Por: Jenifer N. Luna

La lluvia no detuvo a los fans de Pink Floyd de ver en vivo algunos de sus más grandes éxitos. Roger Waters, fundador de la banda británica, regresaría al Foro Sol después de cuatro años, donde el espectáculo The Wall llenó de nostalgia a los asistentes del concierto.

Animals, The Wall, Wish You Were Here y Dark Side Of The Moon, fueron los cuatro discos que conformaron las dos horas y media de concierto. Impermeables amarillos, rojos, transparentes, azules, grises, paseaban en los interiores del Foro Sol. Las cervezas, pizzas, costillas, alitas, cigarros, donas, Maruchan, esquites, refrescos, eran ofrecidos con gritos por los vendedores. El acomodador indicaba los lugares con su lámpara.

El cemento húmedo, cubierto con impermeables, hules, papel, era el único modo de descansar del largo camino que los había llevado a estar en ese preciso momento, disfrutando de un concierto memorable. La cercanía con las personajes de al lado permitió cortas pláticas, el tema de Roger en el Zócalo y la posibilidad de verlo debido a lo que podrá hacer en el centro de la Ciudad era imposible de evadir. Las fotos de los afortunados y pacientes que lo vieron afuera de su hotel eran presumidas a los demás.

—Sí, llegabas bien temprano y sí eras el primer en llegar tenías que hacer una lista con los que iban llegando para que cuando saliera no hubiera problemas —explicaban, señalando la pantalla de su celular con emoción.

Los minutos corrieron con rapidez. Desde lo alto se pudo ver a la gente de abajo disfrutar de la explanada, las bocinas alrededor del recinto que darían al espectáculo un sonido envolvente característico de Roger. A las nueve en punto la pantalla alargada del escenario se prendió, dejando ver la superficie de la luna.

—¡Dark Side Of The Moon! —gritó un muchacho.

La expectativa creció a cada segundo, a cada minúsculo sonido que emanaba de las bocinas. Las luces seguían encendidas. La gente estaba llegando, la pantalla se prendía y apagaba, todos aprovechaban el momento para tomarse fotos, mandar los últimos mensajes.

Roger Waters

Cuando el reloj dio las nueve y media de la noche todo se sumió en la oscuridad. La superficie de la luna avanzaba hasta una esfera color plata. Los músicos entonaban los primeros acordes, los fans prendieron la cámara, el grito de Speak to me/Breathe ocasionó aplausos y ovaciones. El concierto acababa de empezar y ya parecía el mejor del mundo.

Dark Side Of The Moon daba su entraba. Los relojes de Time enloquecieron a la audiencia, la caja registradora de Money regresó a muchos a su juventud, las coristas pusieron a tope su voz para conseguir que The Great Big In The Sky sonará igual que en el disco.

Pink Floyd fue pionero del rock psicodélico de los años 60. Muchos decían que no necesitabas darte un toque para disfrutar de su música, que con solo cerrar los ojos podían sentir lo que las drogas le hacían a tu cuerpo y hacer un viaje al universo para volver a la tierra. Eso fue lo que sucedió en el Foro Sol. Los fans, inmersos en las notas, apenas si bailaban, apenas si se movían. Los gritos sólo salían cuando eran necesarios, cuando las ganas de ovacionar el talento de Roger Waters eran más grandes que la solemnidad de disfrutar las canciones a la antigua.

Wish You Were Here entró con Shine On Your Crazy Diamond, dedicada por Waters para las madres, hermanas, hermanos, tíos, papás, para todos, porque en el fondo todos tenemos un diamante loco en el interior. Las imágenes de Syd Barret, el original diamante loco que le dio vida a Pink Floyd fue recordado junto con su álbum. Un joven guitarrista en silla de ruedas fue el encargado de dar forma a la canción que, uniendo todas sus partes, dura más de media hora.

La canción Wish You Were Here hizo que todos dejaran su celular a un lado y sacaran su encendedor para moverlo en un vaivén lento que nos introduciría a un estado de melancolía del que sólo algo como el silbato de Animals nos haría despertar.

La salida de las chimeneas en el escenario fue suficiente para que todos perdieran la cabeza. Los aplausos, gritos, ovaciones, llenos de emoción, fueron la chispa que haría de las acciones de Roger Waters una catarsis. La fábrica, portada del disco, se iluminó para dar pasó a imágenes de Donald Trump con cuerpo de cerdo, de mujer, que ridiculizaban al hombre al son de la canción Pig.

El puerco inflable emergió del lado izquierdo del recinto con frases como “fue el estado” “vivos los queremos” “confía” “nos faltan 43” pintadas en los costados y parte baja. El momento político del concierto se dio cuando en la pantalla apareció la leyenda “Renuncia ya”, “Trump eres un pendejo”, acompañado de fragmentos del discurso del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. “Si no estás enojado no estás prestando atención” “Somos Ferguson, somos Gaza porque somos humanos” fueron más mensajes que aparecieron en la pantalla.

“Nosotros no queremos ese puto muro que te separe de tu hermana, de tu madre, de todos los que estamos aquí” dijo, con rabia, antes de entonar la canción emblemática del grupo que terminaría con ese sentimiento de impotencia: Another Brick In The Wall.

En una entrevista, Roger dijo que el público mexicano tenía una manera especial de demostrar su cariño a los artistas. En 2012, cuando vino con el espectáculo de The Wall, durante la canción Run Like Hell, los asistentes hicieron un bonito juego de luces al ritmo de la canción con sus encendedores, lo que impresionó al músico y pidió volviera repetirse. Another Brick In The Wall fue la canción con lo que se logró.

Mother no serviría de consuelo. “Todo estará bien” “Confía en mí” pasaban una y otra vez en la pantalla. Parecía que las palabras de Roger hacía el presidente era lo que el público deseaba oír para irse en calma, para que se dieran cuenta que no estaban solos. Los gritos de asesino y renuncia hicieron eco en cada rincón del lugar, el enojo de la gente era evidente, la molestia e impotencia también.

roger waters-e

“La gente está lista para un nuevo comienzo. Es hora de derribar el muro de privilegios que divide a los ricos de los pobres, sus políticas han fallado y la guerra no es la solución. Los ojos del mundo lo están observando” fue el final de su carta, escrita en español, que dio entrada para Bring the Boys Back Home.

En un apresurado final, Comfortably Numb despidió a los más de 58 mil espectadores, niños, jóvenes, mujeres, hombres, e incluso señores de la tercera edad, que decidieron disfrutar de un espectáculo histórico que, esperemos, podamos volver a vivir.