Por: Redacción/

La innovación es un proceso que no sólo involucra la creación de tecnología: es también resultado de un largo camino para lograr cambios de comportamiento y pensamiento en la gente, aseguró el doctor Emilio Sacristán Rock, profesor-investigador de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En el Ciclo de Conferencias Magistrales Encuentro con los Premios Nacionales en Ciencias, innovación y diseño, realizado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el académico refirió que la tecnología es, en realidad, una herramienta para provocar la innovación y ésta sólo es efectiva si en verdad ayuda a solucionar problemas cotidianos.

“Aprendí lo poderoso que puede ser mi trabajo como ingeniero y luego no pude dedicarme a otra cosa, y en México atestigüé que había mucho trabajo original, extraordinario y de alto nivel en los laboratorios de las universidades, pero que se quedaba guardado en el cajón, no llegaba al paciente y, por tanto, no alcanzaba un uso masivo, por ello me di a la tarea de buscar que esos desarrollos pudieran trasladarse a la realidad”.

Al dictar la conferencia magistral ¿Quieres innovar? el docente del Departamento de Ingeniería Eléctrica relató que al principio fue muy difícil porque “me percaté de que más que inventar algo es necesario hacer varios esfuerzos para llegar a la comercialización de todas esas ideas científicas”.

El inventor de 22 patentes internacionales relató que sus primeros pasos se dedicaron al tratamiento de pacientes en terapia intensiva, en un momento “en el que nos interesaba simplificar los procedimientos para saber cuáles son los órganos humanos que fallan en los momentos más críticos de salud”.

El involucrarse en aquel problema le implicó abrir tres empresas diferentes con el objetivo de tratar de medir la mucosa, “la última versión de nuestros experimentos dio como resultado el diseño de un espectómetro de impedancia gástrica para valorar lo que sucede en el tejido”, dijo el Premio Nacional de Ciencias 2017.

El investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel III, sostuvo que esa primera experiencia le sirvió para comprender que debía ser mucho más tenaz porque “todo el mundo te dirá que estás loco, cuánto más innovadora y más salvaje es tu idea la respuesta es peor, ya que vivimos en una sociedad que trata de mantener el status quo en todos los ámbitos”.

El director del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (ci3m) de la UAM recomendó tomar un pequeño nicho de mercado que no requiera de una gran inversión, “que además no tenga mucha competencia y así aprendes cuáles son los mejores métodos para comenzar a implementar algo”.

Ante todo se debe pensar en grande, “siempre en mi carrera ante los obstáculos lo mejor ha sido generar un proyecto más ambicioso, complejo o interesante, pues es difícil desarrollar una tecnología para provocar un cambio, pero lo que más disminuye el riesgo es poder atraer dinero y talento, y si apuestas chiquito es fácil abandonar cualquier proyecto”.

Uno de sus desarrollos más complejos ha sido la invención de un corazón artificial utilizado en pacientes enfermos, el cual está hecho con base en inteligencia artificial que regula todo el sistema sanguíneo de la persona y diseñado para que atienda todo tipo de fallas cardíacas. Un ejemplo, detalló es que puede ser útil al momento de hacer una operación a corazón abierto.

Para llevarlo a cabo tuvo que recurrir al apoyo de 65 investigadores de 10 universidades, especialistas físico matemáticos, anestesiólogos, veterinarios, enfermeras, economistas, abogados y mercadólogos, entre otros, “la gran lección que obtuve de esto es que no hagas todo tú solo, consigue al talento, ya que así nació el corazón artificial, el cual ya se comercializa en varias partes”.

Actualmente el investigador está dedicado a promover un sistema de electeofisiología de nervio facial que podría salvar la vida de muchas personas y consiste en un mecanismo que da toques al nervio facial, un hilo que sirve para controlar sentimientos y gestos, pero que es también un lazo motor esencial para regular la apertura y la clausura de las arterias cerebrales.

“El nervio facial es un control muy activo y rápido, y como la mayoría de las arterias se regulan por hormonas evita, por ejemplo, que te desmayes, por lo que es muy eficiente. La idea es disecar ese nervio mediante la estimulación magnética con el fin de regular el flujo sanguíneo cerebral; a mí me tocó inventar las antenas para hacer aquella estimulación”, detalló.

Sacristán Rock relató que ha invertido ocho millones de dólares tan sólo en las 220 pruebas en pruebas hechas a varios modelos animales, sobre todo cerdos, para detener daños al cerebro en caso de infartos o derrames; “nos tomó cuatro años diseñar el equipo para humanos y en 2016 conseguimos los permisos para ejercer las pruebas en el Instituto Nacional de Neurología”.

Es una herramienta útil para los neurocirujanos que sirve parar tratar enfermedades que son mortíferas y proporciona tiempo para curar casos como los vasoespasmos, que impiden el flujo sanguíneo en el cerebro. Con tan sólo 30 minutos de estimulación magnética sin dolor ya hemos salvado al menos una vida”.

En un futuro, manifestó, “esperamos que esto sea un sistema automático que se venda en todos los centros comerciales” y que se capacite a la gente para que lo use antes de ir al hospital, porque así evitarán daños irreversibles que después se vuelven un problema de rehabilitación, además de un proceso largo y muy costoso.

“Soy emprendedor y aunque mi trabajo es difícil resulta divertido, provechoso y satisfactorio, ya que cuando salvas la vida de alguien sabes que lograste un cambio profundo y eventualmente tus críticos se vuelven tus aliados”, concluyó