Por: Redacción/

El libro Caramba y zamba la cosa. El 68 vuelto a pensar “es un tipo de protesta festiva, irreverente y radical, que nos hizo reconocernos en el otro en coincidencias que terminan por asociar voluntades y socializar inquietudes, demandas y banderas, que para el Estado pronto fueron asociaciones delictuosas a las que intentaría exterminar”, afirmó la doctora Rosa Albina Garavito.

Durante la presentación de la obra, efectuada en Casa Lamm, la profesora del Departamento de Economía de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) señaló que el texto es un relato vívido que escudriña y cuenta con suma honestidad y poesía la primavera del movimiento estudiantil.

La narración aporta a la memoria del 68 las claves para continuar aprendiendo y no cerrar un expediente que sigue siendo una herida abierta, sobre todo porque “no es un análisis acartonado de quien ya lo entendió todo –como hay tantos– sino que nos recuerda que cualquier pedazo de libertad cuesta caro y bien vale la pena habérsela jugado”.

La autora del libro Sueños a prueba de balas dijo que lo inaugurado por aquellos jóvenes fue una agitación ciudadana por la democracia que trazó el nuevo rumbo del país, con demandas políticas no sectoriales que se enganchan a las de líderes sindicales presos como Demetrio Vallejo y Valentín Campa, convirtiéndolo en el padre de grandes movimientos sociales como el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La académica expresó su agradecimiento “por hacernos recordar la importancia de llevar la imaginación al poder y por el realismo de exigir lo imposible, precisamente a 50 años y en pleno proceso electoral”.

Francisco Pérez Arce, autor del libro, leyó su dedicatoria a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa: “No olvido que los normalistas iban en busca de camiones para acudir a la marcha del 2 de octubre en su 46 aniversario, que recordaba una masacre y que ahora es una fecha para tener presente la rebeldía juvenil y estudiantil”.

El 2 de octubre no se olvida es la frase que ha derrotado al gobierno en su intento por negarlo y olvidarlo, pero aquí ganó el movimiento porque no se ha olvidado a Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría como los responsables de lo sucedido en Tlatelolco, añadió.

Esta publicación pretende colocar en la memoria la monumental fiesta de estudiantes, quienes tomaron la ciudad, las escuelas y los muros para revivir la libertad sin pedir permiso, es entonces un 1968 vuelto a contar al margen del análisis, el ensayo y la condena, donde aquel agosto previo a la masacre fue un manifiesto por la vida.

“El crimen de Estado significó la peor derrota para el gobierno que nos dio una victoria cultural y política de largo plazo y que cambió la manera de ver el poder, se trata ahora de ganar la batalla y de recordar qué paso antes en aquella alegría”, dijo el también autor de los libros La huelga que vivimos y 1994 el año que nos persigue.

Andrés Ruiz, periodista del diario La Jornada, dijo que uno de los mayores méritos de ese movimiento fue cambiar el rumbo del país y de quienes pudieron participar en la ruptura del paradigma, en esa afrenta añeja disfrazada de patriótica.

Lo que realizaron los estudiantes en sus escuelas es criticar la conformidad y transformar una realidad que pintaron en las paredes y llevaron en pequeños discursos callejeros como una forma de apropiarse del lenguaje, sin las implicaciones de lo correcto, lo aceptable o lo socialmente bien visto.

El corporativismo y el clientelismo respondieron de la única manera que sabían hacerlo, es decir, con la represión brutal y desmedida, exhibiendo su incapacidad y falta de sentido histórico.

A 50 años se entrelazan la memoria y la acción en los que pasan lista el Che Guevara, H? Chí Minh, el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo, Martin Luther King, las Panteras Negras, la liberación femenina en su segunda ola y muchos hechos más de impacto mundial que pese a la dolorosa tragedia sembraron la semilla de la alegría de luchar.

Orlando Delgado Selley, investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, recordó que en aquel 2 de octubre no se encontraba en la capital del país, pero a la distancia supo que habían matado a estudiantes y a las pocas horas sintonizó el noticiario de Jacobo Zabludovsky, quien afirmó que “los estudiantes han disparado contra el ejército con una cantidad de muertos por confirmar” en una labor del comunicador para dar el golpe certero de deslegitimación.

Jorge Fernández Souza, abogado de la asociación civil Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ), recordó que el conflicto que empezara por una riña entre estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y una escuela incorporada a la UNAM que intentó ser controlada por el Ejército despertó uno de los mayores actos de rebeldía juvenil, frente al ataque contra un emblemático edificio universitario como el de San Ildefonso, el allanamiento del local del Partido Comunista y la detención de sus dirigentes.

“Lo que era una protesta por la violencia policiaca cobró un significado más profundo y difícil de explicar, era la rebelión juvenil frente a una campo de situaciones insatisfactorias, contra una visión del mundo acartonada, contra el presidencialismo, la corrupción, la simulación, la demagogia y las desigualdades sociales”, añadió.

Como moderador participó Víctor Iván Gutiérrez Maldonado, maestro en Historiografía por la Unidad Azcapotzalco de la UAM, quien dijo que el movimiento tuvo repercusiones mundiales que dieron un gran impulso a la apertura de una serie de espacios democráticos que ha permitido ahora que muchas cosas se puedan efectuar sin correr los riesgos que se corrían antes