• La relación entre las actividades sectarias y las operaciones ilícitas es tan tenue que pasa inadvertida hasta que se vuelve incontenible

Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

Primera Parte

A menudo se ha considerado que las sectas son un fenómeno aislado, lejano, eventual, que aglutina gente desquiciada o excéntrica. Pero la realidad es que está tan cerca de nosotros que ni siquiera nos percatamos, porque están relacionadas con todo tipo de delitos y organizaciones criminales; ya que al final eso es lo que son, así que vemos a diario agrupaciones de trata de personas, de tráfico de drogas, de armas, terroristas, líderes mesiánicos, trabajo forzado, esclavitud, lavado de dinero, totalitarismo, etc. Delincuencia organizada que opera en todo el mundo y que no sólo afecta la seguridad pública, sino la estabilidad social y llega a incidir en la seguridad nacional y global. Y la relación entre las actividades sectarias y las operaciones ilícitas es tan tenue que pasa inadvertida hasta que se vuelve incontenible.

El caldo de cultivo.   

El ser humano tiene necesidades varias, no sólo para su supervivencia, sino afectivas, de socialización, etc.; una de ellas es la necesidad de pertenencia, de espiritualidad, de tener una guía, a quien admirar, un paradigma, de vida, de ser y de estar. Y normalmente en la familia es donde se alimentan estas necesidades; pero, además se marcan los límites, se crean las figuras de autoridad y se dan las bases para una adecuada socialización.

 Al no haber un medio adecuado que propicie un sano desarrollo y en donde se cubran necesidades tan importantes, se aprenda a convivir, se establezcan las normas sociales y de urbanidad, aunque sea de manera precaria, con una autoestima que sustente el respeto a sí mismo, a los demás y la salvaguarda de la integridad.

Pero cuando esto no sucede, se busca donde y no siempre resulta la mejor decisión.

Y precisamente las sectas buscan a personas con necesidades de pertenencia, afectivas, con problemas de identidad, que si bien pueden poseer una educación superior, pero tienen carencias, desconocen los límites y no cuentan con bases de sociabilidad suficientes; que generalmente son personas que viven en soledad, y  en el fondo no tienen el carácter para tomar decisiones por sí mismas, son presa fácil de las sectas, comenzando con la curiosidad que causa lo desconocido, la novedad y la esperanza de un futuro promisorio, de una solución milagrosa a los problemas personales.

Y en todo esto, vemos como poco a poco el núcleo fundamental de la sociedad, la familia, cada día pierde importancia y la dinámica cultural propicia su desaparición a través de las nuevas ideologías, dejando solo al individuo y de preferencia, sin identidad, convirtiéndolo en un producto maleable, listo para ser manipulado.

La capacidad de cooptación.

Las sectas se caracterizan por la preeminencia de un líder carismático, quien sutil o tácitamente ofrecen la panacea de una vida mejor, de superación, a través de gloria, poder y dinero, ofertas totalmente huecas de fundamento y lógica. Pero saben como ir envolviendo a los que poco a poco se van involucrando en un  atractivo proyecto, que terminan por ceder a todo tipo de imposiciones, en una estructura piramidal que los aísla por completo, primero de la familia, si la tienen, después de la sociedad, de su círculo más cercano, o del grupo al que pertenezcan, hasta esclavizarlos por completo, en donde el líder y sus allegados son los que toman las decisiones y los demás simplemente se pliegan a las órdenes, en un sistema totalmente dictatorial, cediendo todo su libre albedrío.

Todo esto pareciera algo irreal y totalmente fuera de proporción, pero la historia nos dice lo contrario. Porque no sólo hay sectas que se valen de la espiritualidad, también de la religión, o de alguna inventada, las hay para la venta de artículos tan diversos como un seguro de vida y hasta de cosméticos, pero también las ideológicas y políticas. Y no precisamente porque el líder sea una persona culta y versada en ciencias, generalmente se trata de sociópatas que tienen un gran poder de convencimiento.

A diario vemos como surgen falsas iglesias cristianas con toda clase de engañosos fundamentos bíblicos lideradas por personas sin ninguna preparación ni escrúpulos, que a veces ni siquiera saben expresarse correctamente, pero sí logran influir en los demás, sobre todo aquellos en busca de respuestas. El poder de convencimiento, aunque parezca ilógico, no tiene que ver con la formación académica, es una cualidad innata o que desarrollan determinadas personas, que generalmente son expertos mentirosos.

Logran capturar a las víctimas a través de mensajes novedosos, que atraen, y tienen la habilidad de tocar las fibras sensibles de las necesidades afectivas, de los proyectos y sueños, en donde generalmente nos identificamos todos: la felicidad, el poder, la estabilidad, el reconocimiento, el sentido de pertenencia, la aceptación. Y al final, el convencimiento de seguir a un líder a quien admirar, que piense por ellos, ahorrándoles el dilema de decidir por sí mismos, lo que lleva irremediablemente a la esclavitud, al renunciar el libre albedrío.

  

Las sectas son radicales y excluyentes, obligan a sus adeptos a desligarse totalmente de quienes no participen en ella, incluso so pena de muerte, aunque parezca exagerado. 

Divide y vencerás, confunde y ganarás.

Conocemos los conceptos de bien y mal, la dicotomía que nos hace distinguir en un todo lo blanco y lo negro. Pero también vemos como las verdades a medias, la tergiversación y la parcialidad de un hecho puede llevar a la confusión. Las enseñanzas de Cristo fueron claras, pero a través de parábolas, quien las interprete a modo puede darles el significado que quiera, aunque en el libro de los Hechos de los Apóstoles no puede haber confusión, está claro lo que es bueno y lo que no lo es. Seguir al Mesías no es esclavizarse, sino seguir su ejemplo de bondad, cuya máxima es el respeto y el amor al prójimo de donde deriva toda norma social de comportamiento. Las reglas de urbanidad se basan en ello, las leyes en el Derecho Positivo están sustentadas en el bienestar general, y ese no es otro que el respeto por el individuo para la preservación de la sociedad y la consolidación de un Estado. Así de simple.

Pero las sectas recurren a la manipulación para confundir. Que Jesús se casó, que tuvo muchos hermanos, aunque la Biblia nunca lo dice, las interpretaciones mal intencionadas que tergiversan las escrituras tienen ese fin, confundir.

Lo mismo sucede con el Islam, que enseña  el camino a la divinidad  a través del conocimiento, pero las sectas autoproclamadas islámicas y hasta Estado,  promueven todo lo contrario, prohíben la educación más elemental. El Imperio Otomano se caracterizó por su tolerancia religiosa, los terroristas ahora promueven la intolerancia. Fanatismo sectario que destruye.

A través de la manipulación de masas vemos que preceptos contrarios a la urbanidad han fomentado revoluciones, con el falso nombre de sociales. Claro ejemplo de ello es la revolución bolchevique, incentivada por el odio, ese virus que se inocula para promover el asesinato. Y no sólo esa revolución, todas, que han llevado al saqueo por la envidia al que tiene. Y no es que los dueños del capital y los bienes los hayan adquirido por medios legítimos, el caso es que destruir para despojar por los medios violentos no ha llevado a la formación de una mejor situación. Vemos a un México devastado después de una cruenta revolución, lo mismo a Rusia, China que vive en un estado dictatorial, los países de Latinoamérica, cada vez más empobrecidos. Las dictaduras de Estado se posicionaron por medio del fanatismo, polarizando a la sociedad, esa es la manera de operar de las sectas.

El pensamiento marxista, en El Capital, la tesis de la plusvalía se repite en una espiral que se atribuye a la explotación de una manera magistral, con un mismo argumento repetido miles de veces, hasta que el cerebro lo asimila y logra replicarlo, pero además adecuarlo a cualquier situación y contexto, social, político, económico, a la ciencia política por antonomasia. Y los resultados saltan a la vista. La libertad del hombre ha sido fracturada.

¿Dónde queda el individuo, sus sueños, su felicidad? Montesquieu y los grandes de la Ilustración hablaron de ello, pero también ahí está Platón y Aristóteles. El mundo feliz no existe de manera absoluta, pero una civilización sí, basada en las normas, el respeto por el individuo y su autodeterminación. La libertad es el bien supremo del hombre, pero se trata de suprimirlo en aras de novedosas “ideologías”.

Y no vemos que por el fanatismo y la falta de urbanidad, de una sólida formación familiar las sectas tienen su gran oportunidad. La multiplicación de los delitos crece de manera exponencial, pero en el fondo están los grupos que operan en la clandestinidad, cooptando adeptos. Las adicciones, la violencia, los delitos que caracterizan a la delincuencia organizada están más presentes que nunca. Los que tienen los privilegios son ellos, los que pueden poner de cabeza a todo un país son los que quebrantan las leyes, los que violentan las calles, cometen actos de vandalismo, so pretexto de reivindicaciones sociales, muchas veces absurdas, que reclaman respeto transgrediendo. La manipulación y el sectarismo están ahí.

No sólo la seguridad individual está siendo trasgredida de continuo, sino la seguridad pública, que ya en muchos lugares se ha generalizado y se ha vuelto incontenible. Escala a la seguridad nacional y la global está en riesgo. La fuerza invisible y muchas veces solapada de las sectas continúa como una amenaza al mundo entero.