Por: Redacción/

Los sistemas de producción en el mundo han sido causantes de epidemias –incluida la del COVID-19 que ahora mantiene bajo amenaza a la humanidad– por basarse en la generación de capital mediante la apropiación y la degradación de los recursos naturales y del trabajo, sostuvo la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Los procesos industriales para incrementar ganancias son graves porque detonan enfermedades derivadas de virus y, a pesar de que empresas transnacionales agrícolas y ganaderas están conscientes de esta problemática, realizan actividades que significan riesgos sanitarios, en su afán de competir en mercados oligopólicos.

El coronavirus COVID-19 no ha sido la primera pandemia de este siglo, al haber estado precedida por el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), en 2002; la gripe aviar, en 2005; la gripe porcina, en 2009; el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), en 2012; el brote del ébola, en 2014, y el virus del zika, en 2015, todos los cuales acumularon pérdidas por 400 mil millones de dólares.

En entrevista, la profesora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco de la Casa abierta al tiempo lamentó que las grandes firmas de los sectores mencionados externalicen las consecuencias negativas de sus labores económicas a todo el planeta, lo que perjudica principalmente a las poblaciones más vulnerables y marginadas.

En China, la operación industrial ha caído en más de 13 por ciento en lo que va del año, lo que representa una contracción manufacturera que no había registrado desde enero de 1990, en tanto que las ventas al interior descendieron en más de 20 por ciento y los activos fijos –infraestructura y equipo– siguieron la misma ruta en más de 24 por ciento.

En virtud de las restricciones preventivas por la emergencia, la maquinaria del gigante asitático funcionará a un máximo de 70 por ciento de su capacidad instalada, lo que impactará de manera negativa en el rubro automotriz mexicano –que depende de las autopartes chinas– y, por conisguiente, en la cadena productiva nacional.

Si China lograra recuperarse con rapidez, el Producto Interno Bruto (PIB) internacional sufriría mermas por hasta diez por ciento, pero si eso no sucediera con prontitud, dicho indicador podría derrumbarse en alrededor de 50 por ciento.

Para 2020 el Banco Mundial ubicó el aumento del PIB global en 2.5 por ciento, mientras que el Bank of America, Morgan Stanley, Citigroup, JP Morgan y Goldman Sachs, entre otras entidades, lo colocaron entre 0.3 y 1.3 por ciento, lo que entrañaría un quebranto severo.

El peor de los escenarios, según las predicciones del desempeño económico, ocurriría si la emergencia por el COVID-19 durase otros tres meses más en todos los Estados industrializados, debido a que ralentizaría las cadenas de generación de bienes y servicios; en caso contrario, hacia el tercer cuatrimestre del año la afectación sería “relativamente baja gracias a China”, por lo que es conveniente sostener pronósticos abiertos.

Los economistas neoclásicos subvalúan el papel de los trabajadores y pregonan una producción de 4.0 y la robotización, “sin embargo, en la realidad hemos visto que muchas empresas se han detenido por la falta” de mano de obra. En España, los empleados de la Mercedes Benz pararon por la falta de condiciones sanitarias y en Chile y Colombia fueron reprimidos por haber demandado mayor higiene.

En esta fase de la cuarentena, los gobiernos deben exigir que las empresas paguen los salarios a quienes deban permanecer en casa, ya que con el pretexto de la crisis pretenden aplicar la flexibilización laboral y efectuar despidos.

En México es complicado suspender las actividades y “los que tenemos un empleo estable podemos hacerlo, pero en el comercio informal la gente va al día, por lo que debe jugarse la vida y exponer la salud, aunque al instaurarse medidas más restrictivas no podrá salir ni obtener recursos para comer”.

Hasta ahora las consecuencias directas de la pandemia han ocasionado pérdidas económicas que superan los 300 mil millones de dólares en el orbe, dijo la doctora Azamar Alonso, presidenta de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica.

En esta coyuntura, el país ha registrado una baja de ocho por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores y el tipo de cambio se ha depreciado por arriba de los 25 pesos por dólar. Aun cuando “no estamos en un callejón sin salida debe darse seguridad a los mercados; detener la caída de la BMV; llevar a cabo una reforma fiscal progresiva, y proteger a los trabajadores que están afrontando este momento crítico”.

La crisis de salud refleja una lucha de clases en la que los involucrados en el sector informal resultarán los más desfavorecidos, pues no pueden guardar cuarentena y “nuestro sistema de salubridad carece de la capacidad para resolver el problema, porque en México el modelo neoliberal recortó el Estado de bienestar y redujo el acceso a los servicios para todos”, concluyó la investigadora de la UAM.