Por: Redacción/

Las instituciones de educación superior de México no están conscientes de que hay incertidumbre respecto del futuro de este nivel educativo ni esta idea se encuentra expresada en el documento entregado la semana pasada a los candidatos a la Presidencia de la República por parte de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, advirtió el doctor Ángel Díaz Barriga.

En la mesa Pertinencia y reconceptualización del currículum en la educación superior ante la incertidumbre sobre los efectos de la sociedad digital, el investigador emérito del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (IISUE-UNAM) sostuvo que en los 20 años recientes las universidades se han centrado “en cumplir indicadores y estar en la innovación curricular, porque son números que dicen que somos de calidad”.

Esta idea de crear un sistema de evaluación de la educación superior resulta preocupante, porque más que hacer un diagnóstico “de lo mal que funciona este nivel educativo se pretendería crear un sistema, una institución, una instancia parecida al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación”.

Díaz Barriga sostuvo que “estamos saturados de políticas de evaluación, programas de acreditación, planta docente con perfil deseable, miembros del Sistema Nacional de Investigadores, entre otros índices, pero las preguntas son ¿hay un cambio real en el aula?, ¿los profesores trabajan de manera diferente?, ¿los perfiles del egresado de las instituciones están previendo lo que se requiere de un profesional dentro de 20 años o solamente para el que egresa mañana?, ¿se reconocen en estos perfiles las cualidades y limitaciones de los nativos digitales?”.

Respecto del currículo hay “mucha innovación y poco cambio real”, porque desde que se estableció el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional los organismos acreditadores han generado una especie de “compulsión a la innovación” y desde 1990 se cuenta con programas flexibles, por competencias, correlacionados, de vinculación social, con uso de tecnologías, pero todos por asignaturas, es decir, lo que no ha cambiado es la estructura curricular y, por tanto, “seguimos enseñando matemáticas, física, biología, pero todo segmentado”.

En el tema digital existen dos grandes errores, por un lado pensar que el problema de los docentes es que utilicen aplicaciones, objetos de aprendizaje o sepan manejar programas, “porque los nativos digitales siempre van a hacer más de lo que nosotros podamos hacer”, y por otro, no identificar que las tecnologías son herramientas que tienen sentido sólo si se usan para aprender.

Desde los años 90 del siglo pasado se han mantenido todas las políticas de evaluación y el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior “se ha convertido en una máquina económica” cuyos resultados “no nos sirven para nada”, porque no comparan programas y, por lo tanto, no favorecen la retroalimentación.

A esto se suman los asuntos complementarios como incrementar la cobertura, asumir la responsabilidad social e impulsar la internacionalización, con lo que “podríamos concluir que no hay una conciencia de incertidumbre en las IES”.

El llamado es a salir de la lógica de un sistema educativo centrado en actividades de evaluación y modificar lo que pasa en el aula, pues “estamos frente a un nuevo sujeto de la educación y las tecnologías son herramientas que los estudiantes ya utilizan”.

En la mesa sobre Estrategias para incrementar la cobertura en educación superior, el doctor Javier Mendoza Rojas, también investigador del IISUE-UNAM, expuso que la cobertura es un índice importante para medir el esfuerzo de un país para brindar servicios educativos a su población.

En el contexto mundial y latinoamericano, México se encuentra en una situación de atraso, pues “nuestro indicador es de 37.3 por ciento de cobertura, tomando como referencia la población de 18 a 22 años, otros países han superado el umbral de 50 por ciento como Turquía, Corea, Australia, España y Chile, y otros como Finlandia, Estados Unidos y Argentina tienen tasas superiores a 70 por ciento.

México se encuentra entre los países con una baja cobertura a nivel mundial, sin embargo el sistema de educación superior ha crecido de manera significativa en tres décadas, pues en 1990 había alrededor de 800 universidades que atendían a un millón y cuarto de estudiantes de licenciatura y posgrado, y actualmente existen más de tres mil instituciones y una matrícula de 4.4 millones de alumnos.

Mendoza señaló que la expansión de la oferta educativa ha sido uno de los objetivos de los últimos gobiernos, lo que ha llevado a pasar de 20 a 25 por ciento de cobertura al terminar el sexenio de Fox, a 32 por ciento al finalizar el de Felipe Calderón y a 37.3 por ciento en el actual sexenio.

“Se reconoce ese esfuerzo pero ha sido insuficiente, porque en los parámetros internacionales nos situamos muy atrás” y ha sido un proceso muy cuestionado desde distintas ópticas: crecer por crecer, por significación social o por programas prioritarios para las regiones”.

Uno de los principales problemas de la cobertura es la inequidad, pues en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México es universal, mientras la región sur-sureste tiene 27 por ciento, lo cual lacera, ya que la brecha entre las entidades del país se ha venido ampliando: hay una polarización y ello representa un reto que debe enfrentarse.