Por: Arnulfo Roque/

Ser estudiante de la UNAM es sin duda un gran privilegio, llena de orgullo a cualquiera que tenga el honor de ser matriculado; la UNAM no es solo una universidad sino un modo de vida, para muchos, una casa, un recinto, una oportunidad para ser mejor, un lugar al cual se quiere pertenecer.

Yo soy de la UNAM, es mi alma mater, allí aprendí que estudiar es una actividad para siempre, descubrí la importancia de analizar, pensar y después actuar, comprendí que el estudiante recibe datos y su obligación es hacerlos información para después mutar todo esto en conocimiento; la UNAM es mi escuela por ello me duele lo que le pasa.

En días pasados los noticiarios dieron a conocer una serie de acontecimientos ocurridos frente a la rectoría, es decir en las entrañas de la universidad; porros agredieron a una marcha pacífica de estudiantes dejando varios heridos y una triste imagen de un lugar que en teoría debe ser de gente civilizada, pensante y capaz de resolver problemáticas de la manera más inteligente posible, más no fue así y el recinto educativo quedo reducido a un vulgar campo de batalla donde la raza importó poco y el espíritu se avergonzó.

¿Pero cómo comenzó esto?… Alumnos del CCH Azcapotzalco realizaron una marcha con el fin de exigir la designación de profesores y la renuncia de la directora Patricia Márquez Cárdenas; dicha marcha estaba programada de manera pacífica pero no contaban con que iban a ser recibidos por un grupo de vándalos disfrazados de estudiantes quienes no solo amedrantaron a los manifestantes sino que además golpearon, lanzaron petardos e hirieron a varios jóvenes y algunos de ellos de gravedad.

Después de esto se realizó una marcha con más de 30 mil estudiantes quienes al parecer obtuvieron respuesta favorable pues para rectoría los puntos del pliego petitorio son atendibles por lo que se instaló una mesa de diálogo para dar solución a esta situación. Cuando pienso en esto me doy cuenta que al final no fue la marcha, ni los desmanes, ni los heridos los que lograron el acuerdo, sino una plática civilizada entre los alumnos y las autoridades, lo que me deja cada vez más claro que la solución a los problemas de educación tiene que venir a través de la misma.

Educación es lo que se requiere para solucionar cualquier asunto y preocupa que a través del tiempo no se termine por entender esto y se tenga que llegar a la violencia y el barbarismo para finalmente entablar una charla que de haberse hecho desde el principio habría evitado una serie de eventos desafortunados.

Desde mi punto de vista las marchas y manifestaciones ya no son efectivas (al menos entre los estudiantes y autoridades educativas) al ser completamente paradójicas pues al hablar de humanidad haces referencia a la cultura, la literatura y la ciencia lo que en una marcha no puedes ver por ningún lado.

Somos UNAM, una escuela donde el espíritu habla por la raza, donde la violencia no debe mermar con los ideales y la mística de la casa de estudio, somos gente que piensa, capaces de entablar mesas de diálogo, debates, mesas redondas, campañas escritas o audiovisuales, somos personas con todas las habilidades para evitar la manipulación y saber diferenciar los verdaderos problemas de cortinas de humo políticas, personas capaces de diferenciar a un verdadero estudiante de un porro.

Somos UNAM, un lugar donde el porrismo no puede encontrar lugar de acomodo, donde el estudiante aprovecha la digna posición que tiene, donde la cizaña no puede crecer junto al trigo, somos UNAM y ese escudo no debe portarlo cualquiera en jersey/o banderas que inciten a la violencia, es tiempo de recordar la identidad de esta escuela, recuperar la imagen de la institución y ser México, Pumas, Universidad…

Obvio tengo que cerrar con la frase de Vasconcelos: “Por mi raza hablará el espíritu”.