Por: Redacción/

Aun cuando “me gustaban las ideas de los surrealistas como André Breton, los hombres del grupo eran muy machistas y sólo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos y atenderlos”, expresó alguna vez Leonora Carrington, reveló la doctora Elsa Muñiz García, profesora-investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)

Desde que vivía en Europa ya denotaba su afiliación al feminismo, pues era evidente que, aun en la creación artística, no había cabida para las mujeres, por lo que en otro momento reafirmó: “no tuve tiempo de ser la musa de alguien; estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”.

Carrington se opuso a una sociedad profundamente masculinista y jamás claudicó en su empeño por ver realizadas sus pasiones: pintar, escribir, esculpir y, sobre todo, soñar; de esta manera afianzaba su compromiso con el arte y con la posibilidad de transgredir las imposiciones sociales de la época, comentó la investigadora del Departamento de Política y Cultura y moderadora de la mesa Leonora y el feminismo, realizada en la Casa de la Primera Imprenta de América, centro de Difusión Cultural de la UAM.

Al reivindicar el interés por el feminismo y, a la vez, clausurar las mesas de análisis con motivo de la exposición Leonora íntima: objetos y memorias. Un proyecto de la Casa-Estudio Leonora Carrington, la Maestría en Estudios de la Mujer y el Doctorado en Estudios Feministas de la Unidad Xochimilco convocaron a destacadas pioneras de la defensa de los derechos de la población femenina.

La doctora Ana Lau Jaiven, coordinadora de la Maestría en Estudios de la Mujer, indicó que Carrington, sin ser feminista declarada, se unió al Grupo de Mujeres en Acción Solidaria en 1972 para conocer qué sucedía en un movimiento que le interesaba.

Leonora La desposada del viento, como la llamó Max Ernst, o La hechicera hechizada, como la definió Octavio Paz, fue una persona de espíritu combativo que estaba en contra de que la llamaran musa, ya que ella misma dijo “enfrentábamos en nuestra relación de mujeres –junto a Remedios Varo y Alice Rahon– mucho cabrón trabajo, como para ser sólo musas.

“Era ocuparse de ser una misma para tener un poco de más paz, de no aceptar chistes desagradables sobre nosotras, los paternalismos ni el deber de cuidar a otros. Bretón tenía una visión tradicionalista de la mujer, establecía límites a la realidad de seres mucho más ricos, complejos y profundos, a las féminas de carne y hueso las veía como musas y yo no estaba de acuerdo”.

De hecho fue ella quien hizo el primer cartel feminista de México, al que tituló Mujeres conciencia, colocando las dos palabras en el mismo y dibujando el símbolo femenino en medio de ambas, afirmó la académica del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco.

Además expuso su obra con las feministas en 1975, cuando tuvo lugar en la Ciudad de México la primera conferencia mundial del año internacional de la mujer, organizado por la Organización de las Naciones Unidas a la cual asistieron féminas de todo el mundo.

En este marco grandes actividades artísticas se llevaron a cabo, tal es el caso de una exposición de la artista en el Museo de Arte Moderno titulada La mujer como creadora y tema del arte, en la que también fueron incluidas Frida Kahlo, María Izquierdo y Remedios Varo”.

Tras leer su cuento La trompetilla acústica, en el que narra la historia de un grupo de mujeres que a sus 90 años forma una comuna para vivir juntas, sentí el profundo deseo de seguir sus pasos”, subrayó la maestra Lucero González, fotógrafa y videasta mexicana, al compartir la experiencia por la cual se hizo amiga de la artista.

“Siendo yo fotoperiodista en La Jornada se realizó una serie de entrevistas con retratos de artistas extranjeros que se habían asentado en México, por aquel entonces estando en Avenida de la Paz, en San Ángel, la vi pasar, dudé en acercarme por su fuerte presencia, pero de un brinco ya estaba junto a ella pidiéndole permitirme hacerle un retrato”.

La respuesta de Carrington fue contundente “odio que me entrevisten y sobre todo que me tomen fotos”, a lo que la fotógrafa respondió “cuando cambie de opinión no importa en qué lugar se encuentre del mundo, yo iré a su encuentro y le haré un retrato”, Leonora pensó unos instantes y dijo: “usted me llamará en ocho días y me hará tres fotografías solamente”.

A los ocho días, llegaron a Chihuahua 194 en la Colonia Roma, ella y Angélica Abelleyra listas para hacer una entrevista y una muy breve sesión fotográfica. Una casa sui géneris que dejaba ver que ahí vivía una artista, porque había un mundo propio, en un ambiente algo extravagante y muy particular como tapices de serpientes hechas en Oaxaca y el Estado México, además de cuadros y esculturas.

Tras revelar las fotografías, llevó una copia a Carrington logrando que le dijera “es el mejor retrato que me han tomado en toda la vida y ahora que todos quieren retratarme, les daré tu contacto para que les vendas una copia”, recordó la fotógrafa, quien aseguró que “Leonora fue un regalo en mi vida”.