Por: Redacción

La riqueza cultural de los pueblos otomí, mazahua, ocuilteca, matlatzinca, chichimeca-jonaz y pame que desde 1964 forman parte del vasto recorrido cultural del Museo Nacional de Antropología, ofrece nuevas lecturas a los visitantes con la remodelación de la Sala Otopame, inaugurada la mañana de este miércoles 12 de octubre.

Con un nuevo discurso curatorial que abunda sobre las cosmogonías de estas culturas con base en nuevas investigaciones, la sala fue abierta al público con la presencia de Diego Prieto Hernández, encargado de la Dirección General del Instituto Nacional de Antropología e Historia; Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología; Alejandra Frausto, directora general de Culturas Populares de la Secretaría de Cultura y Juan Manuel Garibay, director de Museos del INAH.

Diego Prieto Hernández afirmó que esta Sala Otopame forma parte de una nueva visión museística con la que se busca renovar el Museo Nacional de Antropología en la búsqueda de integración de la riqueza indígena al conocimiento de las nuevas generaciones de México.

El responsable de la Dirección del INAH afirmó que en el recorrido se podrán conocer las costumbres, las indumentarias, los objetos, las tradiciones y ciclos que marcan la vida del tronco otopame, todo ello con un enorme cuerpo de investigación que forma parte del proyecto de etnografías en el que participan más de 80 profesionales del INAH.

“En estos 15 nuevos módulos temáticos proceden de variantes como lenguas, mitologías, ciclos rituales y calendarios agrícolas, que dan cuenta de cómo los pueblos indígenas con su presencia construyen la identidad y al mismo tiempo la pluralidad como nación”.

Agregó que las salas integran las técnicas de trabajo agrícola, la tecnología textil, la crianza de animales, las danzas, la música, los sistemas de creencias y todos los elementos que crean códigos de identidad que revelan al mismo tiempo los lugares y climas que rodean a estas comunidades, las cuales abarcan a Guanajuato, San Luis Potosí, Hidalgo, Michoacán donde los otopames forman una gran familia lingüística.

Antonio Saborit dijo que detrás de la renovación de esta sala hay muchas horas de trabajo y el esfuerzo de investigadores que han mantenido un sólido discurso científico.

“Les damos la bienvenida a este nuevo esfuerzo que busca ampliar el conocimiento sobre nuestras culturas y la riqueza de las comunidades que cimientan nuestra nación”, señaló.

Durante el recorrido inaugural los asistentes pudieron conocer objetos que muestran cómo la milpa es el centro de un sistema agrícola que aún conserva herramientas de origen prehispánico y que en cientos de años se han relacionado con los ciclos y rituales.

En la exposición se muestran adornos con cascabeles, cajas con decoraciones rituales y cruces con hilos que forman parte de los objetos de poder sagrado de los pueblos otopames que sirven para resolver problemas, presidir asambleas o guiar el camino en las peregrinaciones.

Asimismo, se muestra la conexión entre la elaboración textil y todos los niveles cosmogónicos de la comunidad. La tela de estos pueblos se elabora con tafetán y se adorna a través del teñido para obtener el jaspeado llamado ikat y el estampado selectivo denominado tritik y plangi.

En el módulo dedicado a la música se muestran los instrumentos elaborados por las comunidades otopames y como los ritmos dan lugar a las danzas que se llevan a cabo en lugares sagrados como cerros, manantiales, panteones o atrios. Los carriceros, mecos, xitas y palo volador son algunos de los bailes de los mitos de origen de estas comunidades y otros se relacionan con la evangelización colonial, tal es el caso de los bailes de los santiagueros, caballitos y matachines.

En la sección dedicada al Día de Muertos se presenta un altar tradicional del tronco otopame que incluye arcos florales, papel recortado, coronas, tamales, mole, tortillas, pan copal y velas.

Finalmente, en la línea temática dedicada a La fiesta del carnaval y las primicias, se explica cómo en este ritual se hacen conexiones con los ritos de fertilidad agraria y al mismo tiempo con la evangelización se venera a los ancestros, al diablo y a los espíritus malignos con el fin de contrarrestar su mal sobre la tierra.

En este sentido el Carnaval de la Cruz Blanca tiene al diablo como figura central a través de los atuendos de los danzantes y de una figura de paja dispuesta en un altar.

La Sala Otopame se encuentra abierta al público en la sección etnográfica del segundo nivel del Museo Nacional de Antropología de martes a domingo de 9:00 a 19:00 horas.