Por: Mariano Alberto Hernández Yberry

Aquí estamos, cual Dante Alighieri, en la entrada del más allá, el lugar a donde van los muertos. No es un inframundo cualquiera: es el inframundo mexica cuya entrada está a unos 100 metros de la escalinata de la Pirámide de Quetzalcóatl, en Teotihuacán.

Este descubrimiento parece ser la entrada a la representación del mito del Tlalocan, un lugar que en la mitología mexica es descrito como un lugar de gran abundancia, donde reside la fertilidad creadora. Allí, en el lugar tributo al dios de la lluvia, Tláloc, van a parar los grandes hombres que murieron por alguna causa que implicara agua o lluvia.

Teotihuacçan

Pero el Tlalocan, el inframundo mexica, no sólo representa el más allá, también forma parte del mito de la creación del universo, según la mitología mexica. Ahí era la cuna de la creación, de la fertilidad, de la vida; estaba lleno de riquezas, miles de tributos dedicados a Tláloc, según los testimonios que recogió Bernardino de Sahagún.

El Tlalocan, cuentan los mitos, se ubicaba en el lado Este del mundo ya que por ahí salía el sol; cuando éste terminaba su jornada diaria, se ocultaba por el oeste entre los mares y las tierras. Ya en el inframundo recorría durante toda la noche un túnel que conectaba el Oeste con el Este, para así surgir al día siguiente del Tlalocan, para volver a iniciar el ciclo solar de la vida mexica.

Fue en 2003 cuando Sergio Gómez, antropólogo del INAH, mientras se encontraba realizando trabajos de conservación en la pirámide de la Serpiente Emplumada, encontró un hoyo en la tierra a 83 metros del recinto. Con ayuda de su equipo de trabajo y una cuerda descendió 13 metros por aquel agujero y, como Alicia, descubrió todo un mundo, aunque tardaría años en visualizarlo.

El hallazgo parecía parte de un túnel que conectaba el Este (la pirámide) con el Oeste (la explanada central) de Teotihuacán. Mientras solicitaba el apoyo de Instituto Nacional de Antropología, con apoyo de georradares logró confirmar que su hallazgo era sólo una parte de un túnel de más 100 metros que efectivamente conectaba dos puntos cardinales. No tardó el antropólogo en relacionar su descubrimiento con el antiguo mito del Tlalocan.

Para encontrar la entrada exacta, Sergio recurrió al trabajo de la antropóloga Patricia Quintanilla, quien a mediados de los 80 descubrió cerca de la pirámide de Quetzalcóatl, a 5 metros de profundidad, paredes que parecían las de algún cuarto o algún túnel. Este fue el punto de partida de Sergio, donde creía que estaba la entrada al inframundo, donde justo ahora nos encontramos.

Teotihuacán

Tras obtener en 2009 el apoyo del INAH para realizar el Proyecto Tlalocan, Sergio comenzó la excavación que tenía como objetivo encontrar la entrada del túnel. Realizó una excavación de 100 m2 en el lugar donde Patricia había encontrado los muros. Perforó la tierra 15 metros hasta que dio con lo que podría ser la entrada al inframundo.

Antes de crear el túnel por el cual comenzaremos nuestro camino, Sergio Gómez requirió el apoyo de un Caronte posmoderno para que guiará su sendero por el camino de la muerte. Tlaloque 1 fue el primer robot usado en México para realizar una investigación de este tipo. El pequeño robot parece una caja de zapatos roja con 4 grandes llantas todo terreno.

Tlaloque 1 contó con una cámara delantera (un tubo parecido al que se ve en el papel higiénico, incluso del mismo color) y otra trasera, la cual estaba colocada en la punta de un brazo metálico, de unos 15 centímetros, colocado en la parte trasera del robot. Tlaloque 1, creado por Hugo Guerra, ingeniero del Instituto Politécnico Nacional, midió 20 cms. de alto, 30 de ancho y 50 de largo, y le permitió a los antropólogos tener una visión de cómo lucía el túnel por dentro y así estructurar la mejor manera para excavar.

El Tlalocan

Descendemos bajo la tierra poco más de 15 metros. Las lámparas de la parte superior alumbran todo el túnel; tiene 3 metros de ancho, 3 de altura y se dirige al Este, a los pies de la escalinata por donde desciende la Serpiente Emplumada. El calor es notoriamente húmedo. En las paredes se alcanza a ver un moho que sobrepasa el metro y medio de altura. Ya estamos en el más allá mexica.

Entre más avanzamos el calor se vuelve un poco más insoportable; la humedad es parte del ambiente y genera una pequeña sofocación conforme caminamos. Por los costados, en la parte inferior se encuentran caracoles marinos y piezas de jade, las cuales se especulan podrían ser pequeñas ofrendas colocadas antes del Tlalocan.

Además, la presencia de ese tipo de objetos indica que mucha gente proveniente de las playas asistía a ese lugar sagrado para rendirle tributo a Tláloc.

Casi a la mitad del túnel, nos topamos con un muro de metro y medio, hecho con piedras de color blanco. Según los antropólogos, el aplanado está hacia afuera por lo que sospechan que los teotihuacanos sellaron el lugar en algún momento. Como este muro, nos encontramos otros 12 colocados a lo largo del túnel. El número seguramente no es casualidad.

Somos las primeras personas que entramos a este lugar desde el año 200 o 250 D.C. En la parte superior, si se apaga la iluminación, veremos miles de puntitos blancos tintineando cual estrellas en el firmamento. Este efecto provocado por minerales metálicos tiene la intención de simular la oscuridad que la mitología prehispánica describía, su concepción del universo.

Después de avanzar durante 76 metros, llegamos a 3 cámaras llenas de altares con figuras de hombres y mujeres, con restos de objetos de jade, caracoles marinos, jarrones de cerámica e incluso algunos restos humanos.

El suelo, además de tener un desnivel, se nota totalmente cuarteado y el moho de las paredes parece más fresco que al principio del túnel. Los teotihuacanos construyeron el túnel con una infraestructura que le permitiera inundarse en temporada de lluvias para así imitar los lagos y mares que se creía existían en el Tlalocan.

Los teotihuacanos no crearon un templo a Tláloc: representaron todo el mito de la creación universal, del recorrido del sol, de su inframundo. Sergio cree que en el final del túnel, en donde se supone debería estar el Tlalocan, encontrarán restos de importantes personajes teotihuacanos relacionadas con Tláloc.

Llegamos al final del túnel, al Tlalocan. Aquí no hay círculos como en el Infierno de Alighieri. Aquí abunda la fertilidad, la creación misma. Miles de centímetros cúbicos han inundado ese lugar durante siglos; han inundado más de 4 mil objetos de madera, miles de semillas y más de 50 mil objetos que se han hallado en todo lo largo del túnel.

El Tlalocan, nuestro inframundo prehispánico, se encuentra justo debajo de la Pirámide de Quetzalcóatl, en el lado Este de Teotihuacán. Todos los días el sol recorre este túnel de 100 metros para elevarse y así comenzar un nuevo ciclo solar, un nuevo día en la vida del universo.