Por: Redacción/

Una manta sin límite de extensión se está formando con los retazos que mexicanas y extranjeras decoran con arte y técnicas distintas para expresar el dolor que ha lacerado a mujeres, infantes y la naturaleza, por causa de la violencia que han padecido.

El proyecto Patchwork, la Manta de Curación: pieza por pieza y de país en país, cuenta ya con 500 partes, que serán cosidas con un hilo que una la expresión artística de la población femenina de diferentes geografías.

La Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) es la sede en la Ciudad de México donde se reciben los retazos de las participantes y la Coordinación General de Difusión de la Institución gestionó que la manta sea expuesta en el Zócalo de la Ciudad de México, el 26 de enero de 2020.

La maestra Cynthia Martínez Benavides, responsable del recinto universitario, expresó que esta casa de estudios, en su carácter público, es sensible a los problemas nacionales, por lo cual consideró pertinente fomentar con esta iniciativa la participación de la comunidad, procurando incidir en el cambio del entorno.

“Apoyamos este planteamiento porque consideramos que la cultura puede servir para reconstituir el tejido social” y para esto es impartido un taller de bordado, todos los miércoles, por la artista plástica Ivonne Ortiz, en el que además del aprendizaje de esta manualidad, la convivencia se ha tornado muy enriquecedora.

Este proyecto colaborativo nació por iniciativa de la curadora Marietta Bernstorff, quien tiene una larga trayectoria convocando a distintas redes de artistas y colectivos a nivel global. Inició en Oaxaca, con un grupo de mujeres artesanas cuyos hijos y esposos emigraron a Estados Unidos y se ha extendido por diversos estados y países.

Patchwork es una forma de vestimenta que nació durante la Gran Depresión de 1929 en Estados Unidos y consiste en la confección de prendas con base en parches (patches en inglés) para reciclar telas, ya que la economía no permitía comprar ropa nueva.

La gran manta de curación expondrá el trabajo de mujeres en una tela de 70 x 70 centímetros que expresa su realidad y el sentir colectivo frente a la violencia que habita el planeta plasmada en un bordado, una pintura, una fotografía, un poema o texto.

Cada retazo será cosido para crear la gran manta que, además de presentarse en la Ciudad de México, viajará a Tijuana, donde otros colectivos de chicanas y migrantes la ampliarán para forrar una parte del muro fronterizo. Más adelante tendrá presencia en Estados Unidos; luego acompañará a las mujeres originarias canadienses en defensa de su territorio contra las grandes compañías mineras y petroleras que pretenden despojarlas de su lugar de origen.

Bernstorff dijo que la convocatoria ha sumado a personas de Grecia, Alemania, Escocia, India, Canadá y Estados Unidos, alzando la voz contra la violencia hacia la madre tierra, incluidos la sobreexplotación del agua y la eliminación de las semillas criollas, contra la violencia de género, infantil y hacia los pueblos originarios.

Este proyecto no tiene final, ya que las mantas trazadas que lleguen al recinto de la UAM se seguirán cosiendo a la gran manta de curación. Niñas de una escuela primaria de Juchitán, Oaxaca, enviaron 100 mantas para esta primera fase del proyecto; también han participado escuelas de Quintana Roo, Veracruz y Sinaloa.

“Hacer estas piezas de tela es dejar ahí todo el dolor causado por esas violencias para empezar algo nuevo y sano; estamos cosiendo las heridas plasmadas en estos retazos y gritándolas de manera pacífica a través del arte”. Es una manta colectiva que cobija y da fuerza al unir las historias de cada participante.

Bernstorff y Martínez invitaron a todas las mujeres a participar con sus patchworks para hacer de esta gran manta un grito femenino que recorra el mundo.