualmente amplio. Morales hace uso del espacio y emplea a una banda militar tocando a cierta distancia de la orquesta.

Foto: Mugs / Fernando Nava

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La obra comienza repleta de energía, y llena de entusiasmo que embelesa al público, el cual deja llevar como en un sueño. De pronto, parece oírse el silbato del tren, pero sucede por sólo un momento. La orquesta continúa y el público vuelve a hipnotizarse por el sueño. De pronto una locomotora se anuncia con estruendo y aparece a un costado del escenario. El público enloquece, niños y adultos por igual corren a ver la locomotora, mientras que los ferrocarrileros saludan desde la máquina.

La orquesta sigue tocando y la locomotora se despide al mismo tiempo que se aleja.

Después de un breve tiempo y al comprender que es hora de regresar a sus lugares, la gente se repliega y vuelve a poner atención a la orquesta. La melodía vuelve a embelesarlos, y de pronto, el silbato del tren los saca de su ensoñación, mientras que la locomotora reaparece al costado del escenario. El público corre a verla, y la orquesta termina entre los silbidos de la máquina y los aplausos del público.

Foto: Mugs / Fernando Nava

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El efecto deseado por Morales se ha cumplido de nuevo. En la partitura del músico se indica con precisión el tiempo exacto en que la locomotora participa, llamando con su silbato y el momento en que se pone en marcha. Logrando un efecto mágico, en el que después de imaginarte el paso de la locomotora, la máquina se abre paso en la realidad.