Por: Redacción/

La política pública es parte de un específico proceso de administrar que ya no está monopolizado por los gobiernos, sino que conlleva una participación e involucramiento ciudadano, por lo que el análisis, el diseño, la implementación y la misma disciplina han cambiado, señaló el doctor Luis F. Aguilar Villanueva, experto en políticas públicas.

Al impartir la conferencia magistral Futuro de la disciplina de las políticas públicas en la Unidad Lerma de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el introductor de esa disciplina en México advirtió que a lo largo de la historia social han sido constantes las preguntas de si los regímenes tienen la capacidad de regentar a sus sociedades, si realmente dirigen o sólo lo intentan y en los años recientes han alcanzado tonos críticos de decepción, fastidio, escepticismo y crispación.

Después de su éxito, los gobiernos democráticos no atraviesan sus mejores momentos, “parecen estar rebasados por problemas, retos y contingencias sociales”, lo que hace preciso reconocer que la tarea de regir no es simple, ni fácil, pues se trata de conducir y coordinar la acción de grandes grupos de población que crean un entramado de relaciones de tipo y alcance variado.

Las poblaciones son diferentes y hasta divergentes porque tienen ideas, intereses prejuicios, valores, aspiraciones, proyectos y estilos de vida no siempre conciliables, que además viven asociadamente enfrentando inconvenientes, necesidades, delitos, violencia, precariedades económicas y contingencias naturales.

El director del Instituto de Investigación en Políticas y Gobierno de la Universidad de Guadalajara refirió que dar rumbo al conglomerado humano, persuadirlo de ir tras objetivos comunes de importancia para el bienestar común y coordinar el sinnúmero de acciones y vínculos de decenas de miles o de millones que se interrelacionan más allá de las demarcaciones territoriales de municipios y estados, es una actividad de alta complejidad cognoscitiva, política y ética.

Particularmente en gobiernos democráticos que reconocen y están obligados a garantizar esta pluralidad de libertades y posiciones de sus ciudadanos, apuntó el investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores.

En el campo de los valores humanistas y políticos ha sido incuestionable el triunfo de los regímenes democráticos sobre los autoritarios, pero en la dimensión de los resultados sociales el primero no ha demostrado aún capacidad de resolver de manera satisfactoria conflictos, superar desigualdades y crear oportunidades, subrayó.

La cuestión no se centra en la legitimidad política de la administración democrática, pues esa batalla se ganó, sino en la capacidad directiva, financiera cognoscitiva gerencial y técnica. Las instituciones de la democracia resuelven bien la pregunta sobre la legitimidad del dirigente, pero no sobre su eficacia.

La estructura y dinámica de la sociedad actual que dispone de mayores recursos, conocimientos y que es interdependiente ha modificado la índole de los asuntos públicos y la forma de actuar de la gerencia gubernamental, y frente a dicha complejidad no existe ningún actor que posea todo el conocimiento y cuente con los recursos necesarios para el control, la regulación y la resolución, incluido el gobierno.

Los mandatarios impecables, financieramente responsables, administradores competentes y creíbles, no pueden ya definir y menos realizar por ellos mismos los objetivos que importan a las sociedades: seguridad social, empleo, educación, ambiente sano, ciudades inteligentes. Lo nuevo es la insuficiencia del régimen más que la ineficiencia, para el tamaño de los problemas, y por lo tanto, ya no pueden definir solos el proyecto de nación.

“Para poder volver realidad la sociedad agradable, hermanable, placentera y segura que queremos se requieren más actores y recursos que los gubernamentales”. El gobierno no tiene más que sumar su información, poderes, conocimiento, facultades y recursos a los de otros actores intelectuales, políticos civiles, religiosos, nacionales e internacionales presentes en la sociedad mediante la interlocución, la negociación, la concertación y la corresponsabilidad para consolidar una nueva forma de dirigir.