Por María Manuela de la Rosa Aguilar.

En el último lustro la creciente ola de migrantes que prácticamente ha invadido a toda la Unión Europea ha generado una crisis que se ha vuelto permanente y cada vez más difícil de gestionar, sobre todo por el aumento de la pobreza en África y las guerras que actualmente se desarrollan en ese continente, en Medio Oriente, así como en Ucrania y recientemente en Israel. Aunado a esto, el ingreso de latinoamericanos que huyen de las dictaduras y la violencia en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Colombia y Perú.

Curiosamente México no figura en el grueso de la migración hacia Europa, aunque si se ha visto respecto a mexicanos adinerados que han fijado su residencia en varios países de Europa como Suiza, Francia y España, en donde han provocado el alza de los precios en el sector inmobiliario debido a la creciente demanda, aunque ésta sólo ha tenido influencia a nivel local; sin embargo, es un reflejo de la situación de inseguridad generalizada que vive el país bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, donde su política de indulgencia permisiva con el crimen organizado ha significado  174,542 homicidios dolosos, la desaparición de alrededor de 50,000 personas, unas 5,600 han sido víctimas de secuestro, aunado a la muerte de casi 800,000 fallecidos por la mala gestión de la pandemia del COVID-19.

Y no obstante que México es uno de los países más ricos del mundo, siendo la 14ª economía del planeta, la Unión Europea ha enviado a México 6.27 millones de dólares para un proyecto de inclusión laboral de personas refugiadas, migrantes, retornadas o desplazadas que se quieran quedar en México, por lo que este es un programa de desarrollo sostenible e inclusivo para dar cabida a las personas que no logren ingresar en los Estados Unidos y decidan quedarse en México, donde hay una seria crisis por el ingreso de más de 500,000 migrantes que han ingresado al país de manera irregular, provenientes de Centro y Sudamérica, así como de Haití, Medio Oriente, China y países africanos.

Respecto a la Unión Europea, en la actualidad, alrededor de 34 millones de sus habitantes no nacieron en Europa, esto es, un 8 % de su población; y el 10 % de los jóvenes (15-34 años) nacidos en la UE son hijos  de  extranjeros. Pero, cabe señalar que, los migrantes y los ciudadanos de la UE de origen migrante están integrados a los distintos sectores de la economía como trabajadores esenciales. Aunque enfrentan diversos retos culturales, ligüísticos e ideológicos que les obstaculizan su acceso a la educación, al empleo y a la inclusión social, toda vez que muchos de sus usos y costumbres, muy arraigadas sobre todo en la cultura árabe les impiden asimilarse por completo e incluso, son factor de animadversión.

La UE  ha hecho grandes esfuerzos para la inclusión de los migrantes,  por un lado, debido a su alto nivel de civilidad y tolerancia, pero asimismo por la constate disminución de su población nativa, que sigue envejeciendo y las tasas de natalidad disminuyen con el tiempo, así que el ingreso de nuevos ciudadanos no sólo es una oportunidad de rejuvenecimiento poblacional, sino de activación de la economía por el aumento de la mano de obra.

Pero no todo constituye una oportunidad, puesto que los migrantes generalmente no poseen la capacitación más elemental para ingresar al mercado laboral y dentro de esos contingentes también van muchos hombres y mujeres con un fuerte adoctrinamiento terrorista, por lo que no es raro que los índices de criminalidad, antes casi nulos,  hayan aumento  en los últimos años, incluso el abuso sexual a mujeres europeas y en muchas comunidades, sobre todo en el Norte de Europa, la gente vive con una gran incertidumbre y debido a la seguridad que anteriormente se vivía, no existe ni la preparación ni el personal suficiente para enfrentar delitos del orden común como el robo, e incluso el incremento del consumo de estupefacientes entre los jóvenes ha detonado esta situación que antes no se preveía.

En la gestión de las fronteras de la UE, el aumento de la inmigración y el asilo, se ha reforzado considerablemente, para lo cual se han destinado más de 34,900 millones de euros, lo que habla de la preocupación por el ingreso creciente de extranjeros hacia el continente, por lo que se ha reforzado el personal encargado de la seguridad fronteriza, de 1,500 a 10,000 guardias de fronteras.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha instado para que este presupuesto se refuerce a fin de que promueva una migración ordenada, segura, regular y responsable, a fin de que se convierta en un elemento clave para el desarrollo sostenible en países de origen, tránsito y destino. los Objetivos de Desarrollo Sostenible pide a los gobiernos que faciliten leste tipo de migración, puesto que es una oportunidad no sólo para los países de destino, sino de los expulsores.

Lar OIM intenta fomentar políticas migratorias de la UE coherentes y basadas en evidencias a lo largo de todo el espectro, que a través de una gestión asertiva logren que la migración sea un agente impulsor del desarrollo y bienestar de los migrantes, las comunidades y los países en Europa que promueva un cambio en la narrativa sobre la migración en los más altos niveles. Y en relación al enfoque vinculado al retorno, la readmisión y la reintegración, la OIM considera que los fondos para migración deben diseñarse en base al respeto cabal de los derechos fundamentales, garantizando condiciones de retorno que sean dignas y humanas.

Es indudable que la migración tiene un rol determinante en el marco de los recientes desafíos del medio ambiente y el cambio climático, por lo que los Estados Miembros de la UE deben integrar a la migración en las políticas sobre medioambiente y cambio climático  a nivel regional.

