Por: Paola González/

Uno de los grandes de la literatura argentina, así como uno de los autores más destacables del boom de la literatura hispanoamericana de los años 60, nació un día como hoy hace 109 años en la Ciudad de las Rojas, Argentina; Ernesto Sabato fue el creador de escritos que fueron reconocidos gracias al uso de la indagación existencialista sobre la naturaleza humana y la permanencia de la barbarie dentro de la sociedad moderna.

Comenzó sus estudios en la Facultad de Ciencias Físico- Matemático en la Universidad de la Plata e inició una esperanzadora carrera al ser becado para trabajar en el laboratorio que fundó la legendaria científica ganadora de dos premios nobel en física y química, Marie Curie. Dicha universidad reclutó a personalidades que serían elogiados por su trabajo, tal es el caso de André Bretón (escritor, poeta y ensayista francés) quien lo motivó a incursionar en el mundo de la literatura.

La importancia de su desarrollo universitario radica en la tendencia comunista fundada por el Grupo Insurrexit en 1933 y en ese mismo fue elegido Secretario General de la Fundación Juvenil Comunista. Forjando su ideología en un curso sobre el marxismo conoció a la única mujer de su vida, Matilde Kusminsky Richter, una estudiante de tan solo 17 años que tomó la intrépida decisión de irse a vivir con Sabato y acompañarlo hasta su último suspiro.

Asimismo, en 1934 fue enviado a las Escuelas Leninistas de Moscú, pero estando ahí temió por su vida al tener el pensamiento de ya no regresar nunca más, por tal motivo decidió seguir sus instintos huyendo a Paris, ahí escribió su primera obra titulada “La Fuente Muda”. En 1938 obtuvo su doctorado en Física en la universidad donde comenzó sus estudios; nunca excluyó su pasión por las letras y tuvo a su primer hijo llamado Jorge Federico y dos años después, la enamorada pareja contrajo matrimonio por el civil dos años después.

De regreso a su natal Argentina comenzó a dar clases en 1940 en la universidad que lo formó como persona y como profesional. Sin embargo, se vio obligado a renunciar a su cargo por un artículo que causó inconformidad en el político Juan Domingo Perón. Afrontando la situación supo manejar su habilidad para la escritura ya que, su primer trabajo literario fue un artículo sobre “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares. Uno de sus escritos más trascendentes fue el ensayo “Uno y el universo” publicado en 1945, en el cual hizo una crítica hacia la deshumanización de la ciencia.

Ese mismo año tuvo a su segundo hijo llamado Mario y en medio de una crisis profesional, puso en balanza lo que realmente quería hacer en su vida así que decidió dedicarse completamente a la literatura detallando su propio estilo lleno de introspección, obras psicológicas y un estupendo manejo de la retórica.

Su literatura siempre estuvo influenciada por problemas existenciales. Tal es el caso de una de sus obras más prominentes “El Túnel” que fue un punto de partida para llegar a la cima del éxito incluso llevando su escrito a la pantalla grande en 1952. La inquietante declaración del pintor Castel por el asesinato de María, dejaron al público con la intriga del desarrollo de la historia, lo cual caracteriza y hace enriquecedora esta obra por el arrebato de matarla al ver cómo su amada le fue infiel.

Al principio sus obras fueron rechazadas en múltiples ocasiones por las editoriales, pero demostró que sus textos con su trama llena de psicología y pesimismo llegarían lejos; siempre defendió sus pensamientos teniendo el valor de escribir de temas que nadie se atrevía llevándolo a tener el renombre como uno de los grandes autores latinoamericanos del siglo.

Además, en 1958 fue nombrado Director de Relaciones Culturales en el Ministerio de Relaciones Exteriores (SADE), puesto que renunciaría un año después al no estar de acuerdo y tener discrepancias con el gobierno. Esto no le impidió expresarse libremente y tener el temple para continuar como el profesional que era.

De igual forma, “Sobre Héroes y tumbas” fue una obra que conquistó al mundo de la literatura en 1961, la trama de esta historia igualmente fue elogiada por la introspección que abarca, y la visión que tenía Sabato ante la soledad en medio de enredos. Afortunadamente su esposa Matilde lo convenció de que lo publicara.

Siendo ya un escritor aclamado, empezó a codearse con importantes personalidades como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, y Mario Vargas Llosa,quienes en la década de los 60 dieron un cambio drástico a literatura con sus trascendentales obras llenas de suspenso, reflexión y análisis que fueron admiradas por los lectores y por críticos.

Tiempo después lanzó su tercer obra “Abaddón el exterminador” en 1974, la cual hace una mezcla de realidad con un toque de ficción y un análisis de la sociedad argentina por la represión militar, retratando esto con la muerte de un estudiante en el sótano de una comisaría a manos de torturadores.

La muerte siempre fue crucial en las narraciones de Sabato quien ese mismo recibió el Gran Premio a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).

Más allá de ser un extraordinario escritor, Ernesto se convirtió en un hombre respetable y una autoridad, pues fungió como presidente en la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) dándole un panorama completamente diferente, viendo en carne propia el sufrimiento y frustración de la realidad social, en sus propias palabras llegó a mencionar “He estado en el infierno”.

Su trabajo fue galardonado en 1984 con el Premio de Cervantes. Y ese mismo año recibió el Premio Gabriela Mistral de la Organización de los Estados Unidos Americanos en Washington.

En 1995 sufre la pérdida de su hijo Jorge a causa de un accidente automovilístico, la desolación y tristeza se adueñó de su familia, y con tan solo tres años de diferencia, la muerte se llevó también a su esposa. El dolor fue tan grande que escribió un par de obras melancólicas llamadas “Antes del fin” y “La Resistencia” en memoria de ellos.

El escritor falleció el 30 de abril del 2011 a causa de bronquitis que lo aquejaba meses antes, hasta el último respiro, Ernesto se mantuvo fiel a sus ideales y pensamientos, así como su firme pasión al arte de la literatura.