Por: César Dorado/ 

Su pasión por la investigación, docencia, difusión y gestión del conocimiento, hicieron que Miguel León Portilla se convirtiese en uno de los catedráticos más representativos para la recuperación e internacionalización de las culturas indígenas. Sus sólidas investigaciones, sustentado bajo una mirada perspicaz, se dirigieron en contra corriente a los clásicos estudios etnográficos y antropológicos de sus contemporáneos.

Destacaron sus estudios historiográficos, conceptos del arte, las autonomías indígenas contemporáneas, el estudio del pensamiento maya del tiempo, entre otros, en los que colocó resistencia, pues muchos de sus intereses y tesis se vieron bloqueados porque no correspondían a los moldes del pensamiento clásico del estudio del hombre. Su primera publicación, la tesis doctoral “Filosofía Náhuatl” (1956), fue víctima de esa resistencia al conocimiento de las culturas indígenas.

Fue su carácter rebelde quien desde pequeño le ofreció una oportunidad para concentrarse en el mundo cultural e histórico de los grupos indígenas. La misma constancia y resistencia a los académicos con sus estudios de las tecnologías nahuas, códices, glifos y otros escritos generó que grupos cercanos a él se unieran bajo esa corriente de investigación histórica.

Su acercamiento al sacerdote e historiador Ángel María Garibay, quién fungió como uno de los principales estudiosos de la cultura náhuatl, hizo que León Portilla tuviera de primera mano testimonios traducidos al español de los relatos de Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Tapia, para así consolidar “La visión de los vencidos” (1959), una de sus obras más famosas, donde se registra una perspectiva diferente de la traición entre mismos pueblos indígenas y su alianza a los españoles.

Su balance entre el texto literario y los datos históricos, lo catapultaron a ser referente de investigación, ya que en su labor académico dirigió tesis de licenciatura, maestría y doctorado en Historia, Antropología y Filosofía.

Fue miembro de la Academia mexicana de la Lengua desde 1962, en donde su visión se concentró en investigar la literatura de diferentes lenguas mesoamericanas, al igual que discutir que las representaciones artísticas de los pueblos prehispánicos eran anónimas. Así, en su desempeño como gestor cultural, ayudó a difundir los conocimientos indigenistas a través de estudios, revistas y series de libros. Su enfoque en la conquista ayudó a desempolvar trabajos etnográficos de Fray Bartolomé de las Casas, Juan Comas o Fray Bernardino de Sahagún.

Al final de su vida no dejó de desempeñarse como investigador y gestor y presentó un gran trabajo por la defensa de los derechos de los pueblos indígenas de México y de otros países, y apoyó su lucha por alcanzar su autonomía, al igual que la preservación de su lengua e identidad culturar.

25 doctorados Honoris causa de universidades de Estados Unidos, Latinoamérica y Europa y su papel como delegado mexicano ante la UNESCO son algunos de los reconocimientos que recibió por su alto desempeño de investigación y pasión por el conocimiento de lo que, en algún momento, era invisible ante la mirada de la educación clásica occidental.