Sin embargo, es de destacar que Francia, Alemania y Reino Unido, los tres países europeos con mayor experiencia de inmigración, han tenido modos muy distintos, incluso divergentes, en la incorporación de extranjeros. Con una constante, que pone de manifiesto sus puntos débiles: los tres soportan elevadas tasas de delincuencia en la población inmigrante.

Una de las políticas de integración de más antigüedad es la que defiende la incorporación de los extranjeros en igualdad con los nacionales, que ha adoptado Francia; sin embargo, no ha impedido la aparición de guetos urbanos y, con ellos, el desarrollo de notables problemas sociales, como la inseguridad, en donde los franceses originarios se sienten cada vez más amenazados por las pandillas de migrantes. Es por esto que la opinión pública francesa teme que la inmigración no europea haya incrementado la inseguridad y la delincuencia en la periferia de las grandes ciudades. De hecho, se cometen más delitos en los barrios, ciudades y regiones con gran concentración de inmigrantes, en su mayoría norteafricanos; y, en las cárceles, la población penal de inmigrantes conforma la mayoría de reclusos. En París y las grandes ciudades se observa el mismo fenómeno, en donde cada día baja más la edad de los delincuentes, los delitos siguen aumentando de manera alarmante y las técnicas de robo, extorsión e intimidación se hacen cada vez más sofisticadas. El incremento de la delincuencia y la inseguridad ciudadana ha traído consigo que la calidad de las escuelas y colegios públicos se degrade; el ausentismo de profesores y alumnos es mucho más alto, esto coincide con la degradación de la enseñanza y con el incremento del paro y la degradación de la calidad del trabajo y las relaciones laborales. Aunado a todo esto, las zonas con gran concentración de inmigrantes son víctimas del deterioro del entorno urbano y de los servicios públicos, así como la desertización de barrios, ciudades y regiones.

En Francia hay unos 4.5 millones de inmigrantes, cuya falta de integración y la existencia de un número impreciso de inmigrantes ilegales complican gravemente el problema de fondo y sus hijos, ya nacidos en Francia, crecen en el desarraigo. Ha aumentado el número de jóvenes inmigrantes mal adaptados que se inician en la delincuencia, con experiencias carcelarias muy tempranas.

En Alemania la situación es también muy alarmante. Cuenta con una población extranjera flotante de unos 7 millones de personas, cerca de un 9 por ciento del total, donde después de años de incorporación progresiva de trabajadores formales y ordenados, debido a la crisis del bloque oriental ha surgido un repunte de inmigración con oleadas de personas que buscan desesperadamente refugio huyendo de la miseria y el hambre. Esto ha abierto la puerta a una relación entre inmigración ilegal y delincuencia, que es un asunto permanente en el inconsciente colectivo, a menudo utilizado por políticos en sus campañas electorales. Aunque la relación entre delincuencia e inmigración es un fenómeno arraigado desde hace mucho y se debe a que los  criminales siempre entran ilegalmente en un país, y por otra parte, los inmigrantes sin documentos suelen acceder al país precisamente por medio de redes criminales, donde comienza generalmente esta relación, ya que la dificultad de integración y la escasez de medios de vida que encuentran los recién llegados le impiden acercarse a las instituciones, pues en principio  ya son infractores de la ley; pero aunque no existe ninguna predisposición clínica del inmigrante a cometer delitos, se ven obligados por la necesidad e incluso forzados a cometer delitos, entrando en un círculo vicioso del cual es casi imposible salir.

En el Reino Unido, con una sólida experiencia en la incorporación de inmigrantes desde los años cincuenta, cuando llegaban a puertos como Liverpool o Bristol barcos cargados de antillanos que venían a realizar las tareas que los británicos, en época de pleno empleo, no deseaban, por lo que los británicos en general han tenido una postura favorable al multiculturalismo,  poniendo  énfasis en el respeto de unas normas mínimas para mantener el orden público, permitiendo que los inmigrantes conservan su identidad, modo de vida y vínculos de grupo. Sin embargo, debido a esto mismo la integración no se ha dado, ya que, más allá del mantenimiento del orden público, la formación de enclaves étnicos ha fomentado la división de clases y un sutil sentimiento de intolerancia, aunque hoy por hoy los extranjeros suman millones, pero generalmente viven en comunidades cerradas sin integrarse en el resto de la sociedad.

Ya desde el año 2000 un  informe del Ministerio del Interior denominado  “Crimen, Policía y Justicia, la experiencia de las minorías étnicas”, identificaba dos tipos de criminalidad, la motivada racialmente y la común, la primera era de 280.000, pero en lo que se refiere a la criminalidad común, las comunidades étnicas registraron el mismo grado de delincuencia en casi todos sus aspectos que la población británica, sin embargo, el informe señala que las denuncias provenientes de esas comunidades son mucho menores que entre la autóctona y el porcentaje de crímenes cometidos por minorías étnicas, un 9 por ciento, fue el doble que el de la población británica. Y si se considera que las comunidades permanecen cerradas, estas minorías raciales continúan viviendo prácticamente al margen del estado, un caldo de cultivo peligroso para la seguridad.

Muchos son los factores que inciden en este tema tan complejo, que seguiremos analizando con posterioridad