Por: María Belén Medina Juárez/

La gasolina es un producto que contiene más de 150 compuestos químicos, los cuales al entrar en contacto con el cuerpo y el medio ambiente resultan muy nocivos. El nivel de daño que puede ocasionar varía dependiendo del tipo de contacto que se tenga con la sustancia, la cantidad a la que se exponga y el tiempo que dure el contacto.

Respirar pequeñas dosis de vapores del carburante ocasiona desde irritación de nariz hasta dificultad para respirar. Ingerir el líquido, puede causar irritación de garganta y estómago, náusea, vómito, mareo y dolores de cabeza, quemaduras en los tractos respiratorio y digestivo.

El contacto de la piel con el combustible, produce sarpullido, enrojecimiento e hinchazón, si es prolongado, origina quemaduras y pérdida de la piel en las zonas afectadas. Exponer el cuerpo al contacto directo de grandes cantidades del combustible podría suscitar entrar en estado de coma o la muerte.

Los efectos del contacto prolongado no están bien estudiados. Hay indicios de que produce pérdida de memoria y debilitamiento de las funciones musculares. En altas concentraciones, hidrocarburos como el benceno pueden ser responsables de origen de cáncer.

Las sustancias dañinas de la gasolina que se disuelven en el agua mantendrán su toxicidad por décadas o siglos. Un solo litro de gasolina puede contaminar y dejar inutilizables entre 2 y 10 millones de litros de agua.

Finalmente, otros componentes de la gasolina tienen la capacidad de adherirse al suelo. Estas sustancias afectan el potencial de la superficie terrestre para retener agua y absorber nutrientes, y matan a los microorganismos que viven ahí. Los suelos llegan a tardar 25 años en recuperarse de manera natural de la contaminación por gasolina.