• La violencia sexual es como la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, ya que se adapta a los códigos de lo aceptable o no aceptable y se convierte en formas explícitas o invisibles que dificultan el análisis y el diagnóstico a la hora de estudiar este fenómeno.

Por: Redacción/

Ante la cultura de la violación –entendida como el conjunto de prácticas, actitudes y creencias de una sociedad que normaliza la violencia sexual– debe introducirse una perspectiva de género que sea considerada en los códigos penales actuales y en posibles políticas públicas de lucha contra este fenómeno, sostuvo Alicia Valdés en el Ciclo permanente de conferencias del Posgrado en Psicología Social.

La politóloga especializada en filosofía política feminista, psicoanálisis lacaniano y teoría del discurso señaló que en aquellas sociedades donde esa situación actúa, el consentimiento no es la condición sine qua non para mantener relaciones sexuales, sino que es el grado de violencia “lo que determinará en última instancia si estamos frente a un delito, llámese abuso o agresión”.

Algunos indicadores de la presencia de ese fenómeno son la culpabilización de la víctima, es decir, cuando es cuestionada por el tipo de vestimenta que usaba, a qué hora habían ocurrido los hechos o si había bebido, responsabilizándola de su propio ataque o la justificación y defensa del agresor, que apelan a su naturaleza masculina, lo que los lleva a cometer estos delitos.

La cultura de la violación es un término que ha mutado desde su concepción, apareció por primera vez en 1974 y después fue utilizado en un libro muy controversial llamado Against Our Will (Contra nuestra voluntad), de la autora Susan Brownmiller, quien describe a Estados Unidos como un país con una cultura de la violación que perdona y glorifica la violencia sexual.

Hoy en día, varias autoras cuestionan la conjunción de las palabras cultura y violación y lo explican como un oxímoron, sin embargo, Valdés lo considera dinámico, pues se sigue manejando y redefiniendo, y el objetivo al final es poder nombrar un fenómeno que continúa siendo conflictivo y que tiene grandes dimensiones.

La especialista citó a Gloria Jean Watkins, conocida como Bell Hooks, una escritora feminista y activista social estadounidense cuyo enfoque de su obra es la interseccionalidad entre raza, clase y género, y lo que ella describe como la capacidad para producir y perpetuar sistemas de opresión y dominación de clase. Hooks define la cultura de la violación como la condonación por el terrorismo físico y emocional contra las mujeres.

No obstante, está enunciación deja cabos sueltos, pues aun cuando muchas sociedades ya no condonan los delitos por violencia sexual, ésta prevalece y siguen presentes elementos que de manera explícita e implícita acaban justificando, vanagloriando o exaltándola, precisó la académica de la Universitat Rovira i Virgili, en Cataluña, España.

En los últimos años “hemos visto crecer la influencia del movimiento feminista y la visibilización de muchos delitos sexuales, y con ello se ha incrementado el número de denuncias por abuso y agresión, sin embargo, éste no refleja en lo más mínimo los casos de intimidación.

La violencia sexual es como la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, ya que se adapta a los códigos de lo aceptable o no aceptable y se convierte en formas explícitas o invisibles que dificultan el análisis y el diagnóstico a la hora de estudiar este fenómeno.

Al cuestionar el binomio cultura de la violación, la especialista propone el uso de otro concepto, el de la narrativa maestra, como una lectura hegemónica para explicar las violencias sexuales, en la cual el elemento de culpabilización y normativo sobre cómo ha de superar una mujer una agresión está íntimamente ligado a la propia concepción del sexo que se maneja en una sociedad patriarcal y la manera como debe ser celosa y protectora de su propio sexo.

Una persona que ha vivido un ataque sexual no debiera permitir que se le identifique como víctima, pues su identidad no puede quedar marcada por ello, por lo que debe reconocer que ha habido agresión, pero que no fue su elección ni tiene por qué adherirse a su identidad.

Hoy en día hay nuevos escenarios de socialización a través de medios virtuales que cobran una forma nueva de violencia sexual. Esta plasticidad y flexibilidad de los delitos de ese tipo supone también un problema al abordarlos porque la velocidad con la que están sucediendo representa un desafío para quienes trabajan en su estudio.

En esta ocasión el Ciclo permanente de conferencias del Posgrado en Psicología Social tuvo como tema la Aproximación interdisciplinar a la cultura de la violación. Análisis crítico feminista de las narrativas maestras del terror sexual.