Por: Redacción/

En Yucatán, expertos de la UNAM utilizan dos especies de peces y una de pulpo como biomarcadores de contaminación, salinidad y temperatura marinas.

El objetivo es medir el efecto de estresores como la temperatura, o químicos, como los contaminantes, en organismos endémicos o asociados a la península de Yucatán.

“Queremos saber si la zona está contaminada, si subirá la temperatura por el cambio climático, y qué ocurrirá con esos organismos, pero con evidencia científica. Hacemos estas mediciones desde 2015 para tener un control del tiempo y ver si las condiciones empeoran”, señaló Gabriela Rodríguez Fuentes, investigadora de la unidad Sisal de la Facultad de Química.

“Los biomarcadores son parámetros biológicos cuantificables que cambian ante la exposición a un compuesto xenobiótico (no propio del organismo) u otra perturbación ambiental o fisiológica, y pueden ser indicadores de una exposición o efecto a un compuesto tóxico”, explicó.

Tres modelos de estudio

Rodríguez y sus colaboradores trabajan con tres especies: un pez que está en los cenotes, otro en la zona marina y un pulpo que vive en el mar. “Medimos diferentes parámetros, porque los estresan distintas cosas”, comentó.

En los cenotes analizan el pez guayacón yucateco, que usan como ‘centinela’ de la calidad del agua donde habita. “Aunque los niveles de contaminación en los cenotes no son tan altos como en otras zonas, sí tenemos un efecto medible, ya evidenciable”.

En la zona marina, el indicador es el guppy de velo; los expertos hacen muestreos en el laboratorio para ver qué tan sensible es a los efectos de los contaminantes. “Trabajamos con plaguicidas y un biomarcador muy reactivo; nos percatamos que a concentraciones ambientales relevantes, hay un efecto en el biomarcador de este pez, y que este efecto cambia con la salinidad, relevante en los sistemas de la zona costera porque fluctúa a lo largo del año”, detalló.

En tanto, los pulpos son sensibles a la temperatura, por lo que podrían migrar ante el posible cambio climático. “No queremos que se vayan, así que investigamos si el probable incremento de la temperatura en la península afectará estas poblaciones”, señaló.

En laboratorio, Rodríguez y sus colaboradores evalúan estos efectos en los pulpos, y “después lo aplicaremos a las poblaciones en el mar y en las pesquerías, donde estará la repercusión a nivel ecosistema y económico”, concluyó.