Por María Manuela de la Rosa Aguilar.

2 de abril del 2024.

La mitad del planeta tiene elecciones este año y los conflictos bélicos continúan, por lo que su impacto será decisivo, no sólo para determinar si habrá o no elecciones, sino porque es un elemento fundamental en la toma de decisiones. Este es el año es el de más elecciones de la historia, en 78 países hay procesos electorales, en donde más de la mitad de la población mundial deberá elegir a sus gobernantes y en algunos casos, los resultados incidirán incluso en un cambio de régimen, aunque no todas las votaciones pueden considerarse democráticas, por lo que hay incertidumbre y esto afecta al mundo entero.

El riesgo más grande es la posibilidad de que haya una escalada en Medio Oriente, lo que afectaría mucho más al planeta que incluso la guerra en Ucrania, que de por sí ya ha dejado sentir la importancia del comercio global, pues la escasez de granos y de gas natural afectaron seriamente la economía mundial. El caso de Israel podría ser mucho peor, ya que involucra a todo el comercio internacional, así como el equilibrio de poderes entre las grandes potencias, en donde el tema religioso surge nuevamente al verse enfrentadas dos religiones, que aún teniendo un origen común, son irreconciliables por el pasado bélico que las preside. Pero el tema central, como en todo conflicto armado, es la lucha por el poder, pues los credos únicamente funcionan como detonante político.

Las tensiones se encuentran en diversos puntos del planeta y este año ha comenzado con la guerra en Gaza, que representa un serio riesgo de escalada regional en Oriente Próximo,  que ya ha afectado al comercio global por los ataques hutíes en el mar Rojo.

Pese a que la guerra en Ucrania ha cambiado las perspectivas geopolíticas, involucrando a todo Occidente, la principal amenaza está en una escalada regional provocada por la guerra de Gaza. A más de tres meses de los ataques de Hamás, las fuerzas israelíes siguen atacando a una ciudad ya en ruinas, en donde han muerto más de 32,800 palestinos y el conflicto ya se ha extendido a las costas de Yemen y amenaza con desencadenar una guerra regional que involucre a Hezbolá y otros aliados de Irán, lo cual sería catastrófico.

Dadas las circunstancias, es probable que la crisis en el mar Rojo dure meses, lo que adiciona problemas de suministros, como sucedió durante la pandemia y con el bloqueo del canal de Suez en 2021. Indudablemente afectará a la economía por la subida de los precios del petróleo y de muchas mercancías,  ya que se han tenido que tomar otras rutas, mucho más largas, con el consiguiente incremento de costos, trayendo nuevamente el debate sobre la autonomía estratégica, en donde la globalización y el comercio abierto se ven fuertemente amenazados ya que la seguridad cobra cada vez mayor relevancia, al punto de constituir una premisa para todo el tráfico marítimo, lo que necesariamente nos remite a los tiempos de la colonia en donde la mayoría de las embarcaciones eran presa fácil de los piratas y la incertidumbre era total.

Y se estima que esta guerra continuará al menos seis meses más, aunque militares israelitas suponen que sus operaciones podrían prolongarse hasta dos años, así que es muy probable que la guerra continúe sin tregua todo este año, al cabo de lo que posiblemente la Franja de Gaza pase a manos de Israel, lo que perpetuará este diferendo que lleva siglos, aunque  por lo visto no hay consenso ni en el mismo Gobierno, pues hay voces que piden el cese de las hostilidades por razones humanitarias a favor de los palestinos, pero ganan los más radicales, que piden la limpieza étnica de la Franja, en tanto que  continúa la colonización israelí de Cisjordania. La convivencia entre israelitas y palestinos ha generado empatía y no son pocos los que piden paz, bien por la necesidad de mano de obra palestina, o por el más elemental sentido común humanitario de civilidad. Y por el otro lado, la propaganda de los grupos terroristas, que ya sea por la manipulación o por la fuerza, no cesan de reclutar integrantes para su causa.

La intransigencia de las acciones de Israel ha provocado su propio aislamiento internacional, pero también el descrédito de su gran aliado, Estados Unidos, porque a esto se suma un nuevo frente, el judicial, ya que  la Corte Internacional de Justicia va a estudiar acusaciones de genocidio contra Israel y la Corte Penal Internacional está analizando si abre una investigación. Pero nada de esto va a detener a Israel, siguiendo la misma línea de siempre, con el claro objetivo de apoderarse de todo el territorio. Tal vez la única fuerza que podría detener a Israel es  Washington, pero la contienda electoral está absorbiendo toda la energía de Joe Biden para su reelección, en donde sus posibilidades cada vez son menos contra un Trump empoderado que alienta cada día más a sus seguidores, dada la tibieza con que últimamente se está conduciendo Biden en temas fundamentales como la migración, la guerra en Ucrania, la crisis económica, el consumo creciente del fentanilo y la seguridad interior.

La guerra ha sido favorable para Netanyahu, quien antes de la guerra enfrentaba una seria crisis política y de credibilidad y con el curso de la guerra, no se sabe si será reelecto para el cargo. De acuerdo a las encuestas ya debería irse, pero la legislación lo favorece, ya que  no tiene la obligación de presentarse a las urnas si logra mantener la mayoría en el Parlamento, aunque podría dimitir  si pierde el apoyo de Estados Unidos, que difícilmente lo haría, o que debido a la guerra su Gobierno se debilite, porque no se descarta la posibilidad de que los moderados o los radicales le retiren su apoyo. Y todo depende de la guerra. Por eso Netanyahu está provocando a Hezbolá para que abiertamente se incorpore al conflicto, pues se encuentra  ante varios frentes, algunos no declarados oficialmente, por lo que espera una escalada incluso con siete frentes: Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán. Una vez que aseguren su completo dominio en Gaza (si lo logra), el Gobierno israelí pretende aprovechar la ocasión para incidir en la frontera con Líbano. Un sueño expansionista que posicionaría políticamente a Netanyahu, asegurándole su permanencia.

Su apuesta es muy arriesgada, ya que supone convertirse en una guerra regional. Existe la posibilidad de un ataque preventivo de Israel contra Hezbolá y si esto sucede, entraría a la guerra la milicia más poderosa del mundo, que provocaría una respuesta del resto de milicias aliadas de Irán por todo Oriente Próximo, forzando incluso a la República Islámica, con lo que involucraría a países árabes y a Estados Unidos, aunque han dado claras señales de que no quieren participar en esta guerra. Forzarlos sería muy peligroso, pues hablamos prácticamente de otra guerra mundial, que nadie desea. Las naciones más poderosas podrían ser obligadas por las ambiciones de un líder judío.

Y hay problemas de diversa naturaleza en varias regiones, junto con elecciones, que afectarían a las naciones. Más adelante hablaremos de ello.