• Todos los cuentos de Antonio Vásquez dejan ver una nueva forma de narrar las historias de la cotidianidad, con sus personajes terrenales cargados de sufrimientos, decepciones y también alegrías mágicas.

Por: César H. Dorado/

Dentro de la literatura mexicana, la descripción de escenarios folclóricos es un arma indispensable para sus autores. Por ejemplo, se encuentra el misterioso B. Traven quien, a través de obras como “Macario” (1950), “Canasta de cuentos mexicanos” (1956), entre otros, retrata acontecimientos históricos del México post revolucionario y refleja la complejidad de las tradiciones de cada pueblo, así como las desigualdades sociales y el abuso a los indígenas. Otro caso es el de Juan Rulfo con “Pedro Páramo” (1955) o Agustín Yañez y “Las tierras flacas” (1962), pues ambos recrean escenarios folclóricos repletos de fantasmas, tradiciones y toques mágicos de los pueblos de México.

Y aunque en muchos autores persisten este estilo folclórico con ambientes solitarios, repletos de fantasmas y situaciones coloridas donde la soledad es un atajo para seguir viviendo en pueblos desolados, algunos otros escritores han optado por dar un giro completo a la narrativa de esos espacios y situaciones. Ejemplo de ello es Antonio Vásquez con su más reciente libro “Señales distantes” (Almadía, 2020), una compilación de 10 cuentos que se atreven a oscilar entre lo fantástico y la realidad cruel de un amor que ya no se procura, la pérdida de una hermana gemela y la extraña enfermedad de un acólito solitario.

Antonio Vásquez no sólo destaca en este nuevo libro por la creación de cuentos fantásticos, sino porque en ellos impregna situaciones cotidianas como en el homónimo de su libro. Señales distantes narra la historia de dos hermanas gemelas, una de ellas desaparece y la otra, en un intento desesperado, comienza a buscarla por todas partes hasta coincidir con más personas que buscan a sus familiares desaparecidos, siempre con pausas en los diálogos que demuestra la soledad que se va sintiendo en los protagonistas. “A mí, como todas las noches desde tu partida, me costó dormir, veía, entre las sombras del cuarto, tu rostro, como si mirara un espejo.”

El autor no escatima en describir la desaparición como si fuese un murmullo o la simple rebeldía de una persona que se aleja de todo, sino que la describe desde el dolor de una desaparición forzada, ese fenómeno que produce que miles de personas se reúnan para salir en conjunto a descubrir el paradero de sus familiares. “Ya no sé si viajamos al sur, al norte o al centro. Estamos dando vueltas y vueltas, y esos giros que hacemos forman tolvaneras donde se pierden las señales que me mandas”.

El dolor y las obsesiones humanas son elementos clave en los cuentos de Vásquez. Para ello, en su texto de Gestación, el autor maneja la historia de un joven que cuestiona desde las primeras líneas el amor materno pues este “podía enfriarse y tornarse un desapego cruel”, misma situación que lo lleva a escapar de esa cotidianidad para hacer su propia vida como vendedor de pozole. La historia da un giro sorprendente al colocar al protagonista como eje central de esos valores paternos, con los que en su momento se encontraba en constante conflicto.

La intimidad y el desamor también son tópicos en Señales distantes, historias como las de Insomnio, donde un hombre se ve atormentado por el fantasma de su esposa fallecida y Déjà vu, texto de una mujer que empieza a perderse entre la soledad y el abandono de un matrimonio frustrado, que ya no es sincero y de momento se vuelve a encender.

Todos los cuentos de Antonio Vásquez dejan ver una nueva forma de narrar las historias de la cotidianidad, con sus personajes terrenales cargados de sufrimientos, decepciones y también alegrías mágicas. Ese estilo, donde nos acercamos a la verdad cruel con un sentido sensible, es la forma de contar cuentos del también autor de “Ausencio” y que, se lee en la contraportada de su libro, “rinde tributo a una de las más destacadas vertientes de la tradición literaria hispanoamericana: la literatura fantástica”.