• La visión espacial ha predominado cuando se habla de jóvenes, cuya atención ha sido desequilibrada y en muchas reflexiones se limita al escenario social.

Por: Redacción/

La relación entre espacio físico, simbólico e identidad es significativa por el papel del territorio en la configuración de los procesos metropolitanos, urbanos y barriales, y aun cuando se tiende a pensar en él con neutralidad está involucrado en generar y sostener mecanismos de desigualdad, injusticia, racismo y sexismo, refirió la doctora Paula Soto Villagrán.

La visión espacial ha predominado cuando se habla de jóvenes, cuya atención ha sido desequilibrada y en muchas reflexiones se limita al escenario social, por lo que “nos cuesta ver su papel en la producción y la reproducción de las desigualdades”, precisó la docente del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Distintas disciplinas apuntan a la geografía para ver cómo integrar esta dimensión en sus análisis, con una renovada conciencia sobre la interacción entre los factores social, histórico y espacial, por ejemplo, la mirada geográfica feminista ha mostrado la trascendencia de entender los desarrollos comunitarios, simbólicos y culturales desde esta perspectiva, “abordando la política de la identidad en una comprensión que va más allá del ¿quién soy? para llegar al ¿dónde estoy? y revivir su significación al repasar conocimientos identitarios, muchas veces fracturados.

Al participar en el Simposio: Jóvenes, subjetividades y dinámicas metropolitanas: perspectivas críticas interseccionales explicó que el espacio se ejerce en forma cotidiana mediante elementos históricos, afectivos y perceptivos, por lo que “debemos resituar la importancia de discutir y pensar sobre los lugares públicos de las ciudades, en primer lugar, porque cada vez están más desbordadas, no sólo por las realidades materiales, sino también por las múltiples experiencias, vivencias y prácticas”.

La complejidad y la heterogeneidad humanas implican entender a sujetos históricamente situados, lo que da mayor comprensión sobre los fenómenos, “pues leer el espacio permite leer el mundo y la sociedad”, así que las preguntas en torno a identidades de clase, nación, étnicas, genéricas o generacionales se van espacializando cada vez más y entonces concebimos también el lugar como una producción discursiva y, por lo tanto, identitaria”.

La investigadora de la Unidad Iztapalapa de la UAM agregó que se debe especular más allá de las dicotomías geográficas, lo público y lo privado, analizando de manera crítica la lógica de planificación de las urbes, pues aun cuando pareciera que no es importante, desde la pericia de las mujeres jóvenes sí lo es.

El espacio forma parte de la vida cotidiana de todas las personas, pero en particular de las jóvenes, quienes han configurado su conocimiento de la metrópoli a partir de la idea del temor y el peligro, lo que han denominado geografías del miedo y que representa uno de los principales mecanismos de control.

Toda esa reflexión “nos ha llevado a comprender una visión del espacio como algo no neutro, vivido y percibido que se expresa de manera diferencial por condiciones de sexualidad y sociales, pero fundamentalmente por la edad”.

El concepto de género introducido en la investigación urbana tiene tres virtudes que “nos ayudarían a estudiar mejor la experiencia espacial de las jóvenes: critica y cuestiona las dicotomías; introduce la idea de las relaciones de poder, y muestra que no existen esencias femeninas y masculinas, todo lo cual contribuye a flexibilizar esas opiniones tradicionales”.

La doctora Soto Villagrán participó en el Simposio con la conferencia El género y la edad en el análisis de la experiencia del espacio urbano desde una perspectiva feminista interseccional.