Por: Oswaldo Rojas

María del Pilar Montes de Oca Sicilia es la fundadora de Algarabía, una de las revistas más vendidas de la ciudad. La acérrima lectora de Javier Marías y directora general de la publicación cuenta cómo se puede hablar y escribir  de todo: basta con mirar con asombro por todos lados.

A 15 años del número uno, Algarabía se consolida como una publicación que mes a mes coloca en quioscos y escaparates 100 mil ejemplares – una cifra que pocos pueden presumir –, que ha generado una creciente colección de libros lúdicos, serios y otros no tan serios, y con presencia en todas las plataformas digitales. El trabajo de esta revista ha revalorado el concepto de cultura devolviéndole su natural sentido popular.

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Sería bueno comenzar por sus orígenes, su formación y sus gustos.

Nací aquí en la colonia del Valle, mi mamá es de las Islas Canarias y mi papá es mexicano. Estudié en escuelas laicas y aunque tuve una formación religiosa bastante intensa hoy en día yo me declaro atea. Cursé letras en la facultad de filosofía y letras de la UNAM y luego hice un doctorado en la complutense de Madrid. Me encanta todo lo que tenga que ver con el lenguaje.

Yo especialmente soy una persona muy dedicada a la parte del dato: me gusta mucho saber cosas, entender frases, aprender de memoria. También me encantan las canciones y me encantan los poemas; las citas, las frases de mamá y de las abuelitas. Soy aficionada a todo lo que tiene que ver con la palabra y con lo que la palabra nos hace ser.

¿Cómo se dio la idea de hacer una revista cultural que se centrara en el lenguaje?

En 1993 fundé una empresa de servicios lingüísticos llamada Aljamía. Empresa que se dedica al estudio de estructuras lingüísticas, la corrección de estilo, generación de conceptos, entre otras cosas. En 1999 hicimos un boletínsito que mandábamos a todos lo clientes, boletín que en 2001 se convirtió en Algarabía.

 ¿Aljamía fue tu primera incursión editorial o habías tenido una experiencia anterior?

No, tuve muchas experiencias editoriales porque hice mi servicio social en el Fondo de Cultura Económica que era la editorial, en ese entonces, más prominente porque estaba Adolfo Castañón y Christopher Domínguez Michael. Además de mucha gente renombrada en el escenario de la edición, del conocimiento e investigación. Después no tuve contacto con la editorial porque por el doctorado me dediqué por mucho tiempo a la investigación.

 ¿Por qué se decidieron a convertir Aljamía en Algarabía?

Fíjate, nunca se convirtió, Aljamía sigue existiendo como empresa, lo que pasó fue que en un país como México cuando tú vas creciendo en una área pues la otra la vas dejando de lado. Esa empresa requería mucho tiempo mío y de las socias originales. Ahora lo que más se ve es Algarabía.

Entonces, ¿ustedes ya tenían el concepto de Algarabía o fue hasta que se deciden a hacer la revista que comenzaron a pensar en el?

La revista no tenía nada que ver con Aljamía. En el origen era apenas un boletín, sí tenia temas de comunicación y mercadotecnia, pero no pasaron más de tres números cuando la revista despegó. Desde el inicio ya se veía una estructura que es la de ahora. Es decir, Algarabía ha conservado su espíritu primigenio.

Pilar Montes de Oca

¿Cuál es ese espíritu?

Todo, todo, todo: es interesante. La cultura no solo está en las bibliotecas o conservatorios o en las salas de conciertos o en los museos, no. También está en el día a día y en lo que nos rodea. Algarabía reúne esos dos tipos de cultura para decirle a la gente “la cultura no duele”, “leer no aburre”. La cultura es para todos porque a todos nos pertenece. La gente no tiene que ponerse de puntitas para alcanzarla.

El mexicano o ve el canal de las Estrellas y lee H para hombres o es culto; pareciera que no hay un punto intermedio. Algarabía le dice a la gente “tú no tienes que saber nada, ni ser nadie en específico para poder gustar de la lectura, del conocimiento, la palabra, de una idea: de la cultura misma”. Y de paso divertirte porque la revista siempre ha tenido mucho de divertimento.

Uno de los sesgos más reconocibles en la revista es el lingüístico, ¿cómo lo han convertido en algo atractivo?

Es una especie de hilo conductor y nos hemos dado cuenta de que la lengua es bien taquillera. A la gente le gusta saber la forma correcta de escribir, como se habla en otros lugares, sobre palabras intraducibles. Solo hay que hacerlo ligero porque si te hablo del morfema, lexema y grafema te va a dar una hueva cósmica. Pero si yo te cuento que hay unas lenguas llamadas pidgins que tienen que ver con los conquistadores se vuelve un dato curioso. Es contarlo de forma simpática.

Aunque conserva esa esencia que mencionas, ¿a lo largo de los años cuáles son los cambios que tú has visto en la revista?

Ha tenido muchísimos cambios en cuanto a número de paginas y  formato, pero sobre todo ha crecido. Empezó a estructurar otros tipos de secciones, cada vez son más, y sobre todo ha cambiado en la forma en que presentamos la información. Tal vez en un inicio había más letras seguidas, pero ahora esta llena de infografías, recuadros y gráficas. Hoy en día la gente es más visual.

Cuéntame de uno de los cambios más radicales que se han hecho en la revista.

Nosotros vivimos del lector, no como otras revista que viven de los anunciantes, así que hemos tratado de hacer una mejor mezcla de esa cultura elitista y de la popular. Porque si tú haces números muy elevados la gente los ve con miedo. Tenemos que hacer cosas como el número de Frida Kahlo.

Existen diversas revistas dedicadas a la cultura, así que cuando surgió Algarabía, ¿qué fue lo primero a lo que se enfrentó?

Tenemos un gran problema que no ve la gente. Para las instituciones gubernamentales yo soy una niña pija que puso su revista porque tiene mucha lana, por lo tanto no deben ayudar a un empresa como Algarabía porque es “privada”. Para los anunciantes Algarabía es muy cultural como para anunciar tarjetas de crédito, coches, café o iPads. No es fácil.

El gobierno ve a la revista demasiado hecha como para darle una beca o subsidio y por otro lado los anunciantes que están acostumbrados a comprar la revista de Marta Debayle la ven en exceso cultural. Ese es el problema al que nos hemos enfrentado desde el inicio. A pesar de eso, Algarabía es la segunda revista más vendida en los Sanborns.

Mira, a la gente, la revista le gusta de verdad, no es el caso de TVyNotas que es para tirarse o el de Letras Libres que cansa. Por eso nuestra parte fuerte es el lector, pero en la parte de publicidad y subsidios no tenemos seguridad.

Estamos en la transición de los medios impresos a los digitales, ¿Ustedes cómo están haciendo ese  esfuerzo?

Tenemos que ir conquistando espacios en la medida de lo posible, aun cuando se siguen vendiendo más números impresos que digitales. Pero no sabemos cuanto durará eso. Lo importante de esto es darnos cuenta que las estructuras de comunicación han cambiado y que nosotros no vendemos papel sino contenido. A mí no me interesa si la revista está encapsulada en una mica, si la hago en escritura cuneiforme o en una tablet. Estamos explorando esas nuevas formas que además son más interactivas, donde el lector no solo es lector.

En internet, la gran mayoría de la gente que entra a una página, del noventa porciento pa’rriba, entra por redes sociales.

En Facebook somos un monstruo, pero olvídate de los Likes,  el feedback es impactante. Aunque eso no quiere decir que  todo nuestro público está ahí ni viceversa. El problema es que se ha convertido en un sitio del que la gente ya no sale para consultar otros contenidos, porque por lo general la información ya está dentro del propio Facebook.

¿Qué tanto eso se ha convertido en un problema?

Uno enorme porque quieren cobrarte como empresa. Yo creo que tenemos que consolidar el tiraje y ver si se puede crecer, vender más y estar en más lugares. Eso nos daría una estabilidad económica que nos permita sostener el crecimiento digital.

Sobre el lenguaje me gustaría que explicaras lo que comentaste al principio, eso de lo que “la palabra nos hace ser”.

La lengua como fenómeno cultural es netamente humano: hablamos porque pensamos y pensamos porque hablamos. La lengua nos estructura y da identidad. Yo le digo a mis alumnos, ustedes se pueden poner el traje más caro y un Rolex, pero a la hora de hablar la lengua los va a traicionar. La lengua es nuestra tarjeta de presentación.

La edad, el sexo, el lugar de nacimiento, el nivel sociocultural, lo que lees y lo que no lees, todo esta estructurado en la lengua. Pero más allá de eso, los limites del lenguaje son los limites de un pensamiento, al final son lo que yo puedo llegar a ser.

Y lo que yo me digo a mi mismo de lo que soy esta dentro de la lengua. Cuántas veces me he dicho “ay que pendejo, ay que pendejo”, pero esas cositas se van quedando y luego tienes una novia y ella te trata mal porque te lo has dicho miles de veces, así que terminas creyéndotelo. No hablo de algo esotérico, sino de algo que va de lo social a lo psicológico y de ahí a lo factual.

Has llegado a decir que lo que se hace hoy en los diarios no es periodismo

Digo que si no es la nota copiada, es el maquinazo. No sólo en los diarios, también en las revistas, es la ley del mínimo esfuerzo. Abre una editorial de alguna revista de señoritas (moda y belleza) y dime si aprenderás algo o te darán un buen dato. No, nada. Eso no es periodismo.

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