Arnulfo Roque Villanueva

Por Arnulfo Roque Huerta

¿Qué significan los sueños? Me preguntó una alumna mientras analizábamos el cuento “La noche boca arriba” de Julio Cortázar, el cual hace alusión a estos. La pregunta me dejó pensando; existen tantos libros ridículos que pretenden darles un supuesto significado, también están las creencias de las abuelas y las interpretaciones psicológicas del resultado de los momentos oníricos, por lo cual tener una respuesta exacta sería muy complicado. Entonces pregunté al grupo: ¿Cuáles han sido sus sueños? Por respuesta obtuve grandes historias que bien podrían llegar al cine de la mano de Alejandro González Iñárritu, entonces una pequeña levantó la mano y al recibir la palabra comentó lo siguiente:

Yo tengo un sueño recurrente: en él soy adulta, he superado todas las dificultades de mi niñez, he superado el hambre y la pobreza, en mi sueño soy una abogada exitosa, vivo un una hermosa casa, con muebles nuevos, también hay un lindo garaje donde guardo mi lujoso automóvil, en el cual paseo a mi mamá o la llevo a su casa que por cierto yo le compré; en mi sueño no hay problemas, no hay tristeza, no hay maltrato, ni carencia, ni dolor, este es un sueño de superación, de la conquista de lo que hoy me parece imposible, a veces quiero darme por vencida pues en verdad es muy difícil vivir, pero el sueño vuelve a mí y no sé lo que signifique, pero si sé que quiero volverlo realidad”.

Después de escuchar estas palabras otras niñas comentaron sueños similares. Algunas se soñaban como médicos, otras ingenieros, muchas arquitecto y otras tantas profesoras, solo la profesión cambiaba pero lo demás era una constante, todas soñaban con superarse, con ser mejores cada día, con vencer las dificultades de la vida que les tocó vivir. Algunas añadieron una linda familia con niños hermosos y bien portados a los cuales nada les haría falta, los vestirían con ropa nueva y no le dejarían al niño pequeño la ropa del hijo mayor cuando a éste ya no le quedara (eso lo vivimos muchos).

Sigmund Freud aseguraba que los sueños representan la realización de un deseo por parte del soñador. En este caso las chicas no necesitaban dormir para soñar, pues dichos sueños eran deseos que las mantenían vivas y luchando por traerlos a la realidad, por vivirlos, por conseguirlos. En “La noche boca arriba” el soñador no puede diferenciar el sueño de la realidad, en su realidad existe un lindo sueño pero en su sueño la realidad es una pesadilla de la que no consigue salir y al final, después de haber sido perseguido durante mucho tiempo, cansado de correr, de escapar, de luchar, el protagonista es atrapado y le cortan la cabeza.

Los jóvenes siempre han tenido lindos sueños que les ayudan a salir de su realidad; una realidad que para muchos es una verdadera pesadilla en la cual son perseguidos, señalados, acusados y donde al final les cortan la cabeza. Pero ¿Quién los decapita?… Quienes tenemos la obligación de impulsarlos, de ayudarlos a conseguir sus planes, quienes fuimos asignados a tan importante labor muchas veces terminamos contando su cabeza.

Claro que no lo hacemos literalmente ni tampoco conscientemente (eso creo), pero pongámonos a pensar un poco: desde casa son enviados al colegio con el propósito de que sea la escuela quien los eduque sin entender que la instrucción académica es completamente distinta a la educación para la vida, la cual solo se puede adquirir en casa. Un chico no será en casa el reflejo de lo que aprenda en la escuela sino a la inversa, será en la escuela el reflejo de lo que aprenda en casa.

Que decir de nosotros los profesores. En las escuelas de antes los criterios de evaluación eran absurdos, recuerdo a una ex compañera de mi infancia (cuando cursaba el cuarto grado de primaria) que siempre pasaba con diez, no por ser inteligente o por sus destacadas tareas o participaciones, sino por sus dotes de mamá; sí, así como lo oyen, aquella niña se encargaba de cuidar a la hija de cuatro años que la maestra llevaba todos los días a las escuela. En el bachillerato un profesor me pidió una botella de vino y cien pesos para no reprobarme, cuando no había nada que evaluar pues nunca nos dio clases; muchos otros calificaban los trabajos sin siquiera leerlos (creo que eso aún sigue pasando).

En la actualidad se ha prohibido reprobar a los alumnos (no lo cuenten, esto es un secreto) pero en realidad se busca no reprobar al sistema, pues si un alumno no aprende no solo reprueba éste, sino también es reprobado el trabajo del docente. En preescolar creen que dejando mucha tarea (la cual termina haciendo la mamá) darán prestigio al colegio, enseñan a los pequeños a leer más no a entender; después en la primaria aprendan mucho, poco o nada. De cualquier manera los mandan al siguiente grado y ahí que se las arregle el siguiente profesor.

Llegan a secundaria con carencias intelectuales preocupantes y pues ni hablar, de ahí a la preparatoria con muy pocas habilidades lectoras, mínimo razonamiento matemático y nulo conocimiento del medio; entonces consiguen un mediocre certificado de bachillerato, por lo cual al intentar ingresar a la máxima casa de estudios UNAM o bien al Instituto Politécnico Nacional se dan cuenta que sus sueños han sido cimentados sobre un terreno demasiado frágil.

Eso, queridos lectores destruye cualquier sueño; muchas son las acciones que han decapitado a un sin fin de jóvenes que hoy no viven su sueño, sino sobreviven a su actual pesadilla. Los docentes no solo debemos ser facilitadores, guías (o como quieran llamarnos las máximas autoridades educativas), si no ¡dadores de sueños!

En su etimología, la palabra sueño es sinónimo de visión, la cual a su vez indica un objetivo, una meta a la que se debe llegar. Implantemos visión a nuestros jóvenes, no demos ilusiones porque se desvanecen, demos cimientos correctos desde donde puedan construir sus sueños. Cierto es que todas las profesiones son hermosas pero la del docente es la base de todas ellas.

Jóvenes los invito a luchar por sus sueños, no se conformen con hacer como que estudian, luchen, esfuércense, plantéense una visión y consíganla. Les dejo esta frase de Paulo Coelho: “Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él”.