En Querétaro, donde se ubica el campus Juriquilla de la UNAM, la industria vitivinícola crece a un ritmo de 15 a 20 por ciento anual. Al hacer los vinos se generan aguas residuales ricas en vinazas, que expertos del Instituto de Ingeniería (II) aprovechan para producir biocombustibles gaseosos.

Las vinazas son un subproducto líquido de la destilación del mosto o zumo de uva durante el proceso vitivinícola. Contienen piel, semillas y residuos del jugo de la fruta y son ricas en materia orgánica y nutrientes como nitrógeno, azufre y fósforo; también tienen potasio y alcoholes.

A partir de éstas, en el Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamientos de Agua (LIPATA), dependiente del II, Germán Buitrón Méndez y su equipo obtienen hidrógeno y metano, útiles para producir energías sustentables a partir de gases.

Así, al tiempo que limpian las aguas residuales aprovechan algunos de sus componentes para generar un producto con valor agregado, explicó Buitrón Méndez, coordinador del LIPATA y miembro del nivel tres del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

“Buscamos todos los lodos (subproductos del tratamiento de aguas residuales) posibles y la obtención de metano, y luego, en vez de quemarlo, pretendemos introducirlo a un motogenerador para tener calor y electricidad que sea utilizada para operar una planta, y si sobra, venderla”, explicó.

Esta investigación forma parte del Centro Mexicano de Innovación en Energía (CEMIE-Bio), un proyecto del Fondo de Sustentabilidad Energética de la Secretaría de Energía (Sener) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), encaminado a impulsar la generación y uso de energías limpias.

“Trabajamos en el clúster de biocombustibles gaseosos. Buscamos transformar los residuos a metano e hidrógeno, reducir la contaminación y aprovechar el recurso como materia prima para generar energía”, remarcó.

Vinazas como sustrato

Buitrón Méndez comentó que obtienen las vinazas y en dos etapas las transforman, en laboratorio, en biocombustibles gaseosos.

Pero las bioenergías por sí solas no cambiarán el consumo de combustibles fósiles, porque es poco lo que pueden aportar, aclaró. El valor agregado está en el tratamiento de los residuos, con la obtención de biogás, biocombustibles e hidrógeno que pueden ser utilizados para otros fines.

Por ejemplo, el hidrógeno se puede emplear para producir electricidad en celdas de combustible, y para mejorar la calidad del biogás y transformarlo en biometano, que es semejante al gas natural.

“Damos valor agregado a los residuos en cada etapa. Usamos el hidrógeno para producir electricidad, para mejorar el biogás y transformarlo a gas natural, o podemos utilizar el metano para producir electricidad. Queremos que los residuos de las plantas de tratamiento de aguas también se aprovechen”, remarcó.

El agua residual, más que un desperdicio, se convierte en este proyecto en materia prima. “Eso es lo que queremos, acercarnos a los productores agrícolas y que se aproveche como electricidad en las mismas agroindustrias”, concluyó.

En el LIPATA ensayan estos procesos a nivel experimental, en pequeños reactores que están próximos a escalarse a planta piloto.