Por: Melisa Carrillo Rojas

Cancilleres, embajadores y estudiantes destacados, siguieron desde  la Biblioteca Benjamín Franklin la ceremonia  de toma de protesta del presidente número 45 de los Estados Unidos, Donald J. Trump. Desde una pantalla se dio seguimiento a un acto en el que las hijas de Donald Trump, vestían como barbies, mientras la expectación llenó el espacio.

Durante la espera, la gente que ocupaba la sala era escasa y las conversaciones se escuchaban nerviosas y enfadadas. Todos se mostraban expectantes, ya que el multimillonario Trump y futuro presidente de los Estados Unidos de América es impredecible y cualquier cosa podía ocurrir.

El evento transcurría de una forma acompasada en la televisión. Mientras las hijas de Trump recorrían el Capitolio para llegar a la plataforma, finamente ataviadas de blanco, con el cabello rubio al clásico estilo americano, parecía que dos muñecas Barbie se integraban al gobierno estadounidense.

Al ex presidente Bill Clinton, se le notó amable y sumamente complaciente con su esposa y ex candidata a la presidencia Hillary Clinton, quien intentaba disimular su irritación.

Donald Trump recorrió el edificio con un nerviosismo latente, quizás debido a la preocupación que trataba de esconder. Traía el gesto ceñudo, y al intentar sonreír a una de las cámaras, su rostro lo traicionó, su sonrisa pareció más una mueca que el gesto amable que pretendía.

Unos momentos después, Donald Trump es anunciado, y hace acto de presencia en la plataforma del Capitolio. Justo en el momento de su entrada se escucha un bufido silencioso, proveniente de uno de los asientos cercanos a la pantalla.

El ambiente de la sala es curioso, por una lado, los jóvenes estudiantes ríen y sonríen con nerviosismo a la pantalla, mientras comparten comentarios con sus compañeros aledaños, por el otro, un grupo de adultos, desde los 30 hasta los 70 años aproximadamente, que llevan el rostro contorsionado en un gesto de preocupación y se muestran expectantes ante los eventos venideros.

Al momento en el que el vicepresidente Pence tomó protesta con una mano en la biblia de Abraham Lincoln, se notó  un poco de ansiedad en la sala. La gente comienza a toser nerviosamente y a removerse en sus lugares. El momento está cerca.

En silencio, los asistentes congregados en la biblioteca de la Ciudad de México, observaron en ese instante el evento más importante del día,  el del país más poderoso del mundo, en el que la religión aún toma un papel importante en la política y gobierno del Estado.

Uno a uno, representantes de las religiones más importantes del país, pero que tienen en común la creencia en Dios y en la protección que ofrece a su nación, leyeron fragmentos de la biblia e hicieron referencia a que Dios los guiaría y protegería durante estos cuatros años.

Unos minutos después, el Coro del Tabernáculo Mormón interpretó una canción que hacía referencia al país norteamericano. Ante la sorpresa de todos los asistentes, el próximo presidente de los Estados Unidos, comenzó a mover su torso al ritmo de la canción. Es entonces cuando la gente empieza a inquietarse, algunos bajan la mirada, y otros se remueven en su asiento.

El momento llega, el futuro presidente toma juramento enfrente de las autoridades del gobierno y ante los ojos del mundo. Un silencio sepulcral invade la sala, sólo interrumpido por los flashazos de las cámaras.

El juramento termina rápidamente, y al momento en el que se anuncia al ahora presidente, se escucha un gritito de alegría proveniente de los asistentes, una de las invitadas de la primera fila, voltea la cabeza en la dirección de la que provino el sonido con una mirada asesina.

Poco después, el discurso de Trump comenzó y a medida que este avanzaba la sorpresa entre los asistentes era cada vez más grande, ya que se esperaba una actitud irracional del mandatario, pero lo que vino a continuación fue un discurso cuidadosamente preparado dirigido especialmente a los millones de trabajadores norteamericanos.

Trump llamó a soñar más alto, y aseguró que los norteamericanos no volverán a ser ignorados otra vez. Concluyó con éstas palabras: “Juntos haremos a América, fuerte, segura, sana y grande otra vez”.

Segundos después, en la sala se desató el sonido de los aplausos, provenientes de los cancilleres y diversos embajadores. Se percibían emociones encontradas, por un lado risas y sonrisas, por el otro, caras de preocupación.

A continuación, la embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, comentó uno que otro aspecto técnico e histórico de la realización de toma de protesta en los Estados Unidos, pero omitió hacer algún comentario que se refiriera a la relación actual o futura entre los dos gobiernos.

En el evento estuvieron presentes estudiantes de escuelas como El Colegio de México, la Facultad de Derecho y la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, así como integrantes de las escuelas preparatorias de ésta institución que fueron invitados por la embajada a asistir al evento. Los jóvenes expresaron su sorpresa ante el discurso de Trump, ya que esperaban algo más agresivo, e incluso alusivo a la relación entre los dos países.

“Lo único predecible de Trump es que es impredecible”, “Gran parte de su discurso apelaba a la clase trabajadora que lo estuvo acompañando desde el inicio de su campaña, por lo que su discurso no fue tan inclusivo”.

Sin embargo, en los alrededores de la Biblioteca Franklin todo estaba en paz. La entrada al edificio fue un poco lenta debido a la revisión de todos los asistentes, pero no se presentó ningún imprevisto.

Los embajadores y cancilleres que se encontraban presentes se mostraban alegres, en especial la embajadora Jacobson, quien cantó alegremente el himno nacional durante la ceremonia, y agradeció a los asistentes por asistir y celebrar “un día tan especial”.

Al final todo volvió a la normalidad, parecía como si sólo se hubiera tratado de un mal sueño que pronto se desvanecería, como si sólo se hubiera tratado de una historia ficticia como las que vemos en televisión…