Arnulfo Roque Villanueva

Por: Arnulfo Roque Huerta

Yaritza camina segura, avanza por el escenario tranquila; claro que los nervios no la dejan, pero ha practicado durante muchos días. Ha hecho todo justo como le dijeron: muy derechita, la mirada al frente, la sonrisa en los labios (siempre natural en ella), cuenta los pasos exactos para llegar al centro del templete, después se detiene y realiza un glamoroso movimiento que permite observar su fabuloso vestido; enseguida unos pasos a la derecha, una vuelta, terminar de recorrer el escenario, salir y respirar; ese ha sido su debut como modelo.

Yaritza cursa el tercer grado de secundaria y ha sido elegida para presentar un hermoso vestido en el tan esperado desfile de modas que organiza el colegio; quiero destacar que cuando digo organiza me quedo corto, pues todo lo relacionado a este evento corre a cargo de las estudiantes y aunque los aplausos se los llevan las encargadas de modelar, la realidad es que tras ellas existe un gran equipo de trabajo que durante meses trabajan arduamente para que el desfile quede excelente.

La escuela tiene un taller donde se trabaja todo lo relacionado con la industria del vestido, tiene maestras de primera calidad en esa rama; éstas enseñan a las niñas diseño, trazos, cortes, costuras, terminados y por supuesto a modelar; cada año las chicas trabajan un diseño realizado por ellas mismas, verlas trabajar en ello es impresionante, muchos de los mejores diseñadores del mundo morirían de envidia al ver el empeño y dedicación que ponen en sus proyectos y más aún si pudiesen ver el resultado final.

El día del evento hay mucho movimiento y aún más nerviosismo. La modelo se prepara, practica, repasa los consejos, las diseñadoras le dan los últimos retoques al vestuario, las encargadas de logística revisan luces, acomodan sillas, repasan el programa y todo listo. Muchos son los invitados: gente dedicada a la industria del vestido (quienes de paso tomaban prestadas algunas ideas para sus futuros diseños), autoridades de diversos ámbitos de la sociedad y gente VIP ocupando los primeros lugares del desfile quienes quedaban impactados por lo profesional del desfile y por supuesto los maestros del colegio también son invitados especiales.

Ver a las modelos realizar su recorrido genera en los presentes mucha emoción y alegría, pero ver tras bambalinas genera satisfacción y orgullo, pues tras el escenario están todos los engranes de este reloj que marcha sin retrasos. Allí se encuentras las niñas creadoras, las mentes que trabajaron y generaron lo que los visitantes disfrutan y aplauden; allí se observan sus caras llenas de deleite al ver sus obras maestras, esto me hace entender que no solo la chica que viste el atuendo es la modelo sino todas y cada una de esas chicas lo son.

Ellas son un verdadero modelo, pues según la Real Academia de la Lengua Española “modelo” es un punto de referencia para imitarlo o reproducirlo. Para mí aquel desfile de modas representó un verdadero punto de referencia sobre el empeño que un joven debe poner en sus labores, un modelo a reproducir sobre el esfuerzo, dedicación, constancia para alcanzar una meta y un testimonio vivo de que lograr la excelencia es más sencillo de lo que uno se imagina.

En la actualidad la palabra “modelo” está muy de moda y deberíamos reflexionar en ello ¿Cuáles son nuestros modelos a imitar? No hace mucho tiempo el padre de familia, el sacerdote y el maestro eran figuras de mucha autoridad, los jóvenes los veían y admiraban. La sociedad ha ido cambiando y estos modelos se han derrumbado, por ello todas las ideas que se generan para mejorar la educación no despegan, no funcionan, no generan cambio.

Yo recibí clases tradicionales, comencé a dar clases usando el humanismo, después el constructivismo y ahora enseño bajo competencias; todas las teorías son buenas, pero se quedan en el papel porque la educación va más allá de las materias, sus planes y programas. La educación se basa en sus modelos, no en los que se escriben detrás de un escritorio, sino en quienes educan a niños y jóvenes.

Comenzamos en casa los padres como referencia, los niños cuando pequeños ven en papá a un súper héroe el que nunca les fallará, el que puede hacer todo y salvarlo de cualquier problema, el que siempre estará allí cuando lo necesite y en mamá ven a la confidente eterna, a quien curará siempre sus heridas, quien impulsará su crecimiento, quien apoyará sus sueños, pero la realidad de estos tiempos es que la mayoría de esos niños se vuelven adolescentes y se encuentran en el abandono total y el súper héroe se convierte en el súper ausente, el que da de comer físicamente pero no alimenta sentimental ni espiritualmente, así mismo quien fuera la madre confidente no tiene tiempo para escuchar, mucho menos para sanar heridas o resolver dudas.

Qué decir del profesor, los alumnos llegan a verlo como el que sabe todo, como quien lo guiara al saber y conocer, el que hará más simple los libros, el erudito, el que lee mucho, el que entiende, el que comprende y después… que les digo (no me meteré en problemas con este asunto) pero pensemos en esto: en nuestro país el día del estudiante no se estudia, el día del trabajo no se trabaja y el día del maestro no se dan clases. Pero lo peor es que actualmente quien detiene la educación de nuestro país, son aquellos que deberían estar siendo un modelo a seguir dentro del aula (póngale el nombre y ubicación geográfica que usted quiera).

Nelson Mandela dijo un día: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Yo lo creo y digo: ¡Cambiemos el mundo, seamos un modelo de educación y autoridad para nuestros niños y jóvenes!