Por: César Dorado/ 

Resaltado por producir composiciones en la cima de la época barroca y adaptarse a todos los géneros que se habían dominado en la nomenclatura occidental, especialmente en la ópera y la oratoria, Georg Friedrich Haendel resalta por ser uno de los compositores más prolíferos debido a la exaltación de los sentimientos en cada compás de sus obras.

Nacido en la ciudad alemana de Halle, Haendel mostró una pasión desbordada por la música desde su más tierna infancia, sin embargo, su padre, abogado de profesión, se negaba a que el joven se especializara en ese ambiente, ya que lo estipulado era seguir la profesión que él ejercía. Pero la insistencia del joven fue tal que al fin su padre cedió al capricho artístico de su hijo.

Pupilo del organista de Liebfrauenkirche, Friedrich Wilhelm Zachau, destacó por su virtuosismo y así, con tan sólo 17 años de edad, logró ponerse al frente del órgano de la iglesia de su comunidad. Un año más tarde se estableció como violinista de la Ópera de la corte de Hamburgo, donde estrechó amistad con el compositor de ópera Reinhard Keiser, quien le enseñó los secretos para iniciarse en la composición musical para teatro, todo ello, estudiando y siguiendo las condiciones de su padre de ingresar a la Facultad de Derecho de su tierra.

Después de experimentar como músico y durante una residencia en Hamburgo, Haendel estrenó su primera ópera, “Almira”, una obra bien acogida por el público alemán. Después de ese éxito, decidió viajar a Italia, tierra en donde el avance en materia musical enriqueció su estilo y peculiar sello alemán de contrapunto. Durante su estancia logró consolidar las obras “Rodrigo y Agrippina” y el oratorio “La Resurrezione”.

Años más tarde regresó a Alemania y debido a su profesionalismo, mejoramiento de técnica y el conocimiento de otras formas de composición musical fue nombrado maestro de capilla de la corte del Elector de Hannover, puesto que abandonó rápidamente para trasladarse a Inglaterra y consolidarse como un verdadero compositor de óperas. Su inspiración por la aportación a la música de sus contemporáneos lo llevaron crear su segunda gran obra, “Rinaldo”, obra aclamada por el público inglés.

Después de tener un mejor contacto con la cultura musical inglesa, el joven Haendel decidió establecerse en esa tierra y tan sólo dos años más tarde, su amigo el Elector de Hannover fue coronado como rey de Inglaterra bajo el título de Jorge I, situación que hizo fortalecer su amistad y hacer que la obra del compositor logrará tener gran éxito por sobre la de otros autores como Bononcini y Porpora.

Sin embargo, pese a que en el momento más espléndido de su carrera y el periodo barroco resaltaba por su estrecha relación con la iglesia y los asuntos políticos, la carrera del autor fue decayendo, ya que de manera momentánea la situación política se iba haciendo más tensa, había disputas con los divos, especialmente con el castrato Senesino-preferido de Heandel- y la bancarrota de su compañía teatral lo llevaron a una situación lamentable, sin embargo, sus composiciones siguieron siendo reconocidas y aclamadas por un público modesto, entregándose profesionalmente a la composición de oratorios.

Aunque su carrera iba en picada, su estilo y dedicación lo llevaron a crear un propio estilo que no cambio demasiado, pues sus contemporáneos Edward Elgar y William Walton, siguieron esos pasos que había dejado el sucesor barroco de Bach.

Después de sufrir un ataque, la salud del compositor se vio afectada, principalmente en malestares visuales que no lo limitaron a seguir componiendo y estudiando música. Pese a que fue un artista irritable y afinidad al Oporto y el vino de Madeira, el propio Beethoven lo describió como “el más grande compositor que haya existido alguna vez”, descubriría mi cabeza y me arrodillaría en su tumba”.