• Clyo Mendoza escribe con rabia y nos hace preguntar sobre nuestra vida y nuestro espíritu, su escritura oscila entre la mística que trae pensar en dios y el diablo y la realidad de que los dos nos habitan en forma de carne que se descompone y siente placer.

Por: César H. Dorado/

En la constante búsqueda de respuestas, la curiosidad del humano lo comienza a trasladar a horizontes desérticos e interminables donde solo se encontrará con silencios sombríos, una soledad desoladora y, finalmente, más preguntas que le llenarán el corazón de un rencor que se transforma en un “monstruo de masa espesa, impenetrable” y lo obligarán a mentirse así mismo para que “la vida sea más llevadera”. Ahí, en el desierto con su sol inquebrantable.

Dentro de todas las preguntas que se hacen mujeres y hombres, siempre se evocará a la memoria, y en una autoexploración irá descubriendo que su presente es una herencia del pasado; lleno de rencores, decepciones amorosas, conflictos de identidad y una constante lucha con la figura paterna. En Furia (Almadía, 2021), la escritora mexicana Clyo Mendoza desenvuelve una serie de historias en donde los protagonistas, todos conquistados por el rencor, se interconectan por la misma sangre, las mismas venganzas y la “ponzoña” de su padre.

Con los escenarios de la posrevolución, el desierto funge como protagonista más donde las ensoñaciones, los recuerdos y el constante contacto con la muerte nos van dando señales específicas de los estados mentales de todos los personajes. “La muerte le crecía como una idea parecida a la del horizonte largo, desértico. Un gran espacio negro y cúbico, algo que no alcanzaban a dimensionar sus ojos… Era como si, para acoger el sufrimiento, su cuerpo se hubiera vuelto de la piel para afuera”.

La autora ganadora del Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, no escatima en las palabras y muestra el dolor de los cuerpos a su máximo esplendor; asoleados, desnudos de consciencia y cuestionando eso que son y no son. “Hemos sido muy hombres porque siempre hemos estado peleando, ¿no es eso lo que se les exige a los hombres? Hemos cumplido esa parte. Y además, hasta ahora hemos vencido porque no estamos muertos”.

Furia nos presenta al desierto como el lugar perfecto para emprender un viaje de proyecciones, donde encontraremos que como humanos, los males también nos mueven y nos apasionan. Los males de infancia, los rencores heredados de los padres que abandonan son, en esencia, los primeros en crear una transformación de la niñez a ser adulto; quienes serán lanzados a un mundo más enfermo porque desde pequeño así se aprendió de manera accidentada.

“Juan dio sus primeros pasos tensando el mecate que lo tenía amarrado a la mientras la esperaba. Al principio lloraba, luego se resignó a creer que aquello era el mundo, la sucesión natural de los eventos de su vida”.

La muerte es asimilada desde pequeño y en un trazo de circunstancias, lo único que se hace es ir evadiendo los peligros y la desdicha de perder el alma. “Yo a veces me imagino que el alma es como un fantasma atrapado en el interior de esta máquina”.

Clyo Mendoza escribe con rabia y nos hace preguntar sobre nuestra vida y nuestro espíritu, su escritura oscila entre la mística que trae pensar en dios y el diablo y la realidad de que los dos nos habitan en forma de carne que se descompone y siente placer.

Sin embargo, su novela también podría incomodar porque habla de forma violenta, calurosa, así como los desiertos donde se pudre la piel y se cuestionan los valores. Donde se descubre que el amor “no lo es todo” y que, pese a los males de esos seres que nos heredan la sangre y nos punzan con su violencia, la muerte hará que se “dignifiquen”.

En Furia se encontrarán muchos elementos para cuestionar nuestro rol de humanos, y más allá de eso, también nos preguntaremos sobre la muerte, el destino, la soledad y los males traducidos a enfermedad que nos acompañarán en una vida idealizada, pero sangrienta.