• Con varios cartuchos y con sus escopetas de caza calibre 12 y con la ayuda de tres miligramos lexatin para calmar la ansiedad  esperaron el momento preciso para poder lograr su objetivo, vengarse de los Cabanillas.

Por: Nilda Olvera/

Eran las diez de la noche del verano de 1990, los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo se despidieron de sus hermanas Ángela y Luciana en su casa de Monterrubio de Serena y con armas en sus manos les señalaron que iba a ir a “cazar tórtolas”. Vestidos con atuendos de caza se dirigieron con su Land Rover al Puerto Hurraco y se estacionaron en un callejón para no ser vistos por nadie.

Con varios cartuchos y con sus escopetas de caza calibre 12 y con la ayuda de tres miligramos lexatin para calmar la ansiedad  esperaron el momento preciso para poder lograr su objetivo, vengarse de los Cabanillas y de todos los del pueblo, de esta forma cuando se percataron de Antonia y Encarnación Cabanillas, dos niñas de catorce y doce años, respectivamente, que salieron a jugar a la calle Carrera, los dos hermanos no dudaron y las acribillaron.

Puerto Hurraco es una pedanía del municipio español de Benquerencia de la Serena, perteneciente a la provincia de Badajoz, es aquí donde da lugar a una serie de conflictos entre dos clanes los Amadeos y los Pataspelás, rencores y odios que serán heredados a las siguientes  generaciones, los cuales culminaron hace 30 años, un 26 de agosto.

Dichas riñas comenzaron en 1967, cuando Amadeo Cabanillas (de los Amadeos) traspasó con su arado las tierras de Manuel Izquierdo (los Pataspelás), el conflicto se hizo muy grande y conllevó a que se hiciera una enemistad, que se agrandó en el momento en el que Amadeo canceló su matrimonio con Luciana Izquierdo, razón precisamente por lo mencionado con anterioridad y que le causaron una depresión a la ex prometida.

En aquella época los Pataspelás eran una familia de seis miembros conformada por Jerónimo, Manuel, Emilio, Antonio, Luciana y Ángela. En el momento de la abolición del compromiso Jerónimo mató a Amadeo a puñaladas, siendo condenado a 14 años de prisión y que tras cumplir la condena se dirigió a Barcelona para vivir allí.

Pero sin duda, el aspecto que más influyó para que la disputa entre ambas familias creciera fue con la muerte de Isabel, la madre de los Izquierdo, debido a un incendio en su vivienda. Cabe señalar que aunque los peritos indicaron que éste fue fortuito, los Pataspelás acusaron a los Amadeos de ser los perpetradores del acto, puesto que relacionaban el hecho con la vindicta por el romance que Isabel había tenido en su juventud con el abuelo de los Cabanillas.

A consecuencia de esto Jeronimo regresó dos años después a Puerto Hurraco y buscó a Antonio Cabanillas y lo acuchilló, ya que estaba seguro de que él era el asesino de su progenitora, aunque éste no perdió la vida sí quedó gravemente herido, Jerónimo fue ingresado a un psiquiátrico en donde falleció nueve días después. En el funeral de Isabel los hermanos le echaron la culpa no sólo a sus rivales, sino también al pueblo porque indicaron que nadie quiso salvarla, luego de lo sucedido, los Pataspelás se mudaron a Monterrubio de Serena.

Durante un aproximado de una hora Emilio y Antonio recorrieron las calles de Puerto Hurraco y con sus balas que tenían una potencia a tal grado que lograban destrozar la piel de un jabalí, le dispararon a Araceli Murillo Romero, Manuel Benítez, Antonia Murillo Fernández, Reinaldo Benítez, Andrés Ojeda Gallardo, Isabel Carrillo Dávila y José Penco Rosales. Cabe mencionar que aunque iban por sus “enemigos” a la vez tirotearon a los vecinos que se asomaron al escuchar el estruendo, porque muchos lo confundieron con el sonido de petardos.

Los habitantes que pudieron escapar avisaron a la Guardia Civil de la zona, quienes al no saber la magnitud del evento mandaron en un inicio a dos uniformados que no fueron capaces de detenerlos. Emilio y Antonio se escaparon al monte, tenían planeado volver al poblado cuando se realizaran los funerales, pero esto no se llevó a cabo puesto que nueve horas después fueron capturados en el operativo donde participaron doscientos agentes.

Mediante el interrogatorio Emilio Izquierdo, el supuesto líder comentó “Hemos disparado ahora en agosto porque soy muy friolero y en invierno se me agarrotan los dedos y no hago puntería”. En el juicio no se vio ningún arrepentimiento por parte de Emilio y Antonio, los cuales indicaron que lograron el propósito de inducir el sufrimiento, un dolor igual como al de ellos que tanto les estaba acosando.

En la audiencia del 94 la defensa trató de solicitar la reclusión de éstos en un psiquiátrico, pues alegaron que no eran conscientes de sus actos, sin embargo se descartaron estos argumentos, Emilio y Antonio fueron condenados cada uno a 350 años de prisión. Una vez en la cárcel, el pueblo señaló a las dos hermanas Ángela y Luciana como principales inductoras de la matanza, estas fueron detenidas días más tarde en Madrid.

Pese a que no había pruebas para llevarlas a prisión, se les recluyó en el hospital psiquiátrico de Mérida. En su encierro, las autoridades separaron a los hermanos puesto que siempre se la pasaban hablando del crimen.

En 2005 murieron las dos hermanas con tan solo 10 meses de diferencia, en el 2006, Emilio Izquierdo murió por causas naturales en la cárcel de Badajoz y en el 2010 Antonio se ahorcó en su celda debido a que se le negó su salida.

En la actualidad la gente de Puerto Hurraco aún vive atemorizada de que se vuelva a repetir la situación de hace treinta años, ya que las pugnas de acuerdo a las tierras siempre es tema constante.