Autor: Arnulfo Roque Huerta

Todos los días veo a los alumnos empeñados en concluir trabajos, actividades y tareas. Algunos se preparan arduamente para presentar algún examen o exposición, otros tantos prefieren confiar en la suerte y no ocuparse en estudiar esperando alcanzar cuando menos un seis que los apruebe; en los dos casos la mayoría de las veces son aprobados, ya sea fruto de la suerte o del empeño pero… ¿bastará la calificación aprobatoria para asegurar que el estudiante ha aprendido?

Todos los maestros deberíamos basar nuestras clases (al parecer no todos lo hacen) en el programa de estudios 2011, el cual (parafraseando la presentación de éste) contienen los propósitos, enfoques, estándares curriculares y aprendizajes esperados, centrándose en el desarrollo de competencias con la finalidad de que los alumnos tengan todas las armas necesarias para hacer frente a la actual sociedad. Esto suena en verdad espectacular, pero hasta este momento solo es una utopía pues me atrevo a asegurar que muchos colegas profesores no se han dado a la tarea de revisar dicho programa completo y mucho menos ponerlo en práctica.

De todo lo que se busca en el programa de estudios tenemos que poner especial atención en el “aprendizaje esperado”, que dicho en palabras simples es lo que se espera que al alumno aprenda, pero no solo que lo aprenda sino que además lo comprenda, lo retenga y le sirva de herramienta en la toma de decisiones así como en la solución de problemas a los que pueda enfrentarse. Todo debe partir pensando que cada proyecto tiene un fin particular y éste es que el alumno reciba aprendizajes significativos.

Es verdaderamente preocupante darnos cuenta que en nuestro país el aprendizaje esperado se queda solamente en eso, en “esperado” pues la mayoría de las veces no se logra y muchas otras ni por lo menos se conocen; bastaría con preguntarle a cualquier alumno cuales son los aprendizajes esperados de tal o cual proyecto para comprobar esta afirmación y es que el alumno en estos tiempos (creo que también en los pasados) solo busca aprobar las materias y ser promovido al grado siguiente sin preocuparse por aprender.

Pero no es cosa solamente del alumno pues también muchos padres de familia encuentran contentamiento y satisfacción al ver que sus hijos aprueban el curso aunque no se detengan a preguntar cómo lo lograron, del mismo modo los docentes (sin generalizar, pues eso sería muy pretencioso) han decidido no meterse en problemas a la hora de calificar a los alumnos y si tienen reprobados sienten que es mejor ponerle un seis que al final es calificación aprobatoria.

Y qué decir del mismo sistema que ha buscado a como dé lugar disminuir el nivel de reprobados, aunque no precisamente mejorando el nivel educativo sino todo lo contrario disminuyéndolo, pues es bien sabido por todos que la calificación mínima que éste acepta es de cinco el cual de una manera u otra es sumatoria, del mismo modo ejerce cierta presión sobre los docentes para calificar siempre con bolígrafo negro y olvidar el rojo que no solo reprueba al alumno sino también al maestro y al sistema mismo, aunque claro el chivo expiatorio será siempre el docente.

Claro que todo este bochorno es muy fácil de vencer pues solo es necesario entender los aprendizajes esperados, hacer que sean comprendidos y trabajar día a día por que sean alcanzados, dejar de confiar en los resultados que lanzan los exámenes ya que estos son muy subjetivos pues no siempre nos permite saber si el alumno tiene el conocimiento o carece del mismo; dejar de calificar y empezar a cualificar, lo cual suenan parecido pero hay un abismo de diferencia entre una cosa y la otra.

La Real Academia de la Lengua dice que calificar es declarar un juicio sobre algo o alguien y eso es lo que se ha hecho por años en la educación: juzgar y recibir juicio, culpar y recibir culpas, señalar y ser señalado; pero también la Real Academia dice que cualificar es dar a alguien formación especializada para que desempeñe una actividad profesional o un trabajo específico y eso es lo que debemos hacer, formar personas, formar especialistas, no mediocres; formar triunfadores y no derrotistas, formar exitosos y no conformistas.

Entonces no califiquemos, cualifiquemos; no busquemos colocar un número en una boleta sino un aprendizaje en la vida del alumno, dejemos de esperar y pongámonos a trabajar para que el aprendizaje esperado se vuelva aprendizaje logrado.