Por: Nilda Olvera/

El primero de junio de 1920, la población fue testigo de uno de los breves periodos presidenciales de la Historia de México, el del titular Adolfo de la Huerta, figura perteneciente a nuestro pasado y que a pesar de que haya logrado aspectos que tienen redundancia en la actualidad, ha sido olvidado y hasta menospreciado. 

Personaje señalado con las características de honesto y culto con ideas liberales y nacionalistas, cuyo gobierno estuvo marcado durante cinco a seis meses por la promesa de guardar y respetar la Constitución, con las leyes que ésta emanaba. Y en la que realizó unas pocas actividades, pero de gran importancia que beneficiaron a la ciudadanía, como el reparto agrario a los pueblos, decisiones que no se atrevió hacer su antecesor Venustiano Carranza.

Adolfo de Huerta, nació el 26 de mayo de 1886 en Guaymas Sonora, se dedicó a las labores del comercio, los negocios familiares, pero fue enviado a la Ciudad de México a estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria y la carrera de Contabilidad. Después de la “Decena Trágica”, que conllevó al asesinato de Francisco I. Madero y Pino Suárez, llega al estado de Coahuila  debido a que se enteró que su gobernador Carranza proclamó el “Plan de Guadalupe” para restablecer el orden y darle su apoyo.

En una etapa de su vida conoce a dos hombres que posteriormente conformarán el “Triángulo Sonorense” al general Álvaro Obregón y a Plutarco Elías Calles. Años posteriores, su ascenso a la silla presidencial se deberá a los antecedentes de que lo hayan elegido en su ausencia como gobernador de su estado natal y que Carranza no correspondió el pacto que tenía con Obregón de apoyar su candidatura luego del final de la suya.

Ya siendo representante del poder ejecutivo, Huerta designó a José Vasconcelos como rector de la Universidad Nacional de México, actualmente conocida con el nombre de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para que diseñe un gran sistema educativo nacional. Ya que en aquel tiempo se establecía que cada capital se tenía que hacer cargo de su propia educación.

Asimismo, logró obtener la renuncia de Francisco Villa, el cual había permanecido levantado en armas con las guerrillas. Acción a cambio de que le ofrecieran a Villa que les daría un año de salario a todos sus soldados y también por otorgarle una escolta personal de 50 hombres, conocidos por ser los famosos “Dorados de Villa”.

Todo esto se ejerció mediante que se preparaban las nuevas propuestas de los representantes de los partidos para que se desempeñara el cambio de gobernante, donde salió ganador Obregón y quien terminó en pleitos por las negociaciones que estaba haciendo él con los norteamericanos, en el que les prometía no perjudicar las compañías petroleras, hechos que no eran de su agrado de Huerta porque quería la soberanía el subsuelo.

Cabe señalar que este rompimiento tuvo su esplendor en el levantamiento de armas “La Huertista” aludido por Adolfo en contra del ofrecimiento de Álvaro a la población de Calles a la presidencia. El movimiento fue un fracaso y dio motivo al asesinato de los revolucionarios que apoyaban a su creador, dejándole completamente solo.

Se retiró de la vida política en 1928 por la noticia de la matanza del general Álvaro Obregón. Adolfo de la Huerta falleció el 9 de julio de 1955 en la Ciudad de México, accediendo a la fecha como una de los conectores claves para el triunfo de la libertad.