• Las personas que lo conocieron cuentan que era alguien retraído y tímido, aspectos que le atribuyen a la pérdida de su mano izquierda en un accidente de pólvora cuando él era joven.

Por: Nilda Olvera/

En 1916 en la librería “Biblos” de la Ciudad de México se llevó a cabo una exposición individual de un joven pintor llamado José Clemente Orozco, la cual al ser poco comprendida por la novedad de su arte no fue muy aclamada por el público, pocos imaginaron que dicho artista se convertiría unos años más adelante en uno de los muralistas más importantes y representativos del México del siglo XX.

Orozco nació el 23 de noviembre de 1883 en Zapotlán el Grande, hoy conocido como Ciudad Guzmán, un poblado del estado de Colima, luego de que el artista cumplió dos años sus padres se mudaron a Guadalajara y posteriormente se establecieron en la capital mexicana. Físicamente fue un hombre de piel morena clara, de cejas tupidas, con un bigote y de apariencia seria que le daba la imagen a la gente que siempre estaba con el ceño fruncido el cual se hallaba detrás de unos anteojos.

Las personas que lo conocieron cuentan que era alguien retraído y tímido, aspectos que le atribuyen a la pérdida de su mano izquierda en un accidente de pólvora cuando él era joven.  Sus primeros acercamientos a la pintura fueron cuando éste era pequeño debido a que se la pasaba observando los trabajos que realizó en ese entonces el ilustrador y caricaturista José Guadalupe Posada para la imprenta en la que él laboraba.

Se inscribió a clases de dibujo en la Academia San Carlos, debido a que el artista tenía talento para esta actividad, tiempo después su familia lo impulsó para que se dedicara a ser Ingeniero Agrónomo, labor que decidió rechazar porque sintió que ésta no era para él.

El muralismo es un movimiento pictórico iniciado en la década de los 20 en el que se reflejó la realidad y en el que impregnó imágenes de los acontecimientos dados en la Revolución Mexicana, periodo de lucha armada que se dio entre 1910 a 1917 en contra el ex presidente de la República Porfirio Díaz. Cabe señalar que la mayoría de los murales fueron encargados por el ex titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) José Vasconcelos durante el periodo presidencial de Alvaro Obregón.

En aquella época los muralistas con mayor importancia e influencia eran Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco. Quien entre sus trabajos más destacados fueron en el Antiguo colegio de San Ildefonso, en el que pintó “La Trinidad” en la que observa a tres hombres, dos hincados y uno de pie sosteniendo un arma, los que están apoyados en el piso dan el efecto de hallarse asustados, mientras el que empuña lo que parece ser una escopeta se prepara para dar un golpe militar.

También se puede apreciar “La Trinchera” en la dan la figura en la que los individuos se refugian del enemigo en plena batalla, “La destrucción del viejo orden” en la que dos campesinos voltean de reojo a sus espaldas observando la destrucción de lo que puede relacionar con el antiguo sistema político, “Cortés y la Malinche” en la que el español y la indigena se localizan sentados, ambos desnudos por encima de otro cuerpo, por mencionar algunos.

Asimismo, laboró en Bellas Artes con el “Katharsis”, en el que críticos señalan que el autor representa en la pintura un mundo mecanizado, envilecido y caótico. En la Universidad de Guadalajara se sitúa “El pueblo y sus falsos líderes” en la que se nota un fondo en llamas y dos bandos los líderes de lado izquierdo que andaban con libros y armas punzocortantes y de la parte derecha los pobladores, con una fisonomía de desnutrición y con prendas que apenas les cubren.

Cuando Orozco se instauró en Estados Unidos realizó obras con temas de deshumanización, la esclavitud y la ciencia, esto se puede observar en el mural “Prometeo” ubicado en el Fray Hall del Pomona College, en Claremont y en el que los visitantes se pueden percatar que el protagonista sostiene con gran esfuerzo algo que se le va caer o que trata de buscar la salida a ese espacio que le acosa.

Su larga trayectoria le generó que recibiera el Premio Nacional de Bellas Artes, en sus últimos días de su vida se dedicó a la pintura de caballete y a los muros de la antigua iglesia de Jesús Nazareno.

El siete de septiembre de 1949 Clemento murió en la Ciudad de México, al siguiente día de su deceso su cuerpo permaneció unas horas en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes para luego trasladarlo al Panteón Civil de Dolores.