Por: Redacción/

La capacidad de respuesta de las mujeres a los contextos de violencia y de adversidad es considerable ante las circunstancias que enfrentan para rearticularse y generar estrategias de solidaridad a fin de superar los desafíos que enfrentan, consideraron especialistas participantes en la mesa redonda “Violencia y esperanza en mujeres organizadas”.

En el campo deportivo también se abren paso y convierten la adversidad en oportunidades, sobre todo en la disciplina adaptada; salir y ocupar espacios públicos es posible, expresaron las atletas universitarias Claudia Angélica González Peralta y Karla Itzel López Lozada, al participar en la charla “Discapacidad, deporte y mujer”, organizada en línea por la Dirección General de Deporte Universitario.

En otro encuentro virtual, convocado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM, Silvia Soriano Hernández, investigadora de la entidad universitaria señaló que las situaciones desfavorables les permiten ser parte de un colectivo, una lucha y de una esperanza; también les brinda oportunidad de recuperar el sentido de la vida.

Como parte de las actividades organizadas por la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, resaltó que, por ejemplo, en el caso de los familiares de víctimas de desaparición forzada son ellas quienes las buscan casi siempre; la mayoría de los desaparecidos son varones.

Se aglutinan en colectivos cuyo fin es encontrar a su ser querido y también conocer la verdad de lo acontecido. Por mucho tiempo realizan la búsqueda con la esperanza de localizarlo con vida, de saber dónde está, “también empiezan a buscarlo en fosas, y son ellas mismas quienes se encargan de excavar”.

Anelí Villa Avendaño, posdoctorante del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana, reflexionó en torno a las implicaciones para las mujeres por su participación en el conflicto armado interno en Guatemala.

Ese país vivió un conflicto contrainsurgente de 1954 a 1996. Las implicaciones fueron duras para la población, en particular para las mujeres, quienes sufrieron violencia física y sexual, pero también la pérdida de sus seres queridos y territorio, así como el desplazamiento, destacó.

El resultado de haberse sumado a la lucha revolucionaria fue la condena y la culpabilización por parte de la sociedad y de la propia familia, pues “descuidaron” su rol de ser madre y cuidar a la familia, lo que produjo una ruptura que todavía hoy, a más de 20 años, les cuesta trabajo sobrellevar y, en algunos casos, no han logrado volver a tejer la relación con sus hijos. “Mientras que los padres revolucionarios son reivindicados, aun cuando hayan sido los ausentes en casa”.

Villa Avendaño aseveró que aun cuando fueron tiempos duros que dejaron fuertes heridas entre la población, sobre todo en las mujeres, también abrieron posibilidades para ellas al salir de la esfera privada y tomar espacios públicos, lanzarse como sector.

En tanto, Tesania Velázquez Castro, académica de la Pontificia Universidad Católica de Perú, indicó que la pandemia por la COVID-19 permitió la organización femenina en diferentes iniciativas, una de ellas “las ollas comunes”.

La crisis sanitaria tiene un impacto diferenciado en relación con las mujeres, ya que las medidas adoptadas por el sector salud de ese país generaron un retorno forzoso al espacio privado donde además de la jornada laboral asumen de manera directa las labores domésticas y de cuidados; padecen también la afectación económica y la situación de vulnerabilidad por el confinamiento.

Asimismo, se incrementó la pobreza y ante ello surgieron “las ollas comunes”, alternativa comunitaria de subsistencia organizada por mujeres como un apoyo alimentario de bajo costo, en particular en aquellas regiones marginadas de Lima; esta participación fortalece la salud mental y la esperanza.

Se abren paso en el deporte

Claudia Angélica González Peralta, atleta de tiro con arco; y Karla Itzel López Lozada, quien practica el lanzamiento de jabalina, disco e impulso de bala, participan en el deporte adaptado de la UNAM.

González Peralta –quien estudió en la Facultad de Odontología– incursiona en el ámbito profesional luego de padecer cáncer en una pierna y tener problemas de movilidad. Consideró que a una persona con discapacidad “lo que la paraliza es el miedo, por lo que hay que atreverse a hacer cosas que la saquen de su zona de confort, como competir y salir a la calle”.

Para la ella, es adecuado que el deporte en general sea más abierto a las mujeres y tengan participación en casi cualquier disciplina. “Lo mismo está pasando con el deporte adaptado, hay muchas mujeres involucradas en diversas modalidades”.

Al participar en la charla “Discapacidad, deporte y mujer”, organizada en línea por la Dirección General de Deporte Universitario, Karla Itzel López Lozada, estudiante de la Facultad de Artes y Diseño, narró que decidió dedicarse al lanzamiento de jabalina, disco e impulso de bala después de un periodo de rehabilitación.

“En 2012 tuve un accidente automovilístico y me dijeron que quedaría cuadripléjica. Comencé haciendo muchos ejercicios de rehabilitación que me ayudaron emocional y físicamente, los cuales me llevaron a participar en el deporte adaptado”, manifestó quien como alumna del Colegio de Ciencias y Humanidades Oriente obtuvo el Premio PUMA 2018.