Por: Redacción/

La música arribeña debe promoverse y difundirse para erradicar su situación marginal por ser una expresión cultural y de identidad para una de las regiones importantes del país, que está viva, pero escasamente conocida en el resto de la nación, opinó el doctor en Antropología por la Universidad Nacional de México (UNAM), Fernando Nava.

El coordinador del posgrado en música de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de Arte expuso que esta música se caracteriza por “su confluencia músico-literaria, por sus características poética, la improvisación y exige a los interpretes una opinión de los hechos de actualidad”.

Su área de interpretación se limita a los estados de Querétaro, San Luis Potosí y Guanajuato, especialmente hacia el este de la región. Además de una área del Estado de México y Estados Unidos.

Se cultiva, esencialmente, por músicos campesinos y la población de los sectores populares.

Los grupos se integran de cuatro elementos: un cantante que toca la guitarra, dos violinistas y un jaranero que toca la vihuela, interpreta los sones y los jarabes, pero el guitarrero es el alma del huapango arribeño, quien dicta los temas, las tonalidades en las se toca.

En el marco de la Sesión de Escucha De las células al universo, cuyo objetivo es la difusión del acervo de la Fonoteca Nacional y su análisis en la voz de los especialistas, indicó que entre sus componentes “hay motivos musicales de diversos tipos, comportamiento melódico diferenciado, versos de diferentes metros en los versos.

Las rimas tienden a ser consonantes con tres patrones expresivos en los que se manifiestan los géneros de la música arribeña. Hay declamación, hay un canto melódico y salmónico que se asemeja a las partes de las misas salmoneadas más que a una melodía”.

El huapango arribeño implica memorización literaria y musical e improvisación poética. Tiene dos ámbitos temáticos: el religioso y el festivo, de esparcimiento y confrontaciones del saber, por lo que los músicos y los cantadores que convergen en esta tradición se confronta, rivalizan.

El lingüista y antropólogo resaltó que es una música con característica poética porque es uno de los pocos géneros en México que emplean la forma estrófica de la décima, la glosa de la décima, desde el punto de vista literario y musical.

El son arribeño es una forma cercana al son huasteco, se emplea el jarabe, parecido a los Jarabes de la confluencia de Zacatecas, Jalisco y la Tierra Caliente de Michoacán.

La denominación de música arribeña es reciente, las personas, los músicos y la gente grande sólo la llama música. La denominación es para diferenciar del huapango arribeño de la música huasteca que está de la zona oriente del país, hacia la depresión del golfo. El nombre arribe se remite a que está en una región serrana.

Fernando Nava consideró necesario su preservación porque “es de nosotros. Es música de nuestra historia. Tiene un arraigo popular. Se ha resistido a quedarse callada. Es un género en el que se le demanda a los intérpretes, a todos los cantadores a que den una opinión. La improvisación es otro de los rasgos importantes de este género”.

A diferencia de otras tradiciones, tiene la característica de exigir a los cantadores, la improvisación, el tratamiento de temas actuales, la opinión de los acontecimientos actuales”.

Esta música carece de estrellas en la interpretación y composición. No es conocida a nivel nacional y su ejecución se limita a su zona de influencia que comprende Querétaro, San Luis Potosí y Guanajuato.

“El son arribeño, a diferencia del son jarocho o jalisciense no se conoce fuera del ámbito regional. Es una música de gente de tradición campesina, de minero, los grupos y compositores son locales”.

Otra característica “es la confrontación literaria musical. No es la única. Las bandas mixes tienen un código de confrontación, los alabaceros de la zona del bajío. Hay un código tanto musical como literario que conjuga la necesidad de estar con los temas del día con una opinión”.

Como expresión musical no está en extinción o crisis. “Tiene vigencia, hay demanda, se siguen organizando las fiestas y bailes. Hay promotores, Guillermo Velázquez y su grupo de los Leones de la Sierra de Jichú le ha dado una gran promoción, un impulso al género, a las formas poéticas, de la décima. Pero no forma parte de los esquemas privilegiado de la música popular masiva”.

Tampoco se contempla “dentro de la corriente educativa formal y de la música masiva popular de los géneros de moda impuestos por los medios de comunicación”.

Para el especialista “hay un problema de clasismo, de racismo, incluso, del poco interés de los músicos académicos. Tenemos históricamente a un Silvestre Revueltas, Candelario Wisar y Carlos Chávez que trabajaron o se inspiraron con temas de la música popular, pero en general, vivos en una sociedad muy clasista. La gran mayoría no tienen ningún interés de acercarse a las formas populares”.