Por: Redacción/

Las viviendas de interés social construidas en el área metropolitana a partir del año 2000 no son funcionales ni cubren las necesidades de sus habitantes, afirmaron la maestra María Concepción Huarte Trujillo y la doctora Teresa Esquivel Hernández, profesoras-investigadoras de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

El principal motivo es que las constructoras y el gobierno anteponen el costo a las necesidades habitacionales: son construidas para ocupar el mínimo de espacio requerido y al menor precio, sin importar que para las personas sea casi imposible habitarlas.

Durante el 9º Coloquio Interinstitucional de Historia y Diseño. Identidad en el arte, el diseño y la historia coincidieron en que en términos generales se trata de construcciones en masa, con la misma forma y colores, un cuarto –dos, en el mejor de los casos–, sala-comedor, baño y una cocina muy pequeña.

Las profesoras de la UAM abundaron que otro motivo por el cual se vuelve difícil habitarlas es por la lejanía con los centros de trabajo, escuelas o comercios, pues resulta desgastante que en muchos casos los habitantes pierden más de tres horas al día en traslados de casa a la escuela o el trabajo.

En el acto realizado en el Recinto Homenaje a Don Benito Juárez en el Palacio Nacional las expositoras describieron cómo se rompe la ilusión de las personas por contar con una nueva propiedad y cómo a consecuencia de estos procesos de densificación habitacional zonas tranquilas se fueron transformando en lugares con altos índices delictivos.

Al comienzo del programa de vivienda impulsado en el 2000, cuando el presidente en turno mencionó que “todos los mexicanos tendrían casa, vocho, tele y changarro” parecía buena idea ocupar espacios desaprovechados para tener terrenos baratos y que la gente de menores recursos pudiera tener la oportunidad de comprar una casa propia.

En su ponencia La vivienda de interés social: la conformación de identidades, uso y apropiación de espacio privado señalaron que en un principio quienes adquirían su casa con créditos del Infonavit o Fovissste consideraban que estaban adquiriendo un espacio propio, con mayor seguridad y en términos generales mejor que los lugares en donde vivían –Nezahualcóyotl, por ejemplo–, pues dejarían de vivir con los padres o los suegros y tendrían vecinos más agradables, pero esta nube de deseos se rompió rápidamente.

Según estudios de las especialistas de la Casa abierta al tiempo las zonas se fueron modificando, en principio lo estético del lugar, pues ante la necesidad de sobresalir del resto y contar con mayor espacio los habitantes empezaron a construir más pisos o a extenderse hasta el jardín –aún sin permisos e incluso violando las leyes de construcción– lo que afectó la seguridad de los propietarios y vecinos, además de que redujo el valor de la construcción y de la zona en general.

Lo segundo que se modificó fue la adaptación de locales comerciales a las viviendas. Ante la carencia de negocios cercanos, comenzaron a transformar sus hogares para ofrecer diferentes productos aprovechando las necesidades de los demás colonos.

Así, las expectativas que tenían en un inicio los compradores desaparecieron y el desempleo, el vandalismo y la deserción escolar se volvieron una constante. En estas zonas creció de manera desproporcionada la violencia.

Huarte Trujillo y Esquivel Hernández concluyeron en la investigación que los jóvenes, en parte por lo lejano, dejan la escuela, mientras los padres, por la falta de oportunidades laborales en la zona y la lejanía de los centros de trabajo, están más tiempo fuera de casa en detrimento del tiempo de atención a sus hijos, lo que en conjunto propició el aumento de la delincuencia.