• En América Latina, una de cada 12 personas padece la enfermedad, de acuerdo con el reporte de 2016 de la OPS.

Por: Redacción/

México destinó en 2018 tres mil 872 millones de dólares para la atención de pacientes con diabetes, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, y ocupa el sexto lugar mundial con 12.8 millones de personas que la padecen, señaló el doctor Gustavo Leal Fernández, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

“Los recursos para atender a las personas con esa enfermedad representan 34 por ciento del gasto en salud, pero además padecerla y mantenerla bajo control también significa un alto costo económico para las familias”, advirtió en la conferencia Diabetes en México: la sombra económica y en sector salud.

“Enfrentarla implica problemas físicos emocionales no calculables en pesos, pero los nuevos hábitos adquiridos ocasionan altas facturas en el caso de cuidadores, dietas balanceadas, ejercicios en espacios fuera de casa, así como dispositivos como glucómetro y sus aditamentos, por lo que ese universo de consumo no está al alcance de la mayoría de la población”.

La situación empeora para la gente que no recibe atención médica, pues las complicaciones por no estar en posibilidad de adhesión al tratamiento por no poder adquirir medicamentos o adecuar el cambio de vida son más severas y pueden derivar en retinopatías, ceguera, amputaciones, nefropatía e hipertensión arterial, que también generan gastos elevados.

“La falta de hábitos, así como los ingresos del paciente y sus familias es complejo, los primeros no son intercambiables, pues no se trata de pedirle al enfermo que cambie su forma de vida como si fuera oprimir un botón, pues están ancladas en una historia cultural”, puntualizó Leal Fernández.

Para modificar esos determinantes que detonan la diabetes, el programa IMSS Bienestar que operó hasta el año 2007 resultó valioso, ya que fomentó un trabajo comunitario para educar a las personas sobre los riesgos y su idea central era además encontrar soluciones en la medicina institucional para fortalecer los modelos locales de salud comunitaria.

El plan trató de romper viejos paradigmas de imponer a la población la obligación de hacer algo por su salud por contenidos de capacitación que proponían a la gente responsabilizarse vía dinámicas participativas de inclusión que reflejaran su vida cotidiana.

“Las enseñanzas del programa IMSS Bienestar confirmaron que las personas podrían reconstruir las circunstancias de vida fomentando su autoconocimiento, mediante una medicina empática con el paciente dándole protagonismo frente a su salud”.

El esfuerzo duró sólo cinco años, pues las administraciones de los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI) lo cancelaron con el argumento de que esa estrategia nada tenía que ver con el tema.

El especialista consideró que existen tres determinantes generalizadas que impulsan la diabetes: una dieta poco saludable, niveles crecientes de obesidad y la inactividad física generalizada, aspectos que la Secretaria de Salud sigue atacando de manera insuficiente.

“Las condiciones pueden modificarse en el largo plazo si las secretarías de Educación Pública y de Salud mudaran al paradigma de una real atención primaria a la salud y si el sector dejara de obligar a sus usuarios al actual esquema PrevenIMSS, que ni es prevención ni fomenta la corresponsabilidad en la salud”.

México cuenta con recursos e infinidad de capacidades, “pero deben ubicarse las prioridades puesto que en el periodo neoliberal nunca fue prioritario atender este tipo de padecimientos. Ahora, la 4T tiene un enfoque más salubrista que una participación colectiva para atender los males crónico-degenerativos.

La doctora Soledad Rojas Rajs, profesora del Departamento de Atención a la Salud de la Unidad Xochimilco, apuntó que la diabetes representa una crisis a nivel mundial.

En América Latina, una de cada 12 personas padece la enfermedad, de acuerdo con el reporte de 2016 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en tanto que en México la prevalencia fue de 10.3 por ciento en 2018 y se estima también un número significativo de personas sin diagnóstico.

La académica refirió que en su trabajo analizaron 303 proyectos a los que se destinaron 305 millones de pesos, lo que equivale a que en 12 años se destinó diez por ciento del presupuesto anual de la Casa abierta al tiempo, lo que evidencia que existe un gran gasto en la atención, pero poco a la investigación de la enfermedad.