Por María Manuela de la Rosa Aguilar

Según cifras oficiales de la ONU, en la guerra en Ucrania han muerto más de

1,500 niños; Estados Unidos estima que han muerto alrededor de 40,000 civiles.

Ucrania no ha dado cifras oficiales sobre las bajas del ejército, pero se estima que

ascienden a 9,000.

Moscú informó que 5,937 soldados rusos han muerto en el conflicto, aunque los

datos proporcionados por los combatientes no se consideran fiables.

El Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos ha calculado que entre 15 y 30

millones de personas han abandonado sus hogares y muchos han tenido que huir

de sus casas. La ONU tiene registrados 7.8 millones de refugiados ucranianos en

toda Europa.

Sólo el jefe del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin reclamó la muerte de 20,000

mercenarios rusos, más de la mitad eran convictos que reclutó de las cárceles.

En Siria la guerra civil que se libra desde el 2011 ha provocado 350,000 muertes y

de acuerdo a datos de la ONU, hay 6.6 millones de desplazados.

En Yemen la guerra civil del 2015 a la fecha han muerto más de 250,000

personas.

En Etiopía la violencia no ha cesado, no obstante que en el 2019 el Primer

Ministro Abiy Ahmed fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por

considerase un pacificador de la región, ya que jugó un papel decisivo en la

solución del conflicto con Eritrea e impulsar reformas importantes en Etiopía; sin

embargo se ha perpetuado en el poder y el país está sumido en una guerra civil

auspiciada por el antiguo partido gobernante de la región de Tigray, el Frente de

Liberación del Pueblo de Tigray. 

En el afán de socavar rápidamente la insurrección, Abiy Ahmed ordenó un ataque tan

cruento que ha sido calificado de genocidio, provocando miles de muertes y el problema,

lejos de resolverse mediante la negociación, se ha convertido en una guerra civil, pues el gobierno

central se opone a la autonomía de las 10 regiones que conforman Etiopía. 

Este conflicto ha dejado un número indeterminado de muertes (no hay cifras oficiales)

y más de dos millones de desplazados, además de que el país enfrenta una de las

más grandes hambrunas de la historia, más de 9 millones de personas precisan

ayuda humanitaria y 28 millones están en riesgo de sufrir una hambruna y

enfermar por falta de agua, comida y medicamentos en donde no sólo la ONU, sino muchas

organizaciones humanitarias como Cáritas, se encuentran trabajando

para ayudar a la población que muere de hambre.

En noviembre del 2021 el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos

Humanos en colaboración con la Comisión Etíope de Derechos Humanos publicó

una investigación que concluye que hay razones para considerar que todas las

partes implicadas son responsables de actos violentos susceptibles de ser

considerados crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Si volteamos hacia América, en México el presidente Andrés Manuel López

Obrador ha reconocido una cifra récord de asesinatos durante su gobierno con

156,000, aunque no se responsabiliza de ello, pues a sus casi cinco años de

gobierno considera que la violencia es una herencia del pasado, no obstante que

había prometido que en cuanto llegara a la presidencia acabaría no sólo con la

violencia, sino con la pobreza y la corrupción, que irónicamente va en aumento

cada día. 

Y por si fuera poco, debido a un muy desafortunado manejo de la crisis

por la pandemia del Covid-19, en México murieron 334,167 personas. Y esto

también se le atribuyó a la mala gestión de administraciones pasadas. Una

inusitada e indignante falta de responsabilidad tratándose de un mandatario que

gobierna uno de los países más ricos del mundo, ahora a expensas de las bandas

criminales. No es casual que las seis ciudades más violentas en el mundo se

encuentran en México: Celaya, Guanajuato; Tijuana, Baja California; Ciudad

Juárez, Chihuahua; Ciudad Obregón, Sonora; Irapuato, Guanajuato; y Ensenada,

Baja California.

Estados Unidos, la primera potencia mundial, un país al que aspiran llegar miles

de personas para realizar el sueño americano, es escenario de continuos tiroteos,

sólo en el 2022 se registraron unos 300, todos con características similares, ya

sea de tiradores solitarios o de pequeños grupos, que generalmente sorprenden a

estudiantes en las escuelas, o en supermercados, conciertos, o simplemente al

azar en lugares públicos, aparentemente sin motivo, sólo con el afán de cometer

un crimen, para luego, en ocasiones, suicidarse. 

Esto nos habla de una sociedad en crisis, donde los valores de que tanto hablan,

se quedan sólo en el aire, porque la dignidad humana sale sobrando.

No obstante las guerras que se libran actualmente en Ucrania, Siria, Yemen, o

Etiopía, América Latina es la región más violenta del mundo según informes de la

ONU, concentra el 37% de los homicidios de todo el mundo, siendo que

representa sólo el 8% de la población mundial. 

Del año 2000 a la fecha han sido asesinadas más de 3 millones de personas.

 

En un estudio sobre la violencia, Angela Me, Jefe de Investigación de la Oficina de Naciones Unidas Contra la

Droga y el Delito ha considerado que el homicidio en la región podría considerarse

como una epidemia. Y no es de extrañar, dadas las condiciones sociopolíticas de

América Latina, en donde no sólo las dictaduras están cobrando fuerza, sino el

crimen organizado, que reina en la región, víctima del tráfico de drogas, armas,

personas, así como de múltiples delitos en los que ha derivado como el secuestro,

desaparición forzada, explotación sexual, pornografía, contrabando, robo de autos, etc.,

aunado a la impunidad que caracteriza a muchos países, la corrupción, el

desempleo, carencia de servicios públicos y las pocas perspectivas en el nivel de

vida, no sólo incrementan la violencia, sino que es un medio propicio para la

migración sobre todo hacia los Estados Unidos, generando una gran crisis que se

ha ido agravando en el último lustro.

 

De acuerdo al Portal de Datos Sobre Migración, cada año se registran más de

4,000 muertes en las rutas migratorias en todo el mundo, normalmente en

procesos irregulares, donde además hay muchos desaparecidos, que se producen

en campos de refugiados, centros de detención o vivienda; después de su

deportación o en el retorno forzado a su país de origen; debido a la xenofobia,

explotación laboral y en manos del crimen organizado, que recluta migrantes

mediante el secuestro, pues la trata de personas es un crimen que con frecuencia

se comete contra los migrantes.

 

Y estas víctimas inocentes, ¿a quién importan? ¿quien vela por el bienestar de los

más vulnerables? Miles y millones han muerto por la indolencia, la maldad o por

los intereses de los poderosos y ellos, los que se han sido víctimas de la lucha por

el poder y el dinero han perdido su identidad, su historia y sus ilusiones, y sólo

cuentan como número como mera estadística.