• “Pudiera existir la idea de que se hicieron “al vapor”, sin rigor o sin los estudios necesarios, pero eso es falso”, señaló Mauricio Rodríguez Álvarez, profesor de la Facultad de Medicina (FM) y vocero de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia Coronavirus.

Por: Redacción/

La reapertura de las escuelas o el regreso a clases presenciales debe hacerse de manera corresponsable, entre los integrantes de las comunidades y concentrar la atención en las intervenciones que sí funcionan: ventilación natural o artificial, control de aforos y diseño de actividades intra y extramuros, así como uso de cubrebocas en todo momento, higiene de manos y no asistir si hay enfermedad o algún enfermo en casa, señalaron académicos de la UNAM.

En la conferencia a distancia “Vacunas y COVID-19 ¿Qué esperar?”, organizada por la Unidad Académica de Estudios Regionales de la UNAM, con sede en Jiquilpan, Michoacán, Mauricio Rodríguez Álvarez, profesor de la Facultad de Medicina (FM) y vocero de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia Coronavirus, expuso que las entidades en semáforo epidemiológico naranja tienen actividad epidémica intensa y alcanzan niveles iguales a los momentos más críticos, sobre todo en cuanto al número de casos. “Ese crecimiento puede contagiar a todo el país, o a las zonas más conectadas, como las capitales o las ciudades más importantes. Hay que tener mucha precaución para las siguientes semanas”.

En tanto, Diana Vilar Compte, coordinadora de Epidemiología Hospitalaria del Instituto Nacional de Cancerología y también profesora de la FM, recalcó que la mejor vacuna que existe es la que se pone en el brazo. “Si tenemos grupos amplios de adultos protegidos y se siguen las medidas sanitarias, es muy probable que los niños y jóvenes puedan regresar a clases presenciales de manera segura”.

Al retomar el uso de la palabra, Rodríguez Álvarez apuntó que las vacunas, preparaciones farmacéuticas que contienen microorganismos o alguno de sus componentes y que se administran de forma controlada en el cuerpo para estimular al sistema inmune y provocar una reacción de defensa, protegen contra una enfermedad en particular. Su utilidad es indiscutible: han ayudado a incrementar la esperanza de vida.

Respecto a las específicas contra la COVID-19 pudiera existir la idea equivocada de que se hicieron “al vapor”, sin rigor o sin los estudios necesarios, pero eso es falso. Lo que ocurrió, explicó el experto, es que muchas de las pruebas se hicieron de forma simultánea y desde el primer momento se tuvieron plantas industriales para la producción. “Hemos visto algo sin precedentes”.

El académico resaltó que ante la pandemia es importante no esperar el riesgo “cero”. “El punto importante es donde está el riesgo, cómo lo vamos a controlar y cómo vamos a sacar de ahí a los más afectados”, y se están dando pasos en ese sentido.

La vacunación de los mayores de 60 años de edad, de 50 y ahora de 40, así como del personal educativo, permitiría que el regreso presencial a las actividades escolares se haga en un contexto en el que, cuando menos, los más vulnerables ya están protegidos.

A partir de eso se puede administrar el riesgo en el siguiente nivel, como la convivencia y la identificación de casos. Quienes vayan a la escuela porque no están enfermos ni sus familiares, deberán usar el cubrebocas en el transporte público todo el tiempo, por ejemplo. “Hay una parte importante de cuidados que no se puede relajar”, consideró Rodríguez Álvarez.

Vilar Compte recordó que en México tenemos siete vacunas aprobadas por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios que se consideran seguras y de calidad: Pfizer, AstraZeneca-Oxford, Sputnik, Sinovac, CanSino y Johnson & Johnson, estas dos últimas de una sola dosis; y la Bharat BioTech que aún no ha sido aplicada en nuestro país.

Hasta el 17 de junio se aplicaron dos mil 484 millones 15 mil 547 dosis en el mundo, y México tiene un avance de 22 a 25 por ciento de la población vacunada. “Esto ha sido un esfuerzo importante; el gobierno hizo compras rápidas para que tuviéramos un acceso rápido. Fuimos uno de los primeros países en tener vacunas”.

Además, el acceso a los biológicos no es equitativo en el mundo: 80 por ciento están concentrados en 20 países, entre ellos el nuestro. Las naciones que más han vacunado son Israel, Reino Unido y Estados Unidos; empero, mientras no se garantice un acceso igualitario para todas las naciones será difícil acabar con la pandemia, aclaró la especialista.

Al colocar en una balanza el riesgo-beneficio de la vacunación, sostuvo, queda claro que el beneficio supera en mucho al riesgo de no vacunarse: se previenen los cuadros de la COVID-19 grave o leve. Esos biológicos son productos muy seguros.

Los efectos adversos más frecuentes que pueden tener son reacciones en el sitio de aplicación y algunas otras sistémicas inespecíficas como fiebre, fatiga, náuseas, cefalea o diarrea, que son molestas pero al paso de dos o tres días desaparecen.

Ninguno de estos productos ha sido retirado por efectos adversos. Se ha dicho que las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson no son “buenas”; eventos descritos de trombosis y disminución de plaquetas ocurren en cuatro de un millón de aplicaciones, por ejemplo. Ese riesgo es menor al de fumar, para lo cual se dan mil 763 casos por millón de habitantes. La vacuna es segura y vale la pena aplicársela; el riesgo de COVID grave es peor que tener una complicación.

Con la vacunación comenzará a disminuir la cantidad de contagios. Entre más personas inmunizadas haya, de forma natural o artificial por la vacuna, el número de susceptibles se reduce. Eso permite tener una epidemia manejable.

La pandemia no se ha terminado y debemos continuar con las medidas de protección: usar cubrebocas en el espacio público, si estamos enfermos o convivimos con alguno, o si estamos en un lugar cerrado; seguir con la higiene de manos y la etiqueta respiratoria, así como evitar contagios, es decir, no asistir a un concierto donde están miles de personas, por ejemplo.

Uno de cada 10 vacunados no responde completamente a la vacunación; se trata de personas con algún grado de inmunosupresión, con diabetes incontrolada, cáncer, insuficiencia renal o que reciben medicamentos como cortisona; ellos pueden ser susceptibles a la enfermedad, pero si el resto se vacuna hacemos un “escudo protector” para esos pacientes, concluyó.