Por: Redacción/

Los Programas Extramuros de Prótesis Oculares de la Facultad de Odontología (FO) de la UNAM cumplen 25 años.

En este cuarto de siglo, más de seis mil pacientes con defectos congénitos (anoftalmia o microftalmia: falta total o parcial del globo ocular) o adquiridos, con cirugía oncológica y traumatismos, han sido beneficiados con el trabajo de los universitarios.

Pertenecientes a la Especialización en Prótesis Maxilofacial (PMF), estos programas se han encargado de rehabilitar a las personas más necesitadas para reintegrarlas funcionalmente a la sociedad y mejorar su calidad de vida.

Además, la UNAM es la única universidad en el mundo que cuenta con un Programa de Especialización en Prótesis Maxilofacial, dependiente de la División de Estudios de Posgrado e Investigación (DEPI) de la FO. Y en otros sitios donde se enseña, no fabrican las prótesis: las compran y adaptan.

Hasta ahora, se han realizado 101 programas en diferentes entidades de la República, y en cada uno de ellos se ha atendido a decenas de personas.

Desde el inicio, René Jiménez Castillo ha encabezado al equipo de expertos, bajo el principio del cirujano francés del siglo XVI, Ambroisé Paré: “todo ser humano tiene el derecho divino de parecer humano”. Cuando reciben sus prótesis, la vida de las personas cambia; se miran al espejo y vuelven a sonreír.

Alejandro Benavides, colaborador en los programas desde 1996, explicó que la prótesis maxilofacial se define como la ciencia y arte de la odontología que se encarga de la rehabilitación funcional y estética de las estructuras intraorales, faciales y craneales por medios artificiales, cuando no puede realizarse por medios quirúrgicos, con el principal objetivo de restablecer la calidad de vida de los afectados.

“Queremos preparar profesionales de alto rendimiento, pero sobre todo seres humanos que colaboren y hagan algo por su país”, resaltó Jiménez Castillo.

Asistencia gratuita

A 25 años de distancia, durante el Programa 101 realizado en el Hospital General de Pachuca, Hidalgo, René Jiménez reconoció que nunca pensó que esta actividad trascendiera de tal manera. Ese logro “se debe al esfuerzo de todo el equipo, y a la Universidad, que nos permite trabajar para la sociedad”.

El especialista recordó que una prótesis en México cuesta entre 25 mil y 30 mil pesos, y en el extranjero, de tres mil a cuatro mil 500 dólares. Gracias a la técnica desarrollada por él mismo, el costo disminuye al grado que es posible entregarlas de forma gratuita.

Jiménez mejoró una técnica que aprendió en Houston, Texas, y que ya ha sido publicada en sitios como Alemania y España.

“Los mexicanos somos creativos y la modifiqué. Somos odontólogos y los materiales que utilizamos para hacer las prótesis oculares son los mismos que se usan para fabricar dentaduras. Estudiamos cómo se comportaba el acrílico en la cavidad ocular, su flora bacteriana, las reacciones que provocaba. Luego de las investigaciones, hoy contamos con protocolos establecidos y con la aprobación de la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios”.

Pero no sólo se logró abaratar el costo, sino que la fabricación de las prótesis, que antes tomaba tres semanas, ahora se logra en tres horas, y con mejor calidad, adaptada a cada paciente, a cada tipo de cirugía o traumatismo.

25, 26… y contando

Los Programas Extramuros iniciaron hace 26 años, cuando Jiménez recibió la invitación de Rafael Ruíz Rodríguez (especialista en cirugía maxilofacial) para integrarse a los Programas Extramuros de Cirugía Correctiva de Labio y Paladar Hendidos, en la ciudad de Campeche. La finalidad era rehabilitar protésicamente a algunos pacientes, recordó Benavides.

Ahí se encontró a “14 niños que sólo hablaban maya, y en sus caritas veía que esperaban ayuda”. Era importante atenderlos, porque un pequeño requiere los globos oculares para que el crecimiento de su cara sea armónico.

Así comenzó esta aventura de mejorar la calidad de vida de las personas, desde bebés hasta ancianos. Al siguiente año, en 1994, los Programas se integraron a las actividades académicas de la especialización, que cumplen un cuarto de siglo.

Estos años han sido de aprendizaje, calificó. “Antes tenía uno o dos alumnos en la especialidad, porque era desconocida; hoy, de los 22 aspirantes sólo son aceptados seis porque no hay más capacidad de espacio y de rotaciones en hospitales de México y el extranjero”.

El programa 102 se realizará en Mazatlán, y la agenda ya está ocupada para lo que resta del año. “No pensé en el beneficio. Ha sido un trabajo en silencio, pero de gran orgullo porque nos ha permitido hacer algo por nuestra gente”.

Uno de los miles de beneficiados es José Luis, maestro en la Escuela Nacional de Ciegos. Perdió la vista en 2004 y usaba un conformador en el espacio del globo ocular, pero la gente “me juzgaba, decía muchas cosas feas”.

En 2008 pudo comprar una prótesis que le costó 30 mil pesos, pero con el tiempo “ya me quedó chiquita. Los Programas de la UNAM me cambiaron el panorama de vida; me hacen mi ojo exactamente igual al otro. Incluso, muchos no notan que soy ciego. Les agradezco de todo corazón su trabajo”.