Por: Redacción

A cinco años de la muerte del poeta español Tomás Segovia, la lucidez de su verso fue evocada a través de su hijo Rafael, su nieta Mariana Villanueva y sus amigos Antonio Capella y Teresa Espinasa, durante el Homenaje a Tomás Segovia: De la amistad, que se llevó a cabo en el marco del Di/verso. Encuentro de poemas en la Ciudad de México 2016.

Familiares y amigos narraron al público algunas anécdotas del autor de Orden del día (1988), leyeron fragmentos de su obra y recordaron las particularidades de su trabajo literario, que lo llevaron a ser acreedor al Premio Xavier Villaurrutia en 1972, al Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 2005 y tres años más tarde al Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.

“Si alguna cosa diferenciaba a la poesía de Tomás de la de sus contemporáneos, es precisamente que él se movió siempre en una esfera en la que la poesía era fundadora de mitos; no de mitos engañosos, mitos que enseñan, mitos didácticos que permiten a la humanidad entender cuál es su destino”, destacó Rafael Segovia en el Patio Principal del Museo de la Ciudad de México.

Mientras recordó su sonrisa inteligente, señaló que su padre “reveló a los otros su lucidez” en cada creación poética, a través de una “especie de fórmula —necesaria en el arte—, en la que el artista se convierte en su propio mito y puede contarlo”.

La artesanía Tomás la vivió de una manera muy significativa, detalló Rafael Segovia; para él era una especie de emancipación basada en una relación profunda con la materia, hasta ser capaz de transformarla. “Su desobediencia era silenciosa y discreta, donde se volvió autónomo y encontró en ella esa soledad en la que halló la reivindicación profunda de la libertad”, expresó.

Recordado por su nieta con un abuelo poco común por su cercana y activa relación con las computadoras, Mariana Villanueva compartió con el público la admiración que sus amigos expresaban cuando ella les decía que su abuelo, además de poeta, era bloguero.

“Me gustaba presumir que mi abuelo escribía poemas increíbles, filmaba y editaba sus propios videos, pero lo que más me gustaba de él era que tenía esa cosa que te da ser nuevo en algo”, compartió.

“Tenía mirada de extranjero, como si pudiera guardar esa distancia justa necesaria para poder ver lo que de otra forma es invisible, ¿cómo hacer para nunca acostumbrarse a nada, para no dejarse enceguecer por el arraigo? (…). Tenía esa expresión de querer atrapar un momento y devorarlo con todos los sentidos, vivía en la bocanada del asombro”, describió Villanueva.

Así también lo inmortalizó en su mente Teresa Espinasa, hija del editor de cabecera de Tomás Segovia, el también poeta José María Espinasa, director de Ediciones Sin Nombre, cuya amistad con Segovia nació desde su infancia: “para él la poesía no se inventaba, tenías que vivirla, observarla; me enseñó a ver la poesía en las pocas cosas, en lo cotidiano, a contemplar y ver poesía en todo”.

Para Teresa Espinasa, Segovia fue un escritor valiente y congruente como pocos, de esos que cada vez hacen más falta en el mundo, por lo que subrayó “que es importante recordarlo y leerlo, para que no pase desapercibido. Me declaro promotora de su obra no sólo por la labor editorial de mi familia, sino porque siempre lo recuerdo, lo cito y lo comparto”.

De una amistad de más de 20 años nutrida de pláticas, recuerdos e intimidades pasadas, Antonio Capella recordó algunas anécdotas con Segovia, como la primera vez que leyó su traducción de “Hamlet”, de William Shakespeare, la primicia de algunos de sus poemas y algunas de sus reflexiones constantes.

“Estaba en Madrid en el mes de julio, con un calor verdaderamente sofocante, en casa de Tomás y María Luisa, acompañado sólo de ella, cuando él llegó del café donde solía escribir y nos preguntó: ¿Quieren ustedes que les lea lo que acabo de escribir? Es un poema de reflexiones sobre la vejez” explicó Capella antes de leer en voz alta “Horas libres”, publicado en Salir con vida (2003).

La obra de Segovia cobró vida en el Patio Principal del Museo de la Ciudad de México, recinto de la Secretaría de Cultura capitalina, a través su nieta Mariana Villanueva, quien compartió el poema titulado “Mientras”; su hijo Rafael Segovia leyó el preludio de “Anagnórisis” (1967) y Teresa Espinasa, “El añorante”, de Día tras día (2005), además de “Besos” por mencionar algunos poemas, que también fueron leídos por el público.

“Tu sexo triángulo sagrado besaré/ besaré besaré / hasta hacer que toda tú te enciendas /como un farol que flota locamente en la noche”.

Como una forma de conmemorar el legado literario de Tomás Segovia y perpetuar la lectura de su obra, Di/verso. Encuentro de poemas en la Ciudad de México —organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en colaboración con la Coordinación de Difusión Cultural, la Dirección de Literatura y el “Periódico de Poesía” de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)—, realizó durante su penúltimo día de actividades el Homenaje a Tomás Segovia: De la amistad.

Un acercamiento al verso de otros países

Durante la jornada de actividades de este sábado 19, a partir del mediodía se realizaron en el Museo del Estanquillo las mesas de Lectura de Poemas I y II, en las que participaron 14 poetas, quienes compartieron algunos fragmentos de su obra más reciente, así como elementos clásicos de su trayectoria poética.

Moderada por el poeta mexicano Manuel Cuautle, la primera mesa reunió la voz de Silvia Eugenia Castillero, Eduardo Cerecedo, Ileana Garma, Enrique González Rojo, Tamara Kamenszain (Argentina) y Rodrigo Rojas (Chile), quienes en primera instancia agradecieron a los organizadores la invitación al encuentro.

Durante la segunda mesa se contó con la presencia de la poeta cubana Odette Alonso, quien leyó para el público “Lo que transcurre”, “Marea alta” y “Juego de niñas”, entre otros; la poeta mexicana Ingrid Bringas compartió “Mujeres que hablan con las manos”, “Retrato de familia” y “Todas esas mujeres delgadas”; el poeta Jorge Posada, quien además de celebrar la difusión de su obra destacó la importante participación de mujeres en el encuentro, y la poeta argentina Laura Wittner, quien leyó “Otra ciudad”, “Recordatorio desde la cordura” y “Viento”.

“El encuentro es muy satisfactorio, hay poetas de distintos países, lo que da no sólo una idea de las tendencias hacia las que se dirige o está la poesía actual, sino que además da una visión en conjunto de Latinoamérica y más allá. En este mundo globalizado en el que vivimos, donde todo pareciera estar mucho más cerca, es una alegría que nos una la poesía”, expresó en entrevista Odette Alonso